Es muy doloroso ver día tras día como el país vecino se hunde bajo los embates de grupos armados, originalmente propiciados desde grupos de poder político o económico, ante el desinterés de la llamada comunidad internacional por propiciar una solución a un drama que contribuyó a organizar.
Como dominicanos la cuestión nos atañe aún más porque, de cierto modo, nuestra suerte está ligada al infierno que atraviesa el pueblo haitiano. Los que no han podido o querido instalar en el extranjero, los que se quedan y siguen viviendo y luchando en su tierra por sus opiniones, sus hijos, sus propiedades y sus trabajos hacen legión. Tratan de sobrevivir y progresar a pesar de esta singular guerra. Merecen nuestro apoyo y consideración.
Compartimos problemas cruciales con Haití. Un ejemplo de ello son los desafíos medio ambientales. Compartimos las mismas cuencas, los mismos valles, la misma presión sobre el agua. Somos interdependientes.
Hasta ahora nuestro modelo productivo se ha nutrido de la mano de obra haitiana, legal e ilegal, y no podemos olvidar que Haití es el principal destino de nuestras exportaciones, a pesar de la situación actual y de los peligros que acechan al transporte de mercancías.
Frente a todos estos lazos, nuestro deber no es agregar leña al fuego, sino contribuir a limitar la desgracia y propiciar acciones justas, solidarias y empáticas, manteniendo siempre el norte, que es proteger la República Dominicana en este momento tan especial de nuestra historia común.
Lo que compete al Estado es la vigilancia de la frontera, el control de la migración ilegal, garantizar la seguridad nacional y ser voz de alerta en los foros internacionales sobre las implicaciones de la crisis haitiana y la necesidad de ayudar a nuestros vecinos a buscar soluciones haitianas.
El mundo tiene los ojos puestos sobre la República Dominicana y las acciones emprendidas deben ser realizadas dentro del más estricto respeto a los derechos humanos para no dañar nuestra excelente imagen internacional, que sigue en alto a pesar de las últimas acciones de violación de derechos a ciudadanos dominicanos por parte de la Policía.
El control migratorio es imprescindible, pero para lograrlo es indispensable luchar contra la corrupción fronteriza y los peajes. Si bien el muro puede ser una salida, como parte de una solución de emergencia, este no debe ser un simple recordatorio visual de la existencia de la frontera.
Llama la atención la entrevista realizada recientemente al embajador de Israel, Daniel Biran, donde este hace hincapié en que el muro que se está elevando no es un muro inteligente con tecnología israelí sino un muro sencillo. Y ya conocemos la suerte de los muros sencillos.
En vez de pensar y promover peligrosas teorías alarmistas, como la posibilidad de que estallen diversos focos de rebelión de ilegales en el país, podemos tener otra lectura y pensar en la desesperación de unos ilegales que serán repatriados hacia un infierno donde sus vidas no estarán garantizadas.
Lo que nos corresponde como ciudadanos dominicanos es saber separar la paja del trigo, no provocar, no inventar falsas cifras y teorías engañosas que provocan el miedo y la ira. La manipulación de los hechos solo conduce a la xenofobia y a la violencia que florecen con más facilidad en periodos de crisis.
Compete a la sociedad civil dominicana ser vigilante, promover el buen trato, la solidaridad y la cultura de paz.
Si Haití es un problema para nosotros lo es más para todos los haitianos de buena voluntad que viven tanto allá como en la diáspora, con familias que sufren anhelando poder volver a su tierra.
En las presentes circunstancias de lo que se trata es de defender los intereses de la República Dominicana con firmeza y solidaridad.
Hay que mantener una vigilancia constante para rechazar manifestaciones xenófobas como la que afectó a Ana María Belique cuando quiso presentar su libro en la reciente Feria internacional del libro.
Dan escalofríos, por las tragedias que podrían desencadenar, los vergonzosos llamados al odio, a manifestar e incluso “a tomar las armas para defender nuestras familias y la patria” que circulan impunemente en las redes y que serían prohibidos en numerosos países como incitación al odio y a la violencia.