No comparto las quejas o protestas desatadas en México por el hecho de que las tres protagonistas de la muy premiada película “Emilia Pérez” (Jacques Audiard, 2024) no son actrices mexicanas, pues considero que en el cine no es obligatorio que sean de la misma nacionalidad los personajes y sus intérpretes.
Podemos recordar varias películas en las que el egipcio Omar Shariff, los españoles Francisco Rabal y Antonio Banderas, el mexicano Gael García Bernal y el puertorriqueño Benicio Del Toro interpretaron a Ernesto Che Guevara (que era argentino y cubano, como dice el poema de Nicolás Guillén).
También podemos recordar que los británicos Daniel Day-Lewis y Anthony Hopkins interpretaron a los estadounidenses Abraham Lincoln y Richard Nixon (en sendos filmes de Steven Spielberg y Oliver Stone) y la estadounidense Meryl Streep interpretó a las británicas Margaret Tatcher en “The Iron Lady”, Emmeline Pankhurst en “Suffragette”, Anna y Sarah en “The French Lieutenant’s Woman” y Susan en “Plenty”; a la danesa Isak Danisen (Karen Blixen) en “Out of Africa”; a la polaca Sophie en “Sophie’s Choice”; a la italiana Francesca en “The Bridges of Madison County”; a la chilena Clara en “The House of the Spirits”; a la australiana Lindy en “A Cry in the Dark”; a la irlandesa Kate en “Dancing at Lughnasa”; y a la alemana Inga Helms Weiss en la miniserie de televisión “Holocaust”.
Otros ejemplos los tenemos en el cine italiano con películas emblemáticas protagonizadas por extranjeros en roles de personajes italianos, como el mexicano-estadounidense Anthony Quinn en “La Strada”, de Federico Fellini; o el estadounidense Burt Lancaster y el francés Alain Delon en “El Gatopardo”, de Luchino Visconti; o el estadounidense Robert De Niro, el francés Gérard Depardieu y el canadiense Donald Sutherland en “Novecento”, de Bernardo Bertolucci.
Podría poner muchos otros ejemplos, pero creo que esos son suficientes.