La calidad en la formación docente como una exigencia de la sociedad moderna en su conjunto, exige a estas alturas de la era del conocimiento entregables formativos relevantes, para lo cual se requiere, por un lado, consolidar la capacitación y formación continua del banco de docentes existente, sustentada en estándares de calidad reconocidos internacionalmente y, por otro lado, reforzar y crear un esquema de actualización docente permanente.

Desde la mirada del entorno regional, la propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su informe  sobre perspectivas para el año 2022 ya había señalado la complejidad de un escenario de relativa incertidumbre de la economía en la región, llamando a poner la atención sobre los riesgos asociados con la caída del crecimiento económico, la escalada inflacionaria, las desigualdades sociales y la degradación ambiental que caracterizarían la realidad actual, generando inmensos desafíos para la comunidad internacional, incluida la academia.

Una muestra de esto es que, la Organización de las Nacionales (ONU) ya advertía de los desafíos del nuevo milenio para todos los ámbitos de la sociedad, cuando estableció dentro de la denominada Agenda 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos, en el ámbito educativo contemplan el objetivo DS número 4, concerniente a la “Educación de Calidad”, con el cual se busca “garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”.

La relevancia de este marco referencial, por demás vinculante, ya que nuestro país forma parte de los 193 Estados firmantes de los ODS, es que estos comprenden entre sus metas la necesidad de “aumentar considerablemente la oferta de docentes calificados, incluso mediante la cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo…”; de lo que deriva una apuesta a la mejora de las capacidades de formación de profesionales de distintas áreas relacionadas con el ejercicio de la docencia.

Ante el escenario antes descrito, las instituciones especializadas de enseñanza superior, entre las cuales se encuentra el organismo académico de la Junta Central Electoral (JCE), es decir, el Instituto Especializado en Formación Política y del Estado Civil (IESPEC), acicateadas por la necesidad de actualización constante de su personal docente sobre la base de propuestas formativas modernas y efectivas, deben asumir en lo inmediato el diseño de acciones de formación docente desde una perspectiva innovadora en lo didáctico, como garantía de elevación de la calidad docente, reforzando  los mecanismos de seguimiento, monitoreo  y evaluación, mediante la aplicación de metodologías adaptadas a los perfiles del personal y a las necesidades de la institución.

En este sentido, es preciso conocer el planteamiento de la profesora Elizabeth Alves, quien ha sostenido que se debe prestar especial atención a la formación docente de calidad, que tome en cuenta el trípode de la equidad, la pertinencia y la relevancia de los contenidos a socializar, pero sobre todo centrada en analizar las particularidades de la formación docente, haciendo hincapié en los cambios introducidos en los mecanismos de seguimiento y control de la calidad de acciones formativas donde converjan lo pedagógico y didáctico.

Todo lo expuesto nos convoca a realizar mejoras impostergables en la formación docente, apuntalada en la experiencia y el conocimiento de los perfiles del tipo de alumnado, lo cual permita responder asertivamente a sus requerimientos y necesidades. En lo adelante, el reto que tiene el docente del IESPEC reside principalmente en demostrar capacidad para enfrentar los nuevos desafíos tanto pedagógicos como educativos, así como incorporar las herramientas que exigen al docente de estos tiempos la innovación pedagógica.

Por tanto, vistos los argumentos de contexto y los desafíos de la enseñanza superior descrita en los párrafos anteriores, se justifica la adopción de un nuevo paradigma en la formación docente, que releve el anterior y que se enfoque en las crecientes expectativas societales de la era del conocimiento actual, requiriéndose para esto la configuración de modelos pedagógicos que incorporen herramientas tecnológicas y nuevos recursos para que, dentro de la perspectiva constructivista activa, puedan lograr una planificación formativa que privilegie el sujeto sobre el objeto de aprendizaje.

Ahora bien, para adoptar el paradigma de la formación docente del siglo XXI, habrá que coincidir con investigadores de la talla de Olivero y Mejía, quienes han establecido al respecto que:

La formación continua es transversal al desarrollo y optimización de las capacidades y competencias de todo profesional, sin embargo, el requisito fundamental para que un profesional ejerza la docencia es la formación en el ámbito pedagógico. El profesional que ha completado un proceso de formación en Pedagogía desarrolla competencias para la concepción, planificación, desarrollo, investigación y toma de decisiones, en relación con la enseñanza-aprendizaje, en lugar de ejecutar pasivamente un diseño curricular propuesto.

Con esta reflexión queremos mostrar las causales contextuales que explican la necesidad de transformar el viejo paradigma educativo en uno nuevo, enfocado en satisfacer las demandas de la sociedad del siglo XXI. Para la consecución de esto, coincidimos con la corriente de pedagogos que señala que, la educación debe reinventarse en un nuevo escenario, con modelos pedagógicos actualizados, con componentes tecnológicos de un mundo globalizado en el que los docentes utilicen técnicas, recursos y herramientas apropiadas que les permitan ofrecer una formación acorde con las exigencias y necesidades de los dicentes en la época actual.

A este respecto, Olivero y Mejía insisten en ponderar que la formación continua representa un eje transversal que potencializa el desarrollo y la optimización de las capacidades y competencias profesionales, aunque estiman es imperioso establecer como requisito nodal para que un profesional pueda ejercer con pertinencia y eficacia la docencia, el poseer una robusta formación en el ámbito pedagógico.

Los citados autores consideran igualmente que, las ventajas de aquellos profesionales que pueden completar la formación en pedagogía residen fundamentalmente en que adquieren competencias para la concepción, planificación, desarrollo, investigación y toma de decisiones, especialmente vinculadas con la relación enseñanza-aprendizaje, en oposición a la pasiva tarea de ejecutar un diseño curricular ya prediseñado.

La práctica ha demostrado que los profesionales con formación pedagógica están en mejores condiciones para diseñar experiencias de aprendizaje actualizadas y efectivas, además de poder ofrecer una retroalimentación constructiva, utilizar herramientas didácticas, así como metodologías de evaluación que permitan la adaptación del proceso de enseñanza-aprendizaje a las necesidades de los discentes.

En el caso que nos ocupa, adoptar una formación docente desde el nuevo paradigma de la innovación y la incorporación de nuevas herramientas de enseñanza, permitirá alcanzar la solidez de la formación pedagógica a que aspiramos en el IESPEC, lo cual, creemos fielmente se reflejará en mejoras notables del proceso de enseñanza-aprendizaje, creando las condiciones para que aquellos profesionales dotados de dichas herramientas posean la capacidad de identificar las necesidades y debilidades del proceso de aprendizaje, pudiendo rápidamente realizar los ajustes de lugar en los métodos de enseñanza a utilizar.

En resumidas cuentas, una sólida formación pedagógica mejora los resultados del proceso de aprendizaje y el desarrollo de competencias de los discentes, lo cual resulta en mejoras educativas significativas. Por todo esto, desde la gestión del IESPEC apostamos a incorporar la pedagogía e innovación en la formación en docencia universitaria, a los fines de contar con un banco de docentes compuesto por profesionales altamente capacitados, que puedan conocer y diferenciar la diversidad de modelos pedagógicos existentes (conductista, cognitivista, constructivista y conectivista) y, en función de esto, identificar las características y necesidades de los dicentes, pudiendo así eficientizar el proceso de enseñanza-aprendizaje que exige la sociedad del siglo XXI en esta nueva era del conocimiento.

 

Felipe Carvajal de los Santos.

Magister en Gestión Universitaria