Desde Estados Unidos, se extienden a otros paises las “fiestas de lectura” (Reading Rhythms), encuentros de lectores en un espacio público para interactuar sobre las lecturas que se realizan “in situ”. (https://readingrhythms.co/).
A diferencia de los círculos de lectura, los interesados no tienen un texto asignado o consensuado sobre el cual van a debatir. La dinámica consiste en iniciar una lectura durante unos 20 minutos en silencio; luego conversar sobre el libro durante unos 15 minutos con una de las personas desconocidas que se encuentran en el lugar; se continúa con una lectura de 30 minutos que se interrumpe para dar paso a una discusión grupal de unos 20 minutos.
Como en las fiestas, un signo distintivo debe ser la espontaneidad. Por eso, no se establecen lecturas predeterminadas, ni tampoco se organiza la actividad como si fuera un seminario de lectura o cualquier actividad académica semejante.
Obsérvese que, al igual que como ocurre en una fiesta, se llega al lugar con la disposición de ir al encuentro con las personas. La idea es abrir la posibilidad de un intercambio, de una entrega personal sin dispositivos electrónicos que medien y distraigan de la lectura del libro y de la comunión entre rostros.
El origen de la actividad se basa en el sentimiento de aislamiento que uno de sus creadores, el británico Ben Bradbury, experimentó a su arribo a la ciudad de New York en el 2017.
En este sentido, las fiestas de lectura son intentos de crear comunidad donde puedan forjarse espacios de conversación y de contacto que rompan la rutina de la velocidad frenética de las sociedades actuales, así como el frívolo intercambio virtual característico de las redes sociales. Si además, la conversación se realiza a partir de la lectura de un libro, la experiencia puede ser realmente gratificante.