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Ray, El Violín de Ingres,1924

El Violín de Ingres, una de las fotografías más icónicas del siglo XX, fue creada por Man Ray, artista norteamericano de origen ruso judío establecido en París al finalizar la Primera Guerra Mundial. Es un homenaje al pintor neoclásico Jean Auguste Dominique Ingres, inspirado en sus desnudos y su afición por el violín. La foto se convirtió en el codiciado objeto de deseo para los coleccionistas y se vendió por más de 12.4 millones de dólares en la subasta de la casa Christie’s de Nueva York en 2022, convirtiéndose así en la fotografía más cara de la historia.

La espalda desnuda y el rostro de tres cuartos apenas visible son de la famosa modelo conocida bajo el seudónimo de Kiki de Montparnasse (1901-1953), la mujer que el mundo entero conocía, de la que todos estaban enamorados y la que todos los artistas querían que posase para ellos.

Kiki es uno de los primeros paradigmas de mujer libre e independiente. Musa, artista, empresaria, en nuestros tiempos sería una gran influencer de los medios sociales y su nombre estaría ligado a las luchas feministas.

Para saber mejor quien era Kiki, habría que entender el Montparnasse de los años 1920, al que ella estuvo ligada siempre. Si París era una fiesta, como dijo Ernest Hemingway, Montparnasse era la pista de baile. La Gran Guerra había terminado, y los que lograron sobrevivir a cuatro años de horror e incertidumbre, no veían mucho sentido en hacer los planes para el futuro y preferían vivir de día en día. París se convirtió en la capital cultural universal y los artistas del mundo entero venían en busca de una oportunidad. En los cafés, callejuelas y bulevares de los barrios bohemios de París se fraguaban las vanguardias más importantes del siglo XX.  Por allí desfilaron pintores como Amedeo Modigliani, Marc Chagall, Pablo Picasso, Chaïm Soutine, Francis Picabia o el mencionado ya Man Ray, y escritores de nombres tan sonoros como Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway.

Según este último, “Kiki fue un monumento a sí misma y a una época de Montparnasse. Sin ningún género de dudas, Kiki reinó en esta época con mucha más fuerza con la que nunca fue capaz de reinar la Reina Victoria a lo largo de toda la época victoriana”.

Y aunque su reinado duró un tiempo breve, su nombre ocupa un lugar importantísimo en la historia del arte a través de los artistas que la retrataron y las personalidades a las que estuvo ligada. Kiki de Montparnasse además de modelo, realizó sus propias pinturas, actuó en más de una decena de películas de vanguardia, era bailarina del Jockey Club de Montparnasse, donde también entonaba canciones picantes.

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Kees van Dongen, La mujer con cigarrillo (Kiki de Montparnasse), hacia 1922-1924

Kiki llegó al mundo en los albores del siglo XX, siendo bautizada como Alice Prin.  Hija de una adolescente, fue criada por su abuela en un entorno muy humilde, en un pequeño pueblo al sur de Francia. Cuando la niña cumplió doce años, fue enviada a París para reencontrarse con su madre. Juntas trabajaron en un taller de linotipia, luego ya por su cuenta fue ayudante en una panadería.

En 1918 conoció a Maurice Mendjizky, pintor judío polaco, nueve años mayor que ella. Su madre, al enterarse que posaba desnuda para él, la echó de la casa, dándole así, sin saberlo, el inicio a la brillante, aunque breve carrera artística de su hija.

Con el pelo negro cortado a lo “garçonne”, la intensa mirada de los ojos sombreados con kohl y labios pintados de rojo brillante, Kiki se convirtió en el símbolo absoluto de los locos veinte.  “Su maquillaje era una obra de arte en sí mismo… su boca pintada de un profundo escarlata que enfatizaba el humor erótico astuto de sus contornos. Su rostro era hermoso desde todos los ángulos”, así la describía el poeta canadiense John Glassco.

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Man Ray, Kiki de Montparnasse, 1924

Ocupó las mentes y los cuadros de la mayoría de los artistas de este período de entreguerras. “Era muy atractiva. Nadie fue tan retratado como Kiki”, señalaba Peggy Guggenheim al recordar sus años en el París de principios de siglo.

Pero sólo uno logró ser elegido por ella. "Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo", le escribía a Man Ray en 1921.

Su relación duró más de siete años, con una pausa de tres meses, cuando Kiki se marchó a Nueva York para probar suerte como actriz. El fotógrafo la inmortalizó en una infinidad de retratos entre los que se destacan Negro y blanco y el mencionado ya Violín de Ingres.

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Man Ray, Kiki de Montparnasse, 1923

Tras separarse de Man Ray, intentó a reinventarse en lo que mejor conocía, las relaciones públicas y el negocio de espectáculo, pero ya no como protagonista en el escenario, sino al frente de su propio cabaret, L’Oasis de Montparnasse, que luego pasó a llamarse Chez Kiki, y que aunque no tuvo el éxito esperado para una celebridad como ella, la mantuvo ocupada.

Con apenas 28 años publicó su autobiografía, “Memorias de Kiki” con prólogos de Ernst Hemingway y Tsuguharu Foujita, que inmediatamente se convirtió en bestseller en Francia. El libro fue traducido al inglés y se publicó en los Estados Unidos al año siguiente, pero fue inmediatamente prohibido por el gobierno que consideró su contenido “morboso”. Fue reimpreso bajo otros títulos alterando el texto y agregando ilustraciones y sólo en 1996 la versión original finalmente vio una nueva traducción y publicación.

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Kiki abrazando a Tsuguharu Foujita en una fiesta-almuerzo en Montparnasse, 1920’s

Pero el ambiente efervescente de los 20s ya se estaba evaporando. La mujer que, a pesar de su escasa educación, había llegado a formar parte de los círculos intelectuales parisinos, comenzó a ser olvidada.

Su adicción al alcohol y a la cocaína le costó un arresto. Su cuerpo pierde los encantos, aumenta de peso, pero no se rinde: "Todo lo que necesito es una cebolla, un poco de pan y una botella de vino tinto, y siempre encontraré alguien que me ofrezca eso".

Durante la Segunda Guerra Mundial se retira en la Costa Azul y allí su rastro se pierde hasta que en 1952 el profesor estadounidense Fréderic Kohner la descubre de nuevo: "La puerta del bar se abrió… la vi entrar. Llevaba un abrigo de piel de foca muy gastado y un sombrero de un tamaño ridículo, con un velo que ocultaba sus ojos… Me sorprendió… Sentí como si hubiera ocurrido una terrible explosión, dejando nada más que ruinas horribles. Observé su rostro mientras se tambaleaba hacia la barra… Su rostro estaba devastado por la edad hasta el punto de hacerla irreconocible. Era un rostro donde se podía ya sentir la muerte muy cerca, donde ya se podía adivinar el cadáver. El maquillaje escandaloso solo acentuaba la impresión de descomposición que daba." Se convirtió en una sombra de lo que había sido, deambulaba por las calles como cantante callejera y leía la mano a los turistas a cambio de unas cuantas monedas. Moriría poco tiempo después, en 1953, con 51 años, por complicaciones de salud causadas por sus adicciones.

Su entierro fue todo un evento, la revista Life le dedicó tres páginas en la edición de junio de 1953. La lápida de su tumba dice: "Kiki, 1901–1953, cantante, actriz, pintora, Reina de Montparnasse". El pintor de origen japonés, nacionalizado francés y muy amigo de Kiki, Tsuguharu Foujita, la despidió con estas palabras: "Con Kiki, los gloriosos días de Montparnasse fueron enterrados para siempre".