Soy una gente común, una ancianita, como la Sra. Marple, protagonista de las novelas de Ághata Christie que observaba desde un rincón sentada en su mecedora, tejiendo y pasando desapercibida.
El caso “Medusa” me tiene atrapada, pero solo sé de los resúmenes, de los que están leyendo por mí el informe y se ocupan de comentarlo, analizarlo y desmenuzarlo.
Solo me entero de lo que pasa a través de la prensa escrita, los comentaristas y hasta “radio bemba”. No he leído el expediente, porque para leer páginas y páginas, solo mi paciencia e interés me llegan para leer alguna obra literaria. No importa cuántas páginas tenga, siempre y cuando resulte de mi agrado.
Tanto los periódicos como algunos comentaristas se han ocupado de contabilizar la cantidad de veces en que aparecen ciertos apellidos, algunas compañías y algunos nombres, e incluso las páginas en donde se encuentran.
En días pasados vi el nombre de alguien que trabajó en una institución en la que yo trabajé. No me pude contener y llamé a otra persona a quien conocí en ese trabajo y con quien he mantenido una gran amistad por casi cuarenta años. Le pregunté si se recordaba de ese señor, me dijo, “claro, tan serio que se veía…”
Lo que más me tiene asombrada son las cantidades que se manejan. Siempre fui muy buena en matemática, pero mis conocimientos nunca llegaron a conocer ciertas cifras. Cuando trato de leerlas, me vuelvo un tollo. Les juro que no sé, hasta me llego a creer que es menos dinero de la cuenta.
Otras de las cosas que me asombra es la facilidad con que adquieren bienes inmuebles la mayoría de las personas involucradas. Los analistas de esta noticia se han dado la tarea de comparar el antes y el después de sus viviendas, es para abrir la boca y quedarse pasmado, porque cualquier persona que trabaja dignamente y se gana el dinero de manera honrada para adquirir su casa tiene que pensar en un préstamo bancario y de quince a veinte años pagando religiosamente.
Me sorprende ver a personas tan jóvenes y sin escrúpulos. Lo importante es ganar dinero sin importar la forma. Es una pena que sus padres no le enseñaran el “no” desde pequeños para que pudieran discernir sobre lo que está bien y lo que está mal.
“Etaco los ojos” cada vez que sale un nuevo nombre. Es vergonzoso como personas reconocidas en el medio, y supuestamente con buenas entradas económicas, se dejan seducir por lo fácil, por lo que no cuesta, por lo dao, con una ambición desmedida.
Todo, tarde o temprano sale a la luz y aunque muchos nombres y compañías no serán procesados porque pactaron y cooperaron, no es menos ciertos que están en ese expediente y han quedado marcados para siempre.