Este es el relato de dos mujeres, una de 15 años, la paciente, y de su madre de 40 y tantos años. Observaremos cómo cada una narra sus vivencias en torno a un mismo proceso de dolencia, la depresión, y la lucha de ambas contra la idea e intento de autolesión, que como espada de Damocles pende sobre la adolescente.
Cada año más de 700 mil personas se suicidan en el mundo, esto es uno alrededor de cada minuto. Se estima que ocurre un intento cada cinco segundos, siendo este el factor de riesgo individual más importante para consumarlo. Es una de las 10 principales causas de muerte en cada país y la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años. En nuestro país ocurren alrededor de 600 cada año. Un suicidio individual afecta íntimamente al menos a otras 6 personas. El impacto psicológico sobre la familia y la sociedad no es mensurable.
La relación entre depresión y suicidio es muy estrecha. Se sabe que más del 80 % de las personas con depresión piensan en el suicidio como una salida a su situación. Las evidencias indican que hasta el 15 % lo ejecutan. Esto nos dice que el suicidio rompe el instinto de autopreservación, uno de los más fuertes y antiguos del ser humano.
“Hace casi tres años mi hija empezó a cambiar, todo le molestaba, se irritaba con facilidad, no quería socializar ni salir de la habitación, la cual siempre quería mantener a oscuras. Empecé a sospechar que eso no era normal para una recién adolescente de apenas 12 años por lo que decidí llevarla a la consulta de psicología. De la primera y siguientes visitas salieron a relucir comportamientos inusuales y recomendaciones para tratar diferentes patologías que se le identificaron, como la ansiedad, un duelo por la muerte de un hermano años atrás y el manejo de sus emociones, entre otras. Después de meses de visitas no hubo mejoría y decidí, con muchos miedos y temores, llevarla a un médico psiquiatra.”
“En el mes de octubre del año 2020, por medio de estudios y de médicos especialistas fui diagnosticada de depresión psicótica y ansiedad generalizada. Llegar hasta ahí fue difícil para mí por todas las sensaciones horribles que venía sintiendo, como para mis familiares que me tenían que soportar. Pero no sabía que lo peor no había pasado. Seguí con mi terapia en psicología clínica y a partir de ahí con psiquiatría. Me empezaron a administrar varios medicamentos, un antidepresivo, otro para la ansiedad, pero no hubo mejoría. Al contrario. Con el tiempo me empezó a llegar una voz en mi cabeza, me decía cosas, empecé a desconfiar de mi misma, tenía miedo a quedarme sola porque sentía que podía hacerme daño. Me entraban ataques de pánico, ira y ansiedad, todos juntos. No sabía cómo controlarme, me volví una adolescente inestable, asocial y distante. Los sentimientos eran cada vez más fuertes, las ideas y pensamientos me llevaban a pensar que la vida no valía nada, que por más que luchara eso me vencería”
“Cuando se medicó a mi hija con antidepresivos y ansiolíticos pensé que todo volvería a la normalidad, pero lamentablemente no fue así. Por los siguientes dos años seguimos en terapia psicológica y en visitas a más de un psiquiatra y mi hija no mejoraba. Saber que mi hija escuchaba voces que le decían que se suicidara, que era fea, que era gorda, que nada valía la pena fue devastador para mí. En marzo de este año me llaman del colegio porque se había autolesionado con intención suicida. Me enteré que ya antes lo había intentado, que era una idea fija que la martillaba. Mi mundo, ya frágil, se vino abajo. La desesperación me arropó. El psiquiatra que la atendía sugirió ingresarla y así se hizo. No quiero relatar aquí lo difícil de la decisión del ingreso, responsabilidad que tuve que tomar sola porque mi esposo estaba pasando también por un proceso depresivo, sino también por las implicaciones económicas. Nuestra economía había sufrido bastante en estos casi tres años de tratamientos y consultas.”
“En marzo de este año todos mis pensamientos, todas mis ideas y todos mis sufrimientos me vencieron. Tuve el peor día de mi vida, perdí el control de mí. Quería matarme y lo digo en serio. Estuve una semana en una Unidad de Salud Mental. Llegué a creer que ese sería mi hogar para siempre. Me alegró salir no porque me hubiera sanado, porque aunque estaba como anestesiada, mi depresión la sentía igual; me hizo bien salir porque volví a ver a la gente que amo.”
“Cuando mi hija fue dada de alta y después de habérsele cambiado nueva vez el tratamiento, su condición de salud mental seguía siento grave y yo estaba desesperada. Estaba convencida que era un asunto de tiempo que se diera un nuevo intento que se consumara el suicidio. Decidí cambiar de médico. Se estableció desde la primera visita una buena conexión del nuevo psiquiatra con mi hija “Mami entendí realmente cual es mi diagnóstico y cómo enfrentarlo”. Hubo cambio en la medicación y todo fue dando un giro. Puedo decir al cabo de estos meses que al día de hoy mi hija está estable, los síntomas de la depresión, las voces, la tristeza y las ideas de hacerse daño han desaparecido. Quedan algunos síntomas de ansiedad pero tengo la esperanza en Dios de que se irán desvaneciendo. A quien lea estas líneas le exhorto a que no pierda las esperanzas nunca, el camino puede ser largo y es difícil, pero SI SE PUEDE. La depresión no se cura sola, necesitamos darle apoyo, buscar ayuda profesional a tiempo. Todo deja un aprendizaje, hoy día puedo decir que tengo más cercanía con mi hija, la veo sonreír, socializar, la veo renacer, disfrutar de la vida nuevamente. Todo esto me da tranquilidad y me hace feliz. No nos podemos dar por vencidos.”
“Hace meses que estuve ingresada, mi madre me cambió de psiquiatra y este me cambió los medicamentos y me ha ayudado a mejorar mi forma de ver las cosas. No tengo síntomas depresivos y las voces son cosas del pasado. Mi pensamiento ha ido cambiando y mi vida también porque tengo ganas de vivir y disfruto de las cosas. Entiendo que tengo una enfermedad y que tengo que vivir con ella, es de las peores no lo dudo, hasta me queda frustración y algo de ansiedad. Pero me mantengo firme, quiero seguir avanzando, seguir recuperándome porque tengo ganas de vivir y preparar mi futuro. Estuve por meses y meses en un túnel tan oscuro que me agoté y quería morir. Hoy quiero decir a todo aquel que tenga algo parecido a eso horrible que si yo pude vencer a la depresión y al suicidio tú también puedes”.
Nota: Ambos relatos son verídicos en todas sus partes. Se han usado con el consentimiento de lugar.