Haití me ha turbado y hechizado siempre. Su complejidad oscura y sombría, pobreza sin fin, corrupción inmutable, la belleza de su arte gráfico, tambores en la noche y desafíos insolubles se convirtieron en notas y acordes que acompañaron mi carrera diplomática e internacional.
Tengo muchas preguntas y pocas respuestas:
- Haití: ¿Hay alguna esperanza?
- ¿Con su pasado histórico, cómo ha llegado a donde está hoy?
- ¿Hay opciones?
- MINUSTAH: ¿Debería revisitar y revisar ese modelo?
- ¿Es que la ausencia de un apropiado instrumento internacional nos libera del problema?
- Asumiendo que el primer paso es la eliminación de las bandas criminales,¿cómo se puede lograr esto?
Mi primera visita fue en 1960. Viajé desde “Ciudad Trujillo”, donde estaba de puesto, al inicio de mi carrera diplomática y encontré un país dominado por “Papa Doc Duvalier y sus Tonton Macoutes”. La última fue en 2010, cuando visité poco después de un terremoto catastrófico, dirigiendo un pequeño equipo en representación de la organización del expresidente Jimmy Carter, "Amigos de la Carta Democrática Interamericana".
El país está constantemente en las noticias por una cadena de desastres: un terremoto en el suroeste, seguido de una tormenta tropical, el asesinato del presidente, la irrupción cada vez más flagrante de bandas criminales, el secuestro de dieciséis estadounidenses y un canadiense, cuya liberación para evitar la ejecución implicaba pagar un millón de dólares americanos por cada uno, promoviendo de paso a Haití a la 'Capital mundial del secuestro'. Los desastres, tanto humanos como naturales, no son excepciones: se han convertido en la norma en este, el país más pobre y trágico de nuestro hemisferio.
Desde cualquier punto de vista, Haití es un Estado fallido, el primero o el último en todos los índices hemisféricos de condiciones sociales y de salud, lo que implica lo peor. Tiene el segundo récord más alto de golpes de Estado en el hemisferio. La pobreza, la desnutrición y la violencia engendran un sombrío entramado de horrores en cualquier entorno, sobre todo para los niños, y Haití no es una excepción: explotación, retraso en el crecimiento, enfermedades mentales, inseguridad, violencia, incluido el abuso sexual, acceso inadecuado o inexistente a servicios limpios: agua, educación y salud.
¿La situación haitiana siempre ha sido así?
Los registros históricos indican que la vida de los pueblos indígenas originarios, los Taínos, había sido relativamente pacífica hasta la llegada de Colón y los colonizadores españoles. Los Taínos fueron esclavizados y rápidamente aniquilados por las duras condiciones de trabajo y las enfermedades, después de lo cual fueron reemplazados por esclavos más robustos importados de África. Comercialmente, la nueva fuerza de trabajo tuvo un éxito impresionante. Para los colonizadores franceses que se apoderaron de la mitad occidental de la isla Hispaniola en 1697, Haití se convirtió en una bonanza. Para la década de 1750, con los beneficios sacados de la madera, el azúcar, el algodón, el cacao y el añil, el valor de las exportaciones haitianas superó el de las exportaciones combinadas de las trece colonias británicas en la costa Este de América del Norte. Haití se había convertido en “la Perla de las Antillas”.
La explotación de los esclavos supuso la ruina de los franceses, el final de la bonanza y una rotunda humillación para Napoleón. Los esclavos no solo trabajaban en los campos, sino que también eran educados para asumir funciones administrativas dentro de la colonia. Toussaint Louverture y otros esclavos alfabetizados con habilidades de liderazgo encabezaron una revuelta que, después de cinco años de carnicería feroz, acompañada de enfermedades tropicales para las que los franceses no tenían defensa, aplastaron al ejército francés y desembocó en la independencia.
Esta fue la primera gran revuelta de esclavos exitosa desde Espartaco, en la Roma antigua, 1900 años antes. Los haitianos tienen poco de qué sentirse orgullosos en estos días, pero pueden mirar con jactancia el coraje y la habilidad de sus predecesores que lograron la nacionalidad sobre una potencia europea que alguna vez fue invencible. Al suministrar municiones muy necesarias, Haití desempeñó un papel clave en la derrota de España por parte de Bolívar en Venezuela.
¿Con su pasado histórico, cómo ha llegado a donde está hoy?
Doce años de guerra habían devastado una próspera infraestructura. El azúcar y todas las industrias junto con los muelles, ingenios y almacenes del país habían sido destruidos. Los bosques primarios desaparecieron cuando la madera se la llevó la armada francesa, con el resultado de que cada tormenta tropical arrastra más tierra al mar. El precio de la victoria fue demasiado alto. Para obtener el reconocimiento, Haití se vio obligado a pagar indemnizaciones descomunales a los franceses, ¡pagos que continuaron hasta 1947!
Los estadounidenses, todavía con la esclavitud en pleno auge, no estaban muy contentos de tener a la vuelta de la esquina, la primera república negra libre del mundo. Thomas Jefferson, propietario de esclavos, le impuso un boicot comercial y el reconocimiento diplomático por parte de Estados Unidos sólo llegó 60 años después. Estas cargas han impedido el desarrollo del país, y el vudú, una teología colorida pero fatalista, no ha ayudado. El país merece una mejor suerte de la que le ha tocado.
En el curso de mi visita hace once años, hablé con líderes políticos y altos funcionarios de la MINUSTAH, el equipo de la ONU encargado de imponer un sistema de gobierno y orden, administrado por extranjeros por el vacío caótico, la invasión de pandillas, y con el encargo de preparar una elección “libre”. El mantenimiento del orden era tarea de una unidad militar de la ONU bajo el comando de un general brasileño y de una unidad de policía bajo un superintendente de la Real Policía Montada de Canadá (RCMP, por sus siglas en inglés).
Los resultados de las elecciones fueron ampliamente cuestionados. Escribí en ese momento que era "altamente probable que los principales partidos, todos, habían cometido algún tipo de fraude". Cuando finalmente se declaró al ganador, lo fue Michel Martelly, un carismático cantante de rap respaldado por seguidores que tenían la capacidad comprobada de cerrar el país. Port-au-Prince debe ser la ciudad con más "barricadas" de la Tierra. Con pocas excepciones, las calles son estrechas y están cubiertas de escombros. Agregue una llanta, enciéndala y, si es posible, arroje el chasis de un automóvil viejo, y listo, con eso ya ha detenido todo el tráfico. El futuro presidente era famoso por bajarse los pantalones al final de sus conciertos, con lo que emocionaba a su audiencia.
Traigo a colación la MINUSTAH porque en ese momento parecía ofrecer una salida al caos aun al precio de la pérdida del país de una parte de su soberanía. Lamentablemente, sus promesas no se cumplieron. Los soldados nepaleses de la ONU infectaron el país con cólera. Miles murieron y se perdió una nueva posibilidad de salir de la crisis.
Tratando de entender los desafíos que enfrentan la ONU y los amigos de Haití, incluido Canadá, entrevisté al astuto y bien conectado corresponsal de “Le Monde” que había pasado 30 años en la región, principalmente en Haití. Cuando le pregunté si había una salida, respondió "pas de sortie" (no hay salida). Hay que reconocer, once años después, que hasta ahora se ha demostrado que tenía razón.
Antes de que los soldados nepalíes y el cólera destruyeran la MINUSTAH y contaminaran aún más la larga y lúgubre reputación de la intromisión internacional en Haití, la MINUSTAH había estado esencialmente en el camino correcto.
¿Debería revisitarse y revisar ese modelo?
Muy afectada por el desastre de la MINUSTAH, la ONU (aparte del apoyo humanitario) muestra poco interés. Tampoco hay indicios de que la OEA esté buscando plantear soluciones. La MINUSTAH proporciona una excusa para no enfrentar el problema, pero no una justificación responsable.
Pero incluso si se logra organizar un nuevo y pragmático plan, no se puede lograr nada constructivo hasta que las bandas criminales sean suprimidas. Muchos países y agencias internacionales brindan ayuda humanitaria, pero lamentablemente en las circunstancias actuales de Haití, esta ayuda es esencialmente paliativa. La profundización de los problemas, el aumento de la violencia, la pobreza absoluta, la corrupción y la desnutrición no se pueden detener mientras las pandillas gobiernan libremente en casi todo el país; en resumen, más desesperación y sufrimiento, incluido el aumento de enfermedades mentales y físicas entre los jóvenes.
Todo esto nos lleva a nuestro punto de partida y al modelo MINUSTAH. Resolver el problema de las pandillas es un prerrequisito, una tarea que tendría que ser realizada por un cuerpo de tropas bien dirigido y disciplinado que opere bajo la autoridad reconocida de un organismo internacional. La institución obvia es el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero igualmente obvio, en el actual clima demencial, un plan de esta naturaleza sería vetado por uno o más miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
¿Hay otras opciones?
Es impensable que dejemos que Haití se autodestruya. Este es un mundo interconectado, y sin cambios en Haití el vecino más próximo, la República Dominicana, continuará siendo gravemente afectada, con repercusiones que se extenderán a todo el vecindario.
Otro elemento clave es la necesidad de un acuerdo político, un consenso de los actores haitianos internos para moverse hacia adelante, sin el cual no podrá romperse el círculo vicioso.
En ese contexto, un diálogo creíble y la búsqueda de consenso surgió en agosto del 2021, lo que se ha llamado el Acuerdo de Montana. Este grupo propuso fórmulas de transición plausibles para salir de la crisis, y ha ganado credibilidad estableciendo vínculos de alianza de partidos políticos mediante el ‘’Protocole d’Entente Nationale (PEN), una coalición de 70 organizaciones y grupos sociales. Montana puede ser un punto de partida.
Los retos son inmensos al igual que los riesgos de caer en un cenagal. No obstante, nos libera la ausencia de precedente y de un claro instrumento internacional? La planificación seria es una necesidad largamente postergada, y no debe perderse de vista del primer y más difícil paso, la liquidación de las bandas.
En la superficie suena como una anomalía, pero la única frontera de Haití es con la economía más dinámica del hemisferio de la actualidad. Con imaginación y cuidado eso puede ser una ventaja, no sólo una anomalía. En adición, hay capacidades sofisticadas tanto en Haití como en la diáspora. Esos talentos deben ser identificados para facilitar su participación en los planes que se implementen. Esto puede resultar en un plan piloto entre las dos naciones con el apoyo de la comunidad internacional. El proyecto deberá demostrar que la recuperación de los daños derivados del cambio climático agudo es posible para dos países clasificados entre los más vulnerables del mundo. Para su éxito sería necesario promover el uso de fuentes de energías alternas para reducir el uso del carbón, recuperar tierras con programas de reforestación masivos, recuperar las cuencas hidrográficas, promover la recuperación del agua, la creación de empleo con el desarrollo de zonas francas industriales en zonas fronterizas mientras se avanza la agricultura y el turismo sostenibles. No hay escasez de atracciones turísticas en Haití: playas, montañas, monumentos coloniales, y una extraordinaria capacidad artística.
Con suerte, una suerte largamente retrasada, un plan de este tipo puede infundir confianza en los dos lados de la frontera, y atraer inversionistas.
De entrada podría ayudar si representantes eminentes y mutuamente compatibles de la República Dominicana y Haití, junto a alguna personalidad internacional experimentada, se juntaran en cámara con veteranos de MINUSTAH para desarrollar un plan preliminar. Idealmente, el grupo de planificación inicial debería ser pequeño y ampliado en la medida en que se elaboren los planes, incluyendo a organizaciones internacionales y a las instituciones Bretton Woods.