Desde el origen de la Humanidad, las zonas rurales son descapitalizadas con la extracción de oro, níquel, plata, cobre, carbón, petróleo, bauxita, entre otros, y con la producción y comercialización de frutas, vegetales, cereales, legumbres, lácteos y proteínas animal y vegetal y otros productos más. Ni hablar del aprovechamiento irracional de los recursos agua, flora y fauna.
En tal sentido se sabe que casi en su totalidad, los recursos económicos que son producidos en las zonas rurales no regresan a las mismas, ya que los “beneficios” obtenidos de las extracciones y las actividades productivas y comerciales, son ahorrados y/o invertidos en el sector bancario y financiero formal e informal que opera en las cabeceras de las medianas y grandes ciudades de los países en vías de desarrollo como el nuestro.
Según los datos a los que tuvimos acceso sobre la producción y extracción rural que maneja el Banco Central de la República Dominicana y el MEPyP, los beneficios provenientes de la ruralidad dominicana financian la construcción de grandes plazas comerciales, apartamentos, viviendas, proyectos turísticos y ecoturísticos, inversiones en las bancas de apuestas y lotería, pequeños y medianos supermercados, clínicas, colmadones, bares y restaurantes, ferreterías, farmacias, compra y ventas de vehículos y el establecimiento de colegios privados, entre otras inversiones más.
Para reinvertir de forma segura los beneficios que se obtienen de la explotación rural en las mismas comunidades donde se produjeron dichos recursos, se requiere de políticas públicas, programas, proyectos e incentivos que garanticen el retorno del capital, así como garantizar márgenes de beneficios que compitan con los dividendos que resultan de las inversiones que se hacen en las zonas urbanas y peri-urbanas a las que nos referimos en el párrafo anterior. Atraer capitales e inversiones estratégicas hacia la zona rural de la Republica Dominicana, es un desafío que tiene el Presidente Dominicano, Lic. Luís Rodolfo Abinader Corona.
En tal sentido se sabe que, con la extracción de minerales (oro y ferroníquel), la producción y comercialización de café, cacao, banano, aguacates, mangos, vegetales, entre otros rubros más, se produce un por ciento significativo del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país. Además, se sabe que hay otros ingresos nacionales que provienen de las remesas, el turismo, las zonas francas, las inversiones extranjeras y la exportación de hierro chatarras, entre otros.
Como se puede apreciar, el sector rural dominicano necesita inversiones estratégicas dirigidas a recapitalizarlo sin pérdida de tiempo. Una vez recapitalizado el sector rural, los productores y los agroempresarios dominicanos podrán producir y exportar con márgenes de beneficios significativos y criterios de sostenibilidad. Quienes tenemos raíces rurales, parientes y amigos que nacieron o residen en las zonas rurales de nuestro país, conocemos muy bien el modu operanti de nuestra ruralidad, así como las vicisitudes que tienen que afrontar nuestros campesinos y los productores para poder vivir y producir.
En tal sentido se sabe que, los suelos de nuestro país requieren de inversiones significativas para llevarlos a un proceso de descontaminación a causa de las alteraciones en su biodiversidad, lo que reduce los contenidos de materia orgánica y su capacidad para actuar como filtro ante la presencia de contaminantes químicos (hidrocarburos, fertilizantes nitrogenados, plaguicidas), entre otros.
Además, se sabe que hay un proceso progresivo de salinización de la mayoría de los suelos de nuestro país a consecuencia del uso inadecuado del agua de riego y la proliferación de pozos que favorecen la entrada del agua de mar, como es el caso de todo el litoral costero de la Región Este de la República Dominicana. Para nadie es un secreto que los suelos de la Región Este de nuestro país hay que desalinizarlos y ponerlos a producir eficientemente, debido a la contaminación a los que han estado expuestos desde que se inició la explotación azucarera y las inversiones turísticas en dicha región (FAO-2020).
No obstante se sabe que, nuestro recurso agua se está agotando y que los agroempresarios y los productores forestales dominicanos no están recibiendo los incentivos y las garantías necesarias para seguir plantando, cortando y comerciando sus respectivos productos y reinvertir los recursos necesarios para sembrar y/o producir más agua y más alimentos. Sin agua en cantidad y calidad, los sistemas agroproductivos, industriales y comerciales se afectan; mientras que las zonas rurales entran en una crisis de producción y convivencia social espantosa.
Ni hablar del caos que se produce en las medianas y grandes ciudades cuando estas no reciben el agua necesaria para satisfacer sus necesidades cotidianas. Conozco zonas rurales, peri-urbanas, barrios y urbanizaciones en nuestro país que, recibir agua por tubería es un privilegio. No obstante, quienes pueden construir pozos tubulares hacen una explotación indiscriminada e irracional de nuestras aguas subterráneas, sin que éstos sean sancionados. Como podemos apreciar, la falta de agua no sólo nos perjudica como personas, sino que afecta la producción de los productos agropecuarios para el consumo interno y la exportación.
Por lo que hemos visto, la descapitalización de nuestras zonas rurales no sólo afecta económicamente a los productores y a los agroempresarios que se dedican a producir y a comercializar, sino que afecta psíquica y emocionalmente a quienes se ven expuestos a las precariedades que se vive en nuestras zonas rurales por falta de capital para producir. En tal sentido, si no inicia lo antes posible la recapitalización de nuestras zonas rurales, en poco tiempo tendremos cráteres de minas agotadas, zonas deforestadas y desérticas, ríos y cañadas sin agua, suelos contaminados y erosionados y una población rural envejecida y sin recursos y capacidad para seguir produciendo.
No obstante, para recapitalizar nuestras zonas rurales, se requiere liderazgo, voluntad política y compromisos con perspectivas de mediano y largo plazo, ya que los recursos económicos que se necesitan se están produciendo con el oro, el ferroníquel, los mangos, los bananos, los aguacates, el café, el cacao, los plátanos, el arroz, las habichuelas, la leche, las carnes de res, cerdo y pollo y los huevos que se producen en nuestros campos.
Desde nuestro punto de vista, la ruralidad ha sido y, sigue siendo, la cenicienta desde que se inició el proceso de migración inducida o forzada desde el año 1966 por la falta de inversiones, infraestructuras adecuadas y mejores oportunidades para los hombres y las mujeres que viven en las zonas rurales de nuestro país. Como psicólogo social y planificador estratégico pienso que, el abandono de nuestras comunidades rurales es un lapso irracional de todos nuestros gobernantes y sus funcionarios que han estado al frente de las cosas públicas, así como por la falta de Responsabilidad Social de los grandes agroempresarios e industriales cuyas materias primas provienen de nuestras zonas rurales.
Por lo que se ve y se sabe, son heroicos y patriotas los dominicanos que todavía residen y producen en las zonas rurales marginadas de nuestro hermoso, progresista y productivo país. Iniciar el proceso de recapitalizar nuestras zonas rurales durante el año 2022, le agrega un plus sin precedentes al gobierno que preside Luís Rodolfo Abinader Corona.
¡Anímese, señor presidente, a recapitalizar nuestras zonas rurales y a apoyar estratégica e inteligentemente a los productores y agroempresarios de nuestro país, pues usted tiene la juventud, la capacidad profesional y el liderazgo político y empresarial para iniciar un proceso de desarrollo rural integral sin precedentes!
“Casi la mitad de la población mundial vive en zonas rurales y en su mayoría en un estado de pobreza. Estas desigualdades en el desarrollo humano han sido una de las principales razones de los disturbios y, en algunas partes del Mundo, incluso de la Violencia”. Abdul Kalam.