Muchas personas (sobre todo los políticos), empresas e instituciones de nuestro país, han hecho caso omiso por mucho tiempo a la realidad que implica el cambio climático. Sin embargo, en los últimos años, los que no creían en lo absoluto, se han convencido, a fuerza de lo vivido, el que definitivamente ya nuestro clima ha cambiado.

El cambio climático es una alteración importante en los patrones atmosféricos en todo el mundo, atribuido principalmente a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la producción industrial. Estas actividades aumentan la concentración de gases de efecto invernadero (como el dióxido de carbono y el metano) en la atmósfera, causando un calentamiento global.

Es por esto que en los últimos años experimentamos un aumento de las temperaturas promedio, cambios en los patrones de precipitación, aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos (como huracanes, inundaciones, sequías), así como el incremento del nivel del mar debido al deshielo de los glaciares y la expansión térmica de los océanos.

Es cada día más obvio que el cambio climático está teniendo un  importante impacto en los destinos turísticos, y lo tendrá de manera especial en el Caribe, una de las regiones más vulnerables debido a su geografía y dependencia del turismo.

En los últimos tres años hemos visto como las temporadas de lluvias de nuestro país se han concentrado en el mes de noviembre, causando estragos en la población dominicana. De igual manera, hemos vivido el incremento del paso de huracanes por la zona, amenazándonos cada día, de que uno u otro nos tocará.

Las islas del Caribe, muchas de las cuales están a poca altura sobre el nivel del mar, enfrentan el riesgo de inundaciones y pérdidas de costas. Esto afecta tanto la infraestructura turística como a las playas, que son el atractivo clave de la región.

Muchas de las playas dominicanas han experimentado una erosión significativa. Hace ya casi 20 años que se realizó el programa de regeneración de algunas de las principales playas del país, las cuales a los 10 años debieron ser intervenidas para fines de mantenimiento. Este proceso ayudó, en su momento, a que playas como la de Juan Dolio, que estaba totalmente erosionada, y casi desaparecida, se convirtiese en lo que es hoy día, el destino inmobiliario turístico más atractivo y cercano a la ciudad.

Huracanes, tormentas tropicales e inundaciones son cada vez más intensas  y frecuentes debido al calentamiento global. Esto provoca daños a la infraestructura turística, interrupciones en los vuelos y menor demanda de turistas durante la temporada de huracanes.

En nuestro país, las zonas de manglares, que son importantes para la biodiversidad y el turismo ecológico, han sido severamente dañadas por el cambio climático. Esto reduce el atractivo del ecoturismo en estas áreas y limita las actividades de conservación y turismo sostenible.

Los arrecifes de coral, vitales para el turismo de buceo y snorkeling, están desapareciendo. Los corales son sensibles a las variaciones térmicas, vemos el  blanqueamiento de estos debido al aumento de la temperatura del agua, producto del cambio climático.

Para enfrentar estos desafíos muchos destinos caribeños están adoptando prácticas sostenibles, como la construcción de infraestructuras resilientes, la conservación de recursos naturales y la diversificación en sus ofertas turísticas (por ejemplo, promoviendo el turismo cultural y gastronómico).

También, se están promoviendo esfuerzos para reducir la huella de carbono en los hoteles y para fomentar la educación ambiental entre los visitantes, con el objetivo de minimizar el impacto negativo del turismo sobre el medio ambiente.

 El cambio climático pudiese aportar, además, riesgos para la salud de los turistas.  Está comprobada la proliferación de enfermedades transmitidas por vectores (como dengue y malaria), en climas más cálidos.

Dentro de las recomendaciones que pudiésemos aportar, además de promover el turismo sostenible, de lo que en múltiples ocasiones hemos escrito, nuestro país debería  adoptar prácticas que reduzcan el impacto ambiental, como el uso de energías renovables en hoteles y transportes, incentivando actividades turísticas que respeten los ecosistemas locales.

Deberíamos construir infraestructuras resilientes a fenómenos extremos, así como implementar sistemas de drenajes eficientes para reducir el impacto de inundaciones. Proteger manglares, arrecifes de coral y bosques, que son barreras naturales contra desastres; promover programas de reforestación; crear programas de educación y sensibilización a los turistas sobre la importancia de cuidar el medio ambiente; fomentar el uso responsable de recursos, como el agua y la energía. Tener, además, una buena planificación territorial, evitando la urbanización descontrolada en zonas vulnerables; desarrollar estrategias de zonificación que protejan las áreas más sensibles; participar en iniciativas internacionales para mitigar el cambio climático, como los compromisos del acuerdo de París; y trabajar en comunidades locales para desarrollar prácticas turísticas respetuosas con el entorno.

Y sobre todo, diversificar la oferta turística, reduciendo de esta manera la dependencia de actividades vulnerables al clima como el turismo de sol y playa, que bien pudiese ser creando experiencias turísticas culturales y gastronómicas, que no dependan tanto de las condiciones climáticas.

Estas recomendaciones no sólo ayudarán a mitigar el impacto del cambio climático, sino que también pueden hacer nuestro destino más competitivo y sostenible a largo plazo.

Sería interesante conocer cuáles son los planes y estrategias que implementa el gobierno, para evitar que el impacto del cambio climático sea tan drástico como realmente pudiese ser. ¿Estamos realmente preparados?