Estamos a ley de dos años de las elecciones presidenciales programadas para el tercer domingo de mayo de 2024 en República Dominicana, tal y como lo establece la Constitución vigente.
Y a una distancia de 731 días para que el presidente Luis Abinader complete su programa de gobierno que, justo es reconocer, ha estado mutilado por factores externos e internos.
Decimos mutilado porque al tomar juramento para dirigir los destinos de la nación con un nuevo concepto político y administrativo, no pudo poner en marcha su plan de gobierno como lo había planeado, por haber recibido el país en bancarrota, y una pandemia que azotaba la República y el resto del mundo.
Sus primeros 18 meses de gobierno (16 de agosto de 2020 al 16 febrero de 2022), los utilizó para redistribuir los pocos recursos económicos que dejó el gobierno del expresidente Danilo Medina con su Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Sus primeras urgencias estaban concentradas en la atención y salvamento de los enfermos del Covid-19, en la compra y financiación de ventiladores pulmonares, hospitales móviles, camas y equipos de protección para personal médico y de emergencia.
Igualmente, diligenciar en mercados internacionales la compra de vacunas, mascarillas, guantes, medicinas y otros materiales gastables requeridos universalmente para enfrentar la pandemia.
Tan mal estaba el país, que semanas antes de las elecciones presidenciales, Danilo Medina, muy seguro de la catástrofe económica en que había sumergido la nación, aseguró frente a cientos de peledeístas que le aplaudían:
“Si nosotros no cortamos ahora a tiempo el problema del déficit, yo sé que el próximo gobierno no tendrá nada que hacer en la República Dominicana, porque el nivel de deuda del país es sumamente alto, y no tendremos posibilidad de seguir buscando dinero para pagar los compromisos contraídos”.
Así estaba el país cuando el 16 de agosto de 2020 Luis Abinader recibió la banda presidencial en ausencia de Medina, quien de manera irresponsable se negó a participar en el acto protocolar de cambio de mando que se realizó en el Palacio del Congreso Nacional.
Tres meses han pasado desde que el presidente Abinader levantara, el pasado 16 de febrero, las medidas restrictivas y los protocolos de prevención obligatorios relativos al virus de la COVID.
Decisión que tomó tras recibir los informes de los sistemas de salud públicos y privados que aseguraban que las políticas de vacunación y prevención puestas en práctica habían sido exitosas, dando paso a la flexibilización paulatina de estas hasta su eliminación.
Es a partir de febrero de este año que el gobierno ha podido poner en marcha su verdadero plan de trabajo en busca de la recuperación económica y producción en todos los niveles.
Muchas son las dificultades por encarar y promesas por cumplir frenadas por culpa de factores externos, como la pandemia y los efectos colaterales negativos causados por la guerra entre Rusia y Ucrania.
Sabemos que la carestía de productos importados básicos para la alimentación, de mercancías, de combustible y sus derivados no pueden ser adquiridos con la prontitud requerida.
El rompimiento de la cadena de suministros que generó, primero la pandemia y ahora el conflicto Rusia y Ucrania, continúan afectando en gran medida a la nación.
La guerra entre Rusia y Ucrania no vislumbra solución a corto plazo, y en cualquier momento podría empeorar, para desgracia de la humanidad.
Justo es reconocer que, a pesar de las grandes dificultades, el gobierno dominicano ha logrado el mejoramiento de las edificaciones de cientos de escuelas y construcción de nuevos centros educativos en ciudades y pueblos.
Además, la modernización estructural de muchos hospitales públicos y la construcción de nuevos centros de salud con instalación de equipos de alta tecnología, mejorando la capacidad de internamiento a los enfermos y la libertad de acción del Ministerio Público.
La inauguración de nuevas carreteras y autopistas, caminos vecinales, sistemas de regadío en los campos y mejor flujo de agua pluvial residencial en la Capital y comunidades del interior son signos de buena voluntad administrativa.
Uno de los logros más llamativos ha sido la recuperación de la industria turística en un tiempo record, para ser considerado el número uno en el mundo, y recibir un premio por parte de la Organización Mundial del Turismo (OMT).
Es por ello por lo que sus opositores políticos, desde sus guaridas partidarias (PLD, PRD y FUPU) boicotean toda iniciativa gubernamental que vayan en beneficio del país y de todos los ciudadanos dominicanos.
Una red societaria de manipuladores, mentirosos y farsantes, especialistas en tergiversar hechos y realidades que fortalecen sus “modus operandi”, es decir, sus metodologías particulares de hacer política partidarista sin inmutarse ante sus críticos.
Por eso se oponen rabiosamente a que la justicia independiente se consagre en la Constitución de la República, como tampoco quieren se apruebe el proyecto de Reforma del Sistema Educativo, ni el Plan de Reforma Policial. Y mucho menos la Ley de Extinción de Dominio.
Los escándalos de corrupción cometidos en las pasadas administraciones revelan que ellos son merecedores de investigaciones judiciales por sus vinculaciones directas e indirectas en los delitos descubiertos por fiscales independientes del Ministerio Público.
Decir que aún no ha decidido intentar ir por un segundo período gubernamental, son melodías agradables a los oídos de sus adversarios.
Gozan al escuchar su indecisión, la aplauden y rezan para que así se mantenga hasta lograr su negatividad, creyendo que con ello aseguran sus posibilidades de regresar a donde no se les debiera permitir entrar.
El tiempo vuela, señor presidente Abinader. Continúe su programa de gobierno para realizar los cambios positivos prometidos a lo interno del país, por el bien de todos los dominicanos, pero sin olvidarse nunca de la diáspora, que también espera por mejores sendas de progreso y armonía entre todos sus integrantes.