A menos de dos años para la celebración del torneo electoral que deberá definir quién gobernará el país a partir de 2024, una serie de publicaciones definidas como encuestas de opinión abren lo que parece ser una temprana guerra para lograr posicionamiento en la opinión pública e ir moldeando a los potenciales electores. Desde “firmas” que arrojan datos “apegadas al rigor científico” que barnizan de credibilidad sus estudios, hasta sondeos rudimentarios, libres de toda atadura científica, que se realizan en redes sociales como Twitter y Facebook, medios tradicionales como radio y televisión a través de llamadas telefónicas hechas por el público, hasta los periódicos tradicionales en sus versiones digitales.
Por ser una guerra para algunos partidos colocarse en el imaginario popular como preferidos, ya sea a nivel de la propia organización política, sus principales líderes o posibles candidatos, los números que arrojan generan en algunos incautos, poco informados, una enorme confusión, ya que mientras algunas de estas “encuestas” por ejemplo, colocan al presidente Luis Abinader en un primer lugar con más de 50% de intención de votos, aprobación de la gestión y opinión positiva para un posible proyecto de reelección; otras marcan un empate técnico entre el jefe del Estado y Leonel Fernández, quien es considerado, por prácticamente todas las encuestas, como el líder de la oposición. Estos números oscilan entre un 34 y 36 por ciento, apareciendo siempre el mandatario en primer lugar, pero con una diferencia entre 2 y 3 puntos porcentuales que caben exactamente en el margen de error que notifican en sus fichas técnicas las firmas encuestadoras.
Estos números que revelan el empate se conjugan con otros que expresan la alta preocupación de la población por la inseguridad ciudadana y el alto costo de la vida -los inalcanzables precios de los productos de consumo y servicios- que alteran el temperamento social que lleva a más del 70% de los encuestados a decir que el Gobierno va por mal camino o que el 60% rechaza una posible candidatura a la reelección del presidente de la República. Perece lógico pensar, a partir de la realidad palpada en el colmado y supermercado, la que se vive en las calles con los asaltos violentos y pérdidas de vidas humanas a plena luz del día, que no han desembocado en protestas sociales porque los ciudadanos tienen puestas sus esperanzas en cambiar este estado de situación, lo que se hace consistente con el desplome en la popularidad del Gobierno y el consecuente empate técnico entre el mandatario y el exmandatario.
La guerra por el posicionamiento de candidaturas solo podría generar confusión momentánea en el pueblo llano, en razón de que los tomadores de decisiones, con proyectos políticos y económicos de largo plazo, miden de manera frecuente, por lo que los coloreados gráficos elaborados en oficina y fuera de todo contacto con los potenciales electores, no pueden surtir el efecto propagandístico que buscan tener en el gran público para cambiar la opinión de la apuesta por un proyecto diferente al que gobierna; opinión difícil de variar, pues los males económicos se profundizan acentuando la frustración que se alimenta no solo de los padecimientos de una inflación que coquetea con los 2 dígitos y una criminalidad que nos envuelve en una paranoia colectiva, sino en la incapacidad mostrada por esta administración para enfrentar de forma eficiente la crisis.