(Prólogo al libro En la copa del árbol, de Ulises Heureaux Ogando, ediciones del Archivo General de la Nación, SD: SERD-NET SRL, 2020. Agradecimiento especial a los señores historiadores Bernardo Vega, Daniel García, y otros colaboradores del AGN, por el trabajo de arqueo que hicieron para ubicar las fuentes)
Ulises Heureaux Ogando, hijo del dictador Ulises Heureaux (Lilís), nació en San Juan de la Maguana en 1870 (si bien se barajan otras fechas de nacimiento) y falleció en Santo Domingo en 1938; sobrino por línea materna de los hermanos Andrés y Timoteo Ogando Encarnación, que como se sabe, se destacaron en nuestras luchas libertarias en el siglo XIX.
Heureaux Ogando fue narrador, ensayista, periodista, pero esencialmente dramaturgo. Fue enviado por su padre a estudiar a Francia, cuyo edecán fue Tulio M. Cestero, lo que lo alejaba del ambiente cultural de la República Dominicana, aunque vivió sus últimos años en este país, en específico en San Pedro de Macorís, donde escribió el grueso de sus obras y donde probablemente haya colaborado con la revista Prosa y verso (1895), dirigida por Rafael Deligne. La suerte que experimentó su obra fue bastante similar a la que corrió la de su coetánea Amelia Francasci, rescatada del olvido.
El tipo de literatura que se practicaba a finales del siglo XIX e inicios del XX era una literatura de salón, que apareció entre los finales del romanticismo y el mundo moderno, ciertamente, un género que se restringía a una elite. Una imagen romántico-sentimental se proyecta en su novela En la copa del árbol (1906) y en los textos narrativos de Heureaux Ogando, y dentro de estos, “Alma sencilla”, ambientado en Azua en los tiempos del conchoprimismo y el breve cuento “El borracho galante: cuadro de carnaval”, que también se desarrolla en este país. Tuvo en su haber otra novela, Amor que emigra (1910), que no ha sido aún rescatada. Escribió un buen número de obras de teatros, exitosamente llevadas a las tablas en vida.
La industrialización, la ocupación militar norteamericana de 1916, la primera guerra mundial, y otros acontecimientos históricos, hicieron colapsar ese tipo de mundo que toma cuerpo en las narraciones de Heureaux Ogando y otros escritores afines de su época. Es cierto que en este punto del tiempo su producción literaria luce un tanto mustia, lo que podría explicar el porqué no todos sus textos narrativos se hayan salvado, y el porqué tal vez no figure en la historia de la literatura dominicana como uno de nuestros primeros novelistas y cultores del modernismo en el país. Si bien sus obras narrativas no alcanzan tal vez ese gran relieve que se esperaba de ellas, no creo que haya sido una razón poderosa como para que nuestros críticos e historiadores literarios lo hayan soslayado en ese sentido. No es justo, como veremos. Sea que se haya destacado o no en el empleo de la estética modernista y en el instrumental de imágenes que le es característico, dichos textos habrían sido de los primeros en los que se usara el lenguaje de parejo movimiento artístico en la historia de la literatura dominicana.
Para entrar en materia, en lo que respecta a su novela En la copa del árbol, Heureaux Ogando habla de “cuadros” y de “escenas” de la vida, en ese caso, del ambiente parisino, por lo que la técnica narrativa que emplea se explica: cada capítulo se corresponde con un cuadro o una escena del drama que va presentando, que es el drama de la pasión de parejas de enamorados, lo que lleva a un fin trágico cuando dicha pasión no se puede controlar y se torna insincera, o feliz, cuando se controla y es sincera, como ocurre con Gerónimo y Violeta, los dos jóvenes amantes al final. Por un lado, tenemos el ambiente corrupto y lleno de hipocresía en que caen aquel y su amigo Marcelo, el amante de Hortensia; por el otro, el ambiente caracterizado por la sinceridad de Máximo y Georgette, otra pareja de amantes. Por una parte, la pasión; por otra, el amor. Ángela simboliza el amor; Hortensia, la pasión. Son cuadros teatrales los que nos presenta el autor en el escenario de la vida, pues detrás del texto está Carmen, la opera de Bizet, la cual trata de la pasión y de cómo ella destruye al ser humano. Las oraciones cortas que conforman los párrafos son como pinceladas a través de las cuales Heureaux Ogando va pintando su drama. Cuando habla de su novela como “ensayo”, la considera como tal en cuanto a la idea central, que es la pasión vs. el amor.
La novela despierta interés y es válida como una obra romántico-sentimental, como se ha explicado. Pero solo se puede apreciar si nos remontamos al ambiente del mundo decimonónico y la predilección que nuestro autor tenía por la novela sentimental. No perdamos de vista el dato en el que habla de la vida, en específico, la parisina, y con respecto al ambiente de clase media alta, aunque, a través de Máximo y Georgette, nos dice que prefiere el de clase media baja, que es donde la corrupción y la hipocresía ceden espacio a la moral y la virtud. Menciona a Zolá, y afirma que está consciente del naturalismo, o sea, de la nueva literatura que emerge, pero que prefiere seguir dentro de la estética del modernismo, ya que se puede describir el drama humano sin caer en las truculencias descriptivas, como se da en el caso del naturalismo.
Huelga decir que los naturalistas se referían al contenido de sus obras como “tranche de vie”, es decir, como trozos o fragmentos de vida. Y, en cierto sentido, lo que Heureaux Ogando hace en cada capítulo es brindar una parte de ese drama de la vida que desarrolla. De ahí que sean escenas cortas y directas que se van acumulando para crear la novela que es En la copa del árbol. De manera que no se trata de experimentar con la forma ni nada parecido. Son más bien diferentes escenas que el autor reúne, como el dramaturgo que era, para construir el drama. Los párrafos que conforman la novela son de una o pocas oraciones porque semejante componente de la escritura recuerda las formas del diálogo en una obra teatral. De lo que se trata entonces es de recitar una comedia, la de la vida.
En la copa del árbol Violeta y Hortensia, los nombres de los personajes femeninos, como se advierte, son alusivos a flores, lo cual no debe sorprender que prevalezca la dicción romántico-sentimental en esta obra; el amor pasional entre las parejas es su fuerza directriz. Está presente en el énfasis que hace en los convencionalismos sociales, en el uso de la obra como reflejo de la sociedad y la cultura en que vivió, las divisiones de clase que la caracterizaron, su visión de la vida, los valores que la orientaban y el reforzamiento de los patrones sociales, lo cual explica que el autor no haya avanzado programas de ninguna índole, sino que reforzó los vigentes en su tiempo. A la inversa, por más que se lo haya propuesto, no se lo habrían permitido los moldes de la novela romántico-sentimental dentro de los cuales escribía. Es cuanto se advierte también en las obras de una novelista coetánea con Heureaux Ogando, o sea, la arriba mencionada Amelia Francasci, quien también practicó la novela sentimental en el país.
“Alma sencilla: cuento criollo”, uno de los únicos dos cuentos que se ambientan en el país, es en su totalidad de carácter romántico. El otro es “El borracho galante: cuadro de carnaval”, en el cual Heureaux Ogando apunta a llevar un poeta en su interior, como se advierte en una descripción parcial que hace del carnaval de la República Dominicana de la época. “Alma sencilla” es sentimental a lo sumo. Heureaux Ogando mezcla en este cuento los temas del amor y la muerte. Ambientado en Azua en 1909, sin duda se inspira en el periodo de zozobra que experimentara poco antes la República Dominicana. Pareja técnica, la de la combinación de dichos temas en un texto narrativo, predomina en casi todos sus cuentos, incluyendo la escena final de Alfonso XII, entre otras obras teatrales conocidas que escribiera. El citado recurso literario salta a la vista en “El alma de la laguna”, “La venganza del maquinista”, “Canto trágico”, “El anillo”, “El adiós de Violeta”, “Margarita de Ruyssac” y en varios otros cuentos. Son narraciones de carácter social, moral y sicológico, que reflejan las costumbres, los gustos, las actitudes y los valores de la sociedad francesa finisecular y de principios del siglo XX. El autor conoce bien el mundo que describe en sus páginas, llenas de perfumes embriagadores.
El narrador en “Alma sencilla” hace énfasis en los sentimientos. De ahí, por ejemplo, el amor de los dos amantes y la reacción de Pacholo cuando ve el retrato de su madre como medalla de una cadena en el pecho de Octavio Mimosa, un rival político por él buscado para fusilarle en la escena final del cuento, un detalle concreto magistralmente elaborado. No falta el elemento del suspenso, que es lo que le brinda interés a la trama, a la cual entreteje con ciertos grados de fineza y de complejidad en el citado texto y en los golpes de efecto que trabaja en una escena como “Campiña perfumada” de En la copa del árbol. Ciertamente, el autor tiene dominio de estos componentes de la estructura de los cuentos. Se destaca su fineza en el manejo de la intriga no sin niveles de complejidad con que entreteje el tema en algunas de sus narraciones, además de otras técnicas narrativas.
Hombre de cultura, el autor tuvo que haber resistido, naturalmente, el estado de anarquía que vivió el país en los tiempos postlilisistas, de nuevo, del dominio de generales incultos y macheteros hasta la intervención militar norteamericana de 1916. A juzgar por lo que se desprende de la lectura de “Alma sencilla”, Heureaux Ogando habría sido partidario de la paz y de la conciliación entre los dominicanos, que es lo que se refleja en cierta forma en la época en que fue escrito el cuento, es decir, en el periodo de los casi seis años de gobierno del presidente Ramón Cáceres.
Si consideramos "Alma sencilla" como un relato romántico-sentimental, cumple adecuadamente su función. Puede que incluso nos emocionemos al leerlo. Ahora bien, para que ocurra, significa que el lector de hoy tiene que olvidarse del punto de vista realista que lo caracteriza. Ha de dejar de lado su innato cinismo en términos de relaciones humanas. En otras palabras, hay que trasladarse a los tiempos del autor y aceptar las mismas sensibilidades en vigor en aquel entonces para entender el cuento y más aún para apreciarlo; para apreciarlo no tanto en términos estéticos, cuanto por sus contenidos. Concedido que el lenguaje que Heureaux Ogando emplea en idéntico texto es un tanto llano como para que nos interesemos mucho en él. Su discurso es bastante directo, ya que podemos predecir lo que va a ocurrir desde el mismo inicio, que sin duda es propio de ese tipo de arte, no del autor en particular. El sentimentalismo lo permea todo. Ahora bien, como quiera que sea, no se puede valorar el cuento sin que antes no nos situemos en el ambiente literario de esos tiempos y lo aceptemos como algo válido en términos literarios.
En la descripción que hace el autor de una pareja de enamorados en otro de sus cuentos, se adivina una escritura rítmica sosegada, periódica, balanceada, en estas frases: “Ahí van ellos, sin oír el bullicio inmenso que los rodea; ahí van ellos, estrechamente unidos, embebidos, sin ocuparse del que pasa. Ahí van, ¿qué les importa el ruido de los coches, el silbido agudo de las locomotoras, y la voz plañidera de la vendedora de cerezas? [. . .] y ahí van, bien apretaditos el uno contra el otro, entre las flores lilas o rojas, entre las canciones lejanas, entre los ardientes soles. . . ¡Ahí van! ¡Es el amor, la juventud: perfumes y caricias!”. (Del cuento “Cuadro parisiense”) Más aún, se adivinan tintes poéticos en las frases “La flor de los recuerdos estaba ahí, y esa flor se deshojaba al embate del dolor. / El cielo lloraba, y sus lágrimas estaban heladas. / El corazón de Violeta era un desierto [. . .]”, de la escena “Recuerdos tristes” de En la copa del árbol, imágenes, todas, propias de la estética romántica, como también es del Romanticismo la imagen de la locomotora en la representación que hace Heureaux Ogando de la era moderna que irrumpe en el mundo idílico de dicho movimiento artístico, simbolizados por la pareja de amantes envueltos en el cuadro de la naturaleza en la novela. Tamaños trozos citados de prosa poética recuerda la de Notas y escorzos (1898), de Tulio M Cestero, si bien, la forma de verso largo o de poemas en prosa no es ajena tampoco a la novela de carácter sentimental.
Es innegable el flujo poético que igualmente atraviesa la prosa de Heureaux Ogando en más de sus narraciones de corte sentimental, como es característico de este tipo de arte; se aprecia en las estructuras paralelas y balanceadas, en las repeticiones, y en el ritmo que acusan al punto de que fácilmente se pudiera versificar con ellos. Desde una óptica romántica, con la que busca idealizar el lugar que describe en lontananza en “Margarita de Ruyssac”, el autor dice que “[a]llá lejos, se ven las últimas casas de la aldea. Aquí su riachuelo corre, al abrigo de una cordillera de montañas, dando pequeños saltos por encima de las piedras. Las estrellas, lágrimas de plata, brillan en el límpido e intangible infinito azul. . .”, de ese azul que recuerda, como se sabe, una de las imágenes con la que más se identifica al modernismo hispanoamericano, aunque no está demás no perder de vista que el autor abrevó directamente de las fuentes de la cultura francesa y que el simbolismo haya sido quizás, si se quiere, la base de su escritura de índole modernista.
Escritor de dicción modernista, he ahí que Heureaux Ogando sitúe parte de sus cuentos en lugares exóticos y lejanos, tal “El alma de la laguna” que lo ambienta en la India. Más aún, casi todos giran en torno a París y la sociedad de su tiempo, habiendo sido él dominicano; condena los gustos burgueses por vulgares y de mal gusto tanto en sus cuentos como en su novela En la copa del árbol; resalta el sentimiento patriótico en dos de sus cuentos, más arriba mencionados; el autor ambienta otros en torno a castillos, naturalmente con reyes, princesas y súbditos como personajes, así como otros elementos del mundo de la aristocracia; intenta buscar el sentido de la belleza en las descripciones que hace; prevalece el cosmopolitismo en los textos; rinde culto a París, modelo de la alta cultura y de avance en los escritores de finales de siglo XIX y el siglo XX, entre otros rasgos modernistas.
Heureaux Ogando no le daría crédito a la estética de los movimientos de vanguardia que vendría más tarde con la primera guerra mundial por su visión conservadora del arte. Por el contrario, su actitud fue de reacción contra ese mundo, al que consideró vulgar y de mal gusto. Era partidario del orden tradicional en las artes. En sus narraciones se proyecta un mundo estable y decente, con sentido del deber, contenido en sí mismo, un tipo de ambiente que le había dado paso a un estilo de vida sencillo, de la cotidianidad, un mundo, aquel, que aún se rige por fuertes códigos de moralidad, pero de los que no pocos de sus personajes se burlan por las grandes infidelidades en que incurren los unos a los otros como parejas, un mundo que se vendría abajo poco después con la primera guerra mundial. De ahí que se explique la razón por la cual en sus narraciones Heureaux Ogando reconstruya la práctica de los duelos para lavar el honor mancillado entre los hombres tanto en su novela como en su cuento “El anillo”.
En conclusión, no se explica el porqué ni un solo de los textos de Heureaux Ogando figure en ninguna antología de cuentos ni en ninguna de las historias de la literatura nacional, lo que podría dar pie a pensar que, vista su condición de haber sido hijo de Lilís, pudo haber corrido una suerte similar a la que corrieron escritores vinculados con el trujillismo una vez desapareció el tirano en el sentido de que sus obras fueron dejadas de lado por las fuerzas democráticas que surgieron en el país una vez desaparecida la dictadura. Es lo que ocurrió, entre otras tantas obras, con algunas de Ramón Lacay Polanco, de Rafael Damirón, Julio González Herrera, J. M. Sanz Lajara y Miguel Alberto Román, todas merecedoras de rescate para entender mejor tan traumático periodo de nuestra historia reciente desde la perspectiva del régimen; o a no ser que Ulises Heureaux Ogando haya sido marginado por las elites culturales de su tiempo, que con sus criterios metodológicos y principios estéticos establecían qué obras tenían valor y cuáles no, como se estila en cada época.