El pasado jueves 15 de diciembre murió un ser muy querido, mi tío Fran García, cuyo nombre oficial era Huáscar Alexis García Gutiérrez. Tenía 97 años al momento de su muerte.
La vida de Fran García es para mí un referente importante de autosuficiencia, autonomía, coherencia y plenitud. Tío Fran tenía el lema de que “hay que saber vivir”, decía que el secreto de su longevidad estaba en que el “sabia vivir”. Saber vivir para él significaba hacer de todo, pero sin exceso. “Se puede gozar, comer, trabajar, compartir, amar , todo, pero no en exceso” esa era su frasee permanente y así vivió hasta morir a los 97 años.
Era el mayor de la familia de mi madre, una familia de 5 hijos y 1 hija (mi madre). Sus últimos años los vivió solo luego de que su esposa falleciera. Tuvo 3 hijos, 2 hijas y muchos nietos y nietas. La soledad para mi tío no representaba un problema y ser una persona mayor de 90 años tampoco. El disfrutaba la soledad porque entendía que el silencio le daba mucha paz y le permitía crecer su espíritu que le ofrecía total plenitud. Tenía total convicción de que entre la vida y la muerte no había fronteras y “desde el silencio podía sentir a sus seres queridos que estaban juntos con él cotidianamente, aunque aparentemente estaban “muertos”.
Su vida muestra la ruptura con los prejuicios hacia la vejez y el carácter de inutilidad que se le da a la misma, afectando a muchas personas adultas mayores que se deprimen porque se sienten inútiles o como un estorbo, dada la exacerbación de la juventud vs la vejez. El término “viejo” o “vieja” está altamente estigmatizado y se considera despectivo o un insulto. Por el contrario, es sinónimo de sabiduría y conexión con nuestras historias y nuestros ancestros.
Fran García siendo una persona mayor de 90 años era totalmente autosuficiente, se elaboraba sus alimentos y se encargaba de la limpieza e higiene de su hogar. Resolvía todas sus necesidades vitales. Nunca dejó de tener proyectos de vida que construía cada día. Era ebanista de profesión y convirtió el trabajo con la madera en un arte, la elaboración de cada mueble representaba una obra de arte en la que impregnaba su vocación artística y su pasión.
La alta preocupación que tenía por su cuerpo y su salud le permitió mantenerse siempre en una vida totalmente saludable sin ningún tipo de dolencia hasta que una caída generó un corte abrupto con ese estado de su cuerpo hasta llevarlo a la muerte.
En su historia de vida se muestra un niño que inició temprano en el trabajo infantil. Desde los 5 años inició su contacto con el mundo laboral acompañando a su padre en las labores de administración de un teatro y realizó muchas actividades laborales a temprana edad que le daban una autoimagen de sí mismo como adulto con escasa vivencia de la niñez, el señalaba que se convirtió en hombre rápidamente dada las necesidades que había en la familia porque asumiera ese rol. Esta negación de la niñez a temprana edad con la inserción en trabajo infantil era (y todavía es) parte de una lógica cultural en nuestra sociedad que marca los procesos de construcción de la masculinidad en edades tempranas. La niñez en la época de Fran García no existía como etapa previa a la adultez. Se veía al niño como adulto y se le trataba como tal.
La muerte de Fran García nos da la oportunidad de leer la vida de un modo distinto con ruptura de la satanización de la “soledad” y el continuo aprendizaje de “saber vivir” . Una revalorización significativa de la vejez despojándola de la negación y los estigmas que favorecen la comercialización de la “juventud” desde la industriar cosmética y la cirugía estética.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY