El pasado 18 de febrero se celebraron las elecciones municipales para elegir a los alcaldes de las distintas localidades del país, con un total de 158 alcaldías estratificadas a nivel nacional. Las dos fuerzas principales que compitieron en el certamen estuvieron encabezadas por el Partido Revolucionario Moderno y aliados, y por la llamada alianza Recate RD, de la cual forman parte el PLD, el PRD y la Fuerza del Pueblo. Para los partidos políticos las elecciones municipales comportaban una importancia singular, ya que la misma se constituirían en una prefiguración de lo que podría ocurrir en la elección presidencial del próximo mes de mayo y una tendencia importante en el comportamiento del electorado. De ahí que las organizaciones políticas en pugna desplegaran ingentes esfuerzos por acompañar a sus respectivos candidatos a las alcaldías, movilizándose en caravanas asistidas por decenas de simpatizantes que pronosticaban a través de consignas el triunfo de sus partidos. Desde el Presidente de la república hasta los líderes opositores se movilizaron en las referidas cruzadas, buscando motivar a la población y lograr con ello una victoria aplastante sobre sus contendores.
El resultado del certamen político debió ser, a juzgar por los aparentes recursos invertidos y por el empeño prestado por la clase política nacional, una participación casi total de la población electoral, sin embargo, los resultados fueron totalmente contrarios. Según los datos de la propia Junta Central Electoral hubo una abstención cercana al 60% de todo el electorado, superando así la renuencia al voto de las pasadas elecciones celebradas en tiempos de pandemia. No obstante, la percepción de inasistencia en los centros de votación era mayor al día siguiente de las elecciones, ya que muchos hablaban de una abstención hasta de un 70%, lo que implicaba evidentemente el fracaso casi total de las elecciones. El resultado final ofrecido por la última actualización de la JCE arrojó una abstención de un 53.33%, dato que debemos asumir como cierto por provenir de la autoridad electoral competente, pero que no deja de cuestionarse ya que, en las jurisdicciones más grandes como el Distrito Nacional y los municipios del gran Santo Domingo, la participación no pasó de un 38%.
En lo adelante será responsabilidad de los partidos políticos, y sobre todo de sus principales líderes, motivar a la población en la participación activa del voto
Considerando la precaria participación de los dominicanos en las pasadas elecciones municipales y la evidente falta de interés del pueblo por asistir a votar, debemos observar que el sistema electoral está en riesgo y que si alguien perdió en las pasadas elecciones fue el sistema democrático. A pesar del preocupante fenómeno de inasistencia no hemos dejado de escuchar pronunciamientos sentenciosos de triunfalismo, y otros de advertencias altisonantes para las elecciones de mayo por parte de quienes perdieron las elecciones. Así las cosas, la clase política dominicana presenta poca preocupación al abandono que viene en aumento desde el proceso pasado y que parece evidenciar una crisis en el sistema de partidos que se expresa en la deserción. Tomando en cuenta el total de los votos emitidos con respecto a la generalidad de los electores activos, podríamos presumir que la llamada Crisis de Partidos ya no consiste únicamente en la pérdida total de la identidad ideológica con respecto a las organizaciones que tercian, sino también en el desistimiento masivo a los partidos y a la participación electoral ciudadana.
El abandono de los electores debe ser motivo de profunda preocupación para la clase política dominicana, ya que en el acto no solo sufre la democracia, sino también los mismos políticos quienes, al mediano plazo, podrían perder su hegemonía frente al surgimiento de una alternativa Outsider ajena a los partidos tradicionales.
Por otro lado, al comportamiento electoral con sus respectivos resultados podría dársele una lectura aún más pragmática, pero objetiva, que conduzca a una mejor valoración de los acontecimientos más allá de la simple afirmación triunfalista. Es cierto que el oficialismo venció en casi la totalidad de las plazas municipales, pero no se puede por ello argüir que tiene definido el panorama electoral frente a la inminente elección presidencial. En pocas palabras, los vencedores construyeron mayoría en base la participación de una minoría del pueblo, lo que significa que las grandes masas aun no se han pronunciado. El Partido Revolucionario Moderno no puede, sobre la premisa de la reciente victoria, creerse ganador y restarle importancia a la amenaza que podría constituir la alianza RescateRD, ya que los matices para un proceso electoral presidencial son otros y la gran mayoría hasta ahora silente resulta indeterminada para los partidos.
Los partidos de oposición a su vez no podrían argumentar en su defensa que el escenario para la elección de mayo se definirá positivamente para ellos por el nivel de abstención en las pasadas elecciones, porque si bien es cierto aún queda un amplio mercado electoral por conquistar, o una gran cantidad de votantes que aún no se han expresado en las urnas, esos votos pendientes constituyen más bien un voto apático para ambos bandos cuya tendencia la sabremos precisamente el próximo 19 de mayo. En lo adelante será responsabilidad de los partidos políticos, y sobre todo de sus principales líderes, motivar a la población en la participación activa del voto procurando con ello no solo vencer sobre el opositor, sino también paliar el preocupante fenómeno de la abstención.
Quedan 90 días para las elecciones. A partir de ahora muchas cosas pueden cambiar…