Porque: Se hacen los mismos hechos, desde que el primer troglodita emigró de la caverna.

Por dejar de ver y hacer,
se pueden producir cualquier
tipo de estropicio.

Estamos ya predispuestos a que cada vez que un político abre la boca sospechamos que algo oculta bajo su capa de sarcasmo ofensivo para todos aquellos que, medianamente, podemos o creemos que podemos pensar. Y es que, hasta la continua disminución de votantes en cada elección debería de darles algún tipo de sospecha sobre lo harto conocidos que son por el pueblo, ya sea por su sardónico sentido de humor o las mentiras que encierran sus palabras o promesas.

Estos enganchados a la política forman parte de aquellos que pregonan que nadie es imprescindible en este mundo -a excepción de ellos-, y quizás, solo quizás, fundamentado en esa teoría de que el conjunto es más importante que el individuo. Todo esto, sin pretender admitir que un solo y simple tornillo del engranaje puede destruir el componente por entero y, en este caso, sería el ineficiente, caótico y corrupto sistema político que malamente han implantado.

Estos señores, al igual que las religiones, desde los tiempos del famoso “descubrimiento”, han fraguado, creado, articulado cuentos, fábulas, leyendas y héroes, con la única finalidad de cimentar la base sobre la creencia de su imprescindibilidad y, a tal grado ha llegado este proceder que poco les ha faltado para santiguar a líderes en diferentes niveles para que, por su oratoria o quizás felonía y hasta una falsa bonhomía, se conviertan en el Norte que todo el pueblo deba seguir, y poco les ha faltado para mimetizarse con los pobres mediante falsos abrazos y envenenados besos, todo con la finalidad de parecer que son en realidad uno de ellos.

Lo malo de todo esto es que, a pesar de en su gran mayoría ser personas leídas, bien instruidas- y más los de nuevo cuño, educados en las mejores universidades del mundo, pero con el dinero del pueblo-, ni siquiera por asomo le hacen caso a todas esas cosas que la experiencia les dice que son buenas y que son bien conocidas por ellos, ya que la han -por lo menos- leído. Como serían entre otras sentencias; ante el dolor, llenarse de estoicismo; frente a la derrota, todo un derroche de entereza y, sobre todo, ante el triunfo, adoptar toda una eternidad de modestia, aunque esta última palabra, ante sus hechos, han demostrado con creces, que la desconocen por completo.

Quizás sea por esto, que una gran parte de los que logran saciar sus ambiciones personales por medio a la mala e indecorosa práctica de la política, en medio de este mundo imperfecto y lleno de tantas ambigüedades, tanto en lo espiritual como en lo material, necesitan obtener un poco de decencia en su actitud frente a quienes deben sus logros y, no arrostrarle en la cara la “onorabilidad” que ostentan, ya que, esos paupérrimos que les dieron su poder, muchas veces, el instinto de supervivencia, supera y desafía con creces su rebeldía, negando por completo hasta -reitero-, a la propia lógica.

Muchos de estos, amparados en un patriotismo simplista, borrachitos de poder, se niegan a ver la espada de Damocles representada por la gente del Oeste, que tarde o temprano, nos pueden convertir en un estrepitoso fracaso como nación, es decir, perder aquello de Quisqueyanos, como dice nuestro himno o, como dominicanos, según la cédula. Situación esta, que, en pocas décadas, -reitero-, nos podría poner a leer noticias como esta: En el día de ayer, el Señor Pie, presidente de la nación, con el fin de desarrollar el comercio, dictó un decreto donde se elimina la utilización de visado o cualquier otro tipo de documento para transitar libremente entre las dos naciones. Ufff, sí, podría ser. ¡Sí señor!