Haití está actualmente atrapada en una carrera suicida hacia el abismo.
Con la salida del general Paul Eugène Magloire (diciembre de 1956), el ejército se dividió. El 22 de octubre de 1957, día de la toma de posesión del nuevo mandatario, Dr. François Duvalier, la institución parecía estar a favor de Duvalier. Debido a la falta de evaluación objetiva del sutil ideólogo, Washington y sus analistas no consiguieron entender al nuevo jefe de Estado haitiano.
François Duvalier logró imponerse poco a poco como «Jefe Supremo y efectivo de las Fuerzas Armadas y de los voluntarios de seguridad nacional». Fue discípulo de Charles Maurras (1868-1952), de la derecha francesa, «monárquica, nacionalista integral» y de Leo Frobenius (uno de los primeros etnólogos en cuestionar las bases ideológicas del colonialismo, impugnando en particular la idea de que los europeos habrían encontrado en África pueblos verdaderamente salvajes, a los que habrían llevado la civilización, Wikipedia). Casi 70 años después, con la proliferación explosiva de subsistemas, el ciudadano se siente desamparado al borde del precipicio. El servicio público no existe y todo funcionario responsable se siente muy incómodo en el país de 2022.
Los nuevos líderes nacionales se destacan por hacernos olvidar que no tienen preparación y que forman parte del aparato hemisférico. Su conocimiento de la historia de Haití parece detenerse en la llegada de Cristóbal Colón. En 1961, en la Academia Militar, el recién ascendido mayor Claude Raymond, ahijado de Papa Doc según los rumores de entonces, sustituyó al coronel Harry Neptune, quien fue juzgado como ideológicamente indiferente. Era una época en la que el encargado del césped de la Academia pensaba que era un buen duvalierista. Años después de la salida de los Duvalier (1986), uno de nuestros célebres demócratas impuso en 2003 a comisarios e inspectores en la Policía Nacional, sin debidos antecedentes académicos ni méritos.
Los españoles conocieron el tardofranquismo. En 2022, estamos atrapados por un duvalierismo bastardo. Ratificada por el memorable referéndum del 29 de marzo de 1987, la primera constitución post-Duvalier, en su artículo 291, parecía poner fin definitivamente al duvalierismo.
Artículo 291: «No podrán aspirar a ningún cargo público durante los diez (10) años siguientes a la publicación de esta Constitución, sin perjuicio de las acciones penales o civiles de reparación:
- a) Cualquier persona conocida por haber sido, por su excesivo celo, uno de los artífices de la dictadura y su mantenimiento durante los últimos veintinueve (29) años [ndt 1957-1986];
- b) Todo contador de fondos públicos durante los años de la dictadura que se presuma enriquecido ilegalmente;
- c) Toda persona denunciada por el clamor público por haber practicado torturas a presos políticos durante las detenciones e investigaciones o por haber cometido asesinatos políticos.»
Algunos observadores creen sinceramente que el éxito de esta constitución radicaba en el artículo 291.