Las mujeres en las comunidades rurales y en barrios urbano-marginados desarrollan una labor silente y aparentemente invisible de sostenimiento de las redes de cuidado de la niñez, personas adultas mayores y con condiciones de discapacidad.

Estas redes ofrecen a las comunidades un sostén afectivo, social y económico en el que la pobreza y su cruda realidad de escasez y carencia tiene paleativos de solidaridad y apoyo que se muestran en distintos estudios etnográficos (Vargas 1998) (Vargas 2019) (Cela 2023) (Matías Bosch y Vargas/ CLACSO 2023).  Tejidos sociales inclusivos sin fronteras ni barreras raciales ni de nacionalidad.

En los barrios marginados y en las comunidades conviven familias dominicanas y haitianas desde una relación vecinal y a veces de compadrazgo. Entre mujeres se dividen roles de cuidado hacia la niñez y personas vulnerables (adultos mayores y discapacidad). Se presentan casos de mujeres haitianas que apoyan con el cuidado de niños, niñas y personas adultas mayores de familias dominicanas en las que las mujeres tienen que trabajar o salir de la casa, igual ocurre con las dominicanas hacia familias haitianas, venezolanas u otras nacionalidades.

Las deportaciones masivas han afectado este tejido social y han generado un incremento de las condiciones de riesgo en la niñez, adolescencia, personas con discapacidad y adultos mayores. La irrupción nocturna y sorpresiva de agentes de migración en las viviendas de familias haitianas afectan la armonía social de las comunidades provocando problemas de salud mental tanto en familias haitianas como dominicanas.

La inseguridad, incertidumbre e impotencia se han colocado como factores detonantes en la interacción social provocando que tanto la niñez de origen haitiana como la dominicana de piel negra se sientan desprotegidos. Las relaciones de amistad construidas entre familias por varias décadas con espacios lúdicos y recreativos se han interrumpido bruscamente por esos “fantasmas” que aparecen de la nada, según describen niños y niñas.

Las violaciones de derechos y violencia contra las familias haitianas y dominicanas negras que están ocurriendo en las comunidades pobres de este país han dividido la población dominicana

La figura del “cuco” utilizada por las personas adultas para provocar miedo y controlar la conducta de la niñez se ha transformado, ahora está representado en policías, agentes de migración o “personas con caras tapadas aparecen de noche o de madrugada. Tienen armas, llegan en grupo y no saludan, insultan, dan golpes, empujan y meten en jaulas a los morenos “

La tristeza embarga a una niñez afectada al ver a sus amiguitos que lloran por una madre, padre que no saben dónde está,  se han quedado solos o se los llevan a ellos/ellas también.

Varias familias dominicanas tratan de apoyar de alguna manera en estas situaciones en que el Estado Dominicano ha desintegrado las familias y ha dejado a población infantil y adolescente en abandono sin personas adultas responsables.

La situación actual de esta relación de apoyo entre mujeres haitianas y dominicanas es una reproducción del patrón de interacción vecinal y social que existió entre familias dominicanas y haitianas en 1937 cuando el tirano Rafael L. Trujillo realizo una de las masacres más repudiadas de nuestra historia nacional con consecuencias internacionales.

Mujeres dominicanas de distintos pueblos y campos escondieron a mujeres, niños/niñas y familias completas. Un ejemplo que para mi es un gran orgullo es el de mi bisabuela materna, Francisca Gutiérrez. Ella escondió una familia haitiana y le salvó la vida. Dejó un legado de solidaridad ancestral.  Muchas otras familias también lo hicieron. Es el caso de José Francisco Peña Gómez que fue acogido y protegido por una familia cuando su padre y su madre decidieron huir de la persecución contra “los negros dominicanos y haitianos” relatado así por él.

Las violaciones de derechos y violencia contra las familias haitianas y dominicanas negras que están ocurriendo en las comunidades pobres de este país han dividido la población dominicana generando conflictos familiares y personales entre quienes apoyan las deportaciones desde el uso de la violencia verbal,  insultos y campañas antihaitianas y quienes sienten indignación y rechazo al mal manejo del control migratorio en el país que viola los derechos humanos y fortalece el racismo.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY