Desde su llegada al poder, el presidente Luis Abinader ha intentado posicionarse como el artífice de una "nueva República Dominicana", en la que cada propuesta y reforma se presentan como "hitos históricos". No obstante, un patrón particular parece repetirse: cada vez que una de sus iniciativas enfrenta el rechazo social, el gobierno se ve obligado a dar marcha atrás. Este fenómeno, conocido ya como el "síndrome del recule crónico", ha convertido a las promesas del presidente en fórmulas mágicas que, lejos de consolidarse, desaparecen al menor indicio de oposición.
La renuncia de Carlos Pimentel a la Dirección General de Alianzas Público-Privadas para mantenerse solo como director de Contrataciones Públicas fue vista como una admisión de la incapacidad del gobierno para sostener sus propias designaciones, a lo que se añade el anuncio de eliminar la renovación de licencia de conducir para los mayores de 65 años, lo que constituye otro ejemplo de la tendencia del presidente a retroceder cuando las críticas arrecian. Ambos eventos reflejan la fragilidad de las decisiones gubernamentales, que nacen bajo el lema de “transformación” y terminan siendo revertidas sin mayor explicación.
La “modernización fiscal”: magia que disfraza el retroceso
Uno de los episodios recientes más representativos de este “recule crónico” fue la retirada de la llamada "modernización fiscal", presentada como una reforma necesaria para el bienestar de las presentes y futuras generaciones, propuesta que provoca la "Rebelión de las Ovejas", que se manifestó en cacerolazos y consignas que dejó en claro su rechazo a más sacrificios económicos en tiempos difíciles.
Al verse entre la espada y la pared, el gobierno optó por retirar su proyecto, mostrándose como “un gobierno que escucha”, aunque lo real es que el presidente Abinader no logró sostener la narrativa de progreso detrás de su propuesta, al ver el reclamo popular podría tomar el camino del despeñadero del desgaste político, aunque muchos entienden que no salió ileso de la "Rebelión de las Ovejas".
El presidente que improvisa y la paradoja de la gratitud
El presidente Abinader ha estado marcado por un afán de anunciar iniciativas ambiciosas que no siempre pasan del papel, por la premura por mantener la atención pública, lo que le ha lleva a lanzar proyectos que aún no han sido madurados. El resultado es una sucesión de propuestas que, en lugar de consolidar su gestión, revelan una falta de planificación estratégica, lo que demuestra que, en su afán por posicionarse como el líder del cambio, el mandatario se ve obligado a recoger sus palabras y a ceder ante una sociedad que cada vez se vuelve más crítica.
Otros ejemplos del “síndrome del recule crónico” fue el intento de gravar el sueldo navideño en plena pandemia, una medida abandonada ante el rechazo unánime de la sociedad, y tenemos que recordar aquella propuestas del fideicomiso de Punta Catalina, la ley de ciberdelincuencia y la Ley de Trata de Personas que también sucumbieron a la presión social, y ni qué decir del intentos de redefinir las funciones del DNI, en la que entre otros aspectos contenía, exigir a los periodistas la revelación de sus fuentes, con lo que a coro hay que clamar que quedaron sepultados por las críticas, lo que constituye una clara reiteración de que las improvisaciones.
Este “recule crónico” ha creado una paradoja irónica en la sociedad: a pesar de que el gobierno es quien propone medidas impopulares, muchos ciudadanos aplauden cuando decide no llevarlas a cabo, pero tras enfrentar al lobo, las ovejas se dieran la vuelta, y le agradecieran por su “compasión”.
Pero quienes miran de cerca saben que detrás de cada retirada no hay un acto de nobleza, sino una maniobra para salvar la imagen de un liderazgo que a todas luchas ha iniciado el camino del desgaste, junto a su joven gobierno, que ese constante evidencia que la estrategia de Abinader privilegia el espectáculo por encima de la estabilidad.
Cada recule es una victoria para la sociedad, que ha aprendido a decir “no” cuando es necesario. Sin embargo, la pregunta que queda es si esta sociedad seguirá agradeciendo cada retirada, o si ha llegado el momento de exigir una política coherente que no juegue con las expectativas del pueblo, porque mientras algunos ven en Abinader un líder magnánimo, otros sabemos que detrás de cada “fórmula salvadora” solo se esconde el cálculo político de un gobierno que no quiere correr el riesgo de enfrentar una verdadera oposición popular.