El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó recientemente una resolución para enviar hacia Haití un contingente militar, multinacional, de mayoría keniana con el objetivo de controlar la violencia en desbandada que hoy sacude la nación insular en manos de pandillas criminales. Algunos estimados calculan en hasta 200 los grupos organizados de delincuentes tan solo en Puerto Príncipe y que ya controlan de un 50-80 porciento del territorio de la capital.
La resolución, formulada por EE. UU. y Ecuador fue aprobada con 13 votos a favor y dos abstenciones (China y la Federación Rusa); autoriza el uso de la fuerza multinacional por espacio de un año, con una revisión luego de los primeros 9 meses. La misión será cubierta por fondos y contribuciones voluntarias. EE. UU. se comprometió aportar unos 200 millones de dólares. La resolución que autoriza el contingente llego un año luego de que el primer ministro requirió de manera urgente el despliegue de la fuerza armada en la atribulada nación.
Hoy en día, la bestialidad de la violencia, la vesania de los actos ha llegado a tal punto que los habitantes, ciudadanos comunes se ven obligados a pagar peaje por solo cruzar la calle so pena de ser masacrados en plena vía pública ante la impotencia y hasta complicidad de las exiguas autoridades del orden. Toda la actividad económica se encuentra paralizada al tiempo que hasta 200 mil personas han tenido que huir de sus hogares por el miedo.
La policía hoy solo cuenta con alrededor de 10,000 efectivos para una nación que cuenta con 11 millones de habitantes. Diversos estudiosos y analistas han concluido que la actual es la peor crisis de toda la atormentada historia del pueblo haitiano. No existe una autoridad central, los poderes Legislativos y Judicial están disueltos o inexistentes. El mismo Ejecutivo es hoy ocupado por el primer ministro Ariel Henry quien llego a ocupar el cargo desde el asesinato del que fuera presidente Jovenel Moïse en el 2021.
La fecha del despliegue no se dio a conocer, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken si dijo que una misión de seguridad pudiera tomar meses en concretarse. El mismo embajador ante la ONU, Zhang Jun externo que espera que las naciones que se harán cargo de la misión sostengan debates, consultas con las autoridades haitianas con relación al despliegue al tiempo que expresaba su oposición a la resolución. “Sin un efectivo, legitimo y responsable gobierno establecido, cualquier apoyo externo puede escasamente tener un efecto duradero”. Agregando además que un consenso por una transición es urgente además de un calendario “factible y creíble”.
En pues con este trasfondo muy nebuloso a lo interno y no muy claras intenciones en el contexto internacional que nos encontramos hoy a la espera de otro nuevo despliegue militar. El ultimo se recordara tuvo efecto hace ya 20 años. Y es pues con este telón de fondo que opinamos que lo peor que de nuevo puede pasarle a la nación caribeña es el arribo de otro contingente de los llamados cascos azules. Dicha entidad está totalmente desacreditada a nivel internacional, particularmente en una nación como Haití en cuyo territorio desarrollaron una labor caracterizada por groseras violaciones a los derechos humanos, abuso de poder, ejecuciones extrajudiciales y todo un sin número de lacras que se encargaron de entronizar durante su estancia. O no recordamos que desde su arribo en el 2004 hasta su retirada en el 2017; ¿crearon estos un engranaje de prostitución, incluyendo la infantil a cambio de los víveres y provisiones encargados de distribuir entre la población hambrienta? En 2011 cuatro marinos uruguayos fueron acusados de violar un muchacho haitiano de 19 años en Port Salut. El evento fue inclusive grabado y diseminado en la red. La victima y sus familiares tuvieron que huir. Centenares de niñas y mujeres quedaron embarazadas por las tropas interventoras además.
El bacanal fue tal y se operaba con tan falta de escrúpulos y certeza de impunidad que los implicados hacían su negocio y paseaban sus vehículos frente al palacio presidencial. Esos mismos cascos azules fueron los responsables de enfermar la población haitiana de colera en el 2010-2011 cuando un millón de haitianos se enfermaron con la letal enfermedad en donde murieron mas de 10 mil haitianos. Todo porque los soldados del contingente de Nepal medalaganariamente descargaban las heces de las letrinas en el rio Meye. Haití llegó a tener más casos de colera que todo el continente africano junto en esa oportunidad. La ONU rechazo tajantemente indemnizar Haití. Para colmo, existe evidencia que apunta a que la violencia existente en la atribulada nación, esta siendo atizada por el de facto primer ministro Henry con el fin de evitar las elecciones. Es decir, que la respuesta de sangre, espanto y terror en las calles de Haití esta obedeciendo a las movilizaciones populares recurrentes desde el 2020.
De ahí que una vez más, el llamado a la comunidad internacional sea hoy clave. Especialmente a las potencias que desde su fundación en el entorno internacional en el siglo XIX se han enriquecido, arrasado y aprovechado de Haití. Son estas quienes hoy tienen la obligación moral de encabezar un plan de ayuda, desarrollo a corto, mediano y largo plazo en pro de la institucionalización integral y promoción de Haití de modo que en el menor tiempo posible pueda esta ingresar como un país competente al escenario internacional.
Penosamente, esa misma comunidad internacional en situaciones menos conflictivas ha sabido alejarse, dar la espalda a conflictos de enormes implicaciones políticas y regionales; hoy no nos fiamos en que Haití ocupe la importancia o el interés de las naciones, organismos internacionales u actores claves para asistir de una manera eficaz en la solución de este conflicto.
El reciente recrudecimiento de la violencia entre el estado sionista de Israel en contra de la inerme Palestina, la continuidad del conflicto entre Rusia y Ucrania, las tensiones estratégicas del Mar de China, las hostilidades en Yemen entre las facciones respaldadas por Arabia Saudita e Irán, los conflictos en la región de Kurdistán (Siria, Iran, Irak y Turquía), el empeoramiento de las diversas crisis de las naciones del África Subsahariana, y el ascenso de una ultraderecha militante en Europa y EEUU; y las próximas elecciones presidenciales estadounidenses y su séquela de entuertos en la nación, matizados por la crisis migratoria, el aumento del déficit fiscal y demás, no deja otra opción que nuestro escepticismo a una solución eficaz y de largo plazo a la crisis de Haití…