Nuestra cuatricentenaria casa de estudio, primada de América, se aboca a la renovación electoral de sus cuadros dirigenciales en todas sus vertientes. Al discurrir sobre este tema de alto interés para el país, debo advertir en primera instancia que refrendo la candidatura a la rectoría del maestro Editrudis Beltrán. Aclaración pertinente, nunca he sido “neutral” ese concepto es una ficción, hasta el juez cuando dicta una sentencia asume un rol parcial con lo que considera correcto. No obstante, pretendo destacar en primer orden la cualidad de referente de la UASD, para múltiples aspectos de la vida nacional somos un laboratorio político social, y por eso los temas transcendente de la política universitaria son de manejo público aleccionador. Ese es el asunto que intentaremos abordar.
La UASD desde el movimiento renovador ha democratizado los procedimientos electorales sirviendo de paradigma hasta en momentos de graves encrucijadas, como en la ocasión que se necesitaba demostrar que la boleta única era la opción en las elecciones nacionales, para evitar la antigua usanza de comprar boletas electorales. En nuestra universidad se desarrolló la gran prueba de fuego de la boleta única, en las otroras elecciones estudiantiles. Se demostró que eran viables y que el margen de error entre los votantes era menor de lo que sugerían los opositores a ese tipo de votación, liderados por el Gobierno de turno en ese lapso. Inclusive a finales de la década del 70 se hicieron unas elecciones de autoridades con las antiguas computadoras.
Más reciente en una de las elecciones de Faprouasd se desarrolló un proceso experimental con computadoras modernas. En la actualidad nuestra comisión electoral acaba de sentar notaciones de independencia plena en sus funciones, actuando de modo estricto en atención a lo establecido en la estructura electoral de la institución. Algo que debe ser extensivo a las autoridades centrales, que tienen todo su derecho como profesores a adherirse a una de las candidaturas que compiten, pero que deben cuidarse de no convertir las actividades institucionales en actos proselitistas a favor de sus preferencias electorales.
No solo para experimentar mecanismos de votación ha sido importante la universidad, sino para fórmulas de alianzas política, y métodos de promoción ciudadana. Aunque en este aspecto nos hemos estancado, no ha sido posible superar el activismo febril o desorbitado de los partidos políticos tradicionales, las campañas electorales universitarias reflejan el habitual pugilato de «tú me tira las cajas y yo te tiro los cajones». Solo nos falta que alguien empiece a repartir barras de salchichones o que suene una “tabaná”, como decimos en el barrio. Esto no nos luce, debemos ser el ejemplo didáctico de la población en la brega por superar los aberrantes carnavales electorales tradicionales.
Cada vez que asoma una tormenta electoral en el país, pienso en el «Teórico» Jimmy Sierra. Cuando el suscrito era dirigente estudiantil en la secundaria, los dirigentes de la UER asistíamos a la universidad a las actividades importantes, Jimmy era dirigente universitario, en una asamblea en el aula magna en su discurso pronunció una frase popular: «en el mercado el que vende los productos más podridos es el que más escándalo hace». Eso también es típico de nuestros torneos electorales nacionales, y de modo lamentable se está reproduciendo en el ámbito uasdiano, debemos tenerlo muy en cuenta. Nos corresponde superar ese estado de estéril tirantez entre las diferentes candidaturas. Lo que procede es ofertar con moderación y métodos innovadores y persuasivos las fórmulas programáticas para favorecer el desarrollo de nuestra universidad. Con descalificar a uno que otro candidato a cualquier puesto direccional perdemos todos.
Debemos desterrar el garrote electoral y político, que viene de lejos desde los tiempos de Concho Primo con aquello de «quítate tú para ponerme yo». Parece que nunca pasará de moda el cuento «Los gobiernistas» de Joaquín M. Bobea (publicado originalmente en 1904), que satirizaba las frecuentes “revoluciones”, en su generalidad los gobiernistas gozaban siempre del poder político, destacando que tras el derrocamiento de Ulises Francisco Espaillat en 1876, un ciudadano español estimó podía llegar al solio algo mejor y se apresuró a ubicar quienes eran los vencedores de la nueva rebelión, que estaban desfilando en esos instantes frente a su casa:
[…] al reconocer a los de la callejera fiesta y que echaban vivas al nuevo Gobierno, dio tamaños gritos a su consorte, expresando así:
-¡Teresa! ¡Teresa! ¡son los mismos!…
Y efectivamente, eran los mismos, eran los gobiernistas que abandonaban al caído para levantarse a la sombra del sustituto”. (Emilio Rodríguez Demorizi. Cuentos de política criolla. Colección Pensamiento Dominicano. Santo Domingo, 1963. p. 95).
Ese estigma esta palpitante, no ha muerto. Por suerte ya no es a través de desgarrantes guerras intestinas, sino de las elecciones. Es necesario sepultar ese modelo de dirimir las rivalidades y asumir una verdadera disputa programática. La universidad es el gran laboratorio de ciencias políticas de los dominicanos y las circunstancias reclaman que así actuemos.
En la actualidad asistimos a un enconado debate centrado en las cualidades de los dos principales candidatos a la rectoría. Esta disputa en nada aporta al adecentamiento del antagonismo electoral nacional. En el caso de los candidatos se trata de dos muy distinguidos académicos de larga data, maestros de generaciones en sus áreas, con muy buenas hojas de servicio institucional, y con experiencia en administración universitaria. Ambos reúnen todas las condiciones cualitativas para ocupar el cargo de rector, el problema inmediato es que se trata de un solo cargo y se debe escoger al que tenga mayor consenso. Esto también es extensivo a los demás cargos electorales.
Entonces debe cesar la descalificación personal a los candidatos y también las promesas electorales vacías de contenido y centrarnos en las ofertas programáticas que tiendan a elevar la calidad docente, de investigación y administrativa de la institución, que en realidad constituyen el elemento primordial para el desarrollo de la universidad. Deberá obtener la victoria uno, pero esto no descalificará al no favorecido, que podrá optar en una nueva oportunidad, dentro de nuestro indiscutible ambiente democrático.
Nosotros que hemos advertido somos partidarios de la candidatura a la rectoría del académico Editrudis Beltrán y su equipo, no dejamos de reconocer las cualidades de sus adversarios. ¿Por qué tengo que descalificarlos si tienen méritos suficientes?
Refrendamos la candidatura de Beltrán y su equipo además de sus condiciones académicas, porque han concitado una importante coalición de universitarios que le otorgaran el triunfo y su programa contiene aspectos vitales para el desarrollo de nuestra universidad. Estos son los aspectos que en los sondeos electorales los colocan de manera cómoda en condición de punteros. Pero si ubicamos en un plano secundario el programa e insistimos en el tira y jala con las cualidades de los candidatos en un debate infecundo, el programa quedará como un simple requisito, como un pedazo de papel, parafraseando un funesto político que calificó con esos términos a la Constitución.
Lo correcto es el lineamiento trazado por un gran pensador Oriental: «Que se abran cien flores y compitan cien escuelas del pensamiento para promover el progreso en las artes y de las ciencias […]. Los dos programas tienen muchos puntos comunes y eso es importante, porque nos dice el camino que se pretende seguir, aunque los consideró muy prolijos para el espacio de Gobierno universitario. No obstante, estimo que en el magnífico programa (Plan estratégico 2022-2026) de Editrudis Beltrán, procede que el próximo Consejo Universitario, se trace la elaboración de un programa mínimo con fines ejecutivos para poder aterrizar, asumiendo además aquellos temas de interés contemplado en el programa de los adversarios.
A continuación en apretadas síntesis nos referiremos a algunas de esas propuestas que consideramos básicas en el programa de trabajo presentado por el equipo del maestro Editrudis Beltrán. En lo docente priorizar el currículo en relación a las demandas actuales y futuras de la sociedad, o sea promover carreras necesarias para el desarrollo social. No es fortuito que observamos carreras tradicionales saturadas de estudiantes y luego de profesionales, mientras otras de alto interés para el desarrollo nacional por desconocimiento tienen una matriculación ínfima.
Estrechar relaciones con los egresados, es algo vital, pero siempre soslayado. La UASD produce la mayor parte de los profesionales que necesita la sociedad, pero los abandona para siempre, exceptuando el concepto nuevo de las maestrías. El egresado debe ser un componente del rol universitario, no debe quedar huérfano, ganamos todos al tomársele en cuenta para aspectos esenciales de sus áreas y del funcionamiento orgánico de la institución. Es una retroalimentación imprescindible.
La ampliación de la estructura física y de tecnología en aulas y laboratorios, ese aspecto tan vital siempre es letra muerta en los programas, y ha llegado el tiempo que no debe seguir siendo obviado. En el edificio Dr. Defillo de la Facultad de Ciencias de la Salud se hizo un proyecto modelo, que debe ser retomado.
El rediseño de los puestos de estructuras. Este tema me horroriza, recuerdo la universidad de mis tiempos como delegado estudiantil al Consejo Universitario, la institución contaba con los funcionarios estrictamente necesarios. El rector tenía un ayudante, que generalmente era inamovible, conocía todos los aspectos básicos para asesorar los rectores, en esa época era el doctor Rincón. Hoy tenemos una proliferación de asesores, enlaces, contraenlaces, etc.
El aumento de la inversión en la investigación científica; esa es una pata de la que siempre hemos cojeado, por no decir la tenemos amputada. Soslayamos la importancia extraordinaria de este concepto, en un país virgen como el nuestro donde tenemos tantas cosas que desentrañar en el orden social y natural. Obviamente esto tiene una trascendencia fundamental para los aspectos docente y de extensión.
El aspecto de los TIC, es algo de primera línea en la educación superior actual y siempre tiene una importancia vital. Junto a ello la vinculación de la tecnología con la docencia, y la automatización de los servicios a todos los universitarios, incluyendo a los egresados, que tienen que pasar la de Caín cuando tienen que pasar por la dirección de Registro.
La desconcentración de las labores administrativas de los recintos, centros y subcentros, siempre manteniendo las reglas de controles estrictos en los aspectos básicos. Retomar el espíritu de vocero público de la universidad en el reclamo de las necesidades más perentorias de la sociedad, el verdadero defensor del pueblo como fue el rol ocupado en tiempos atrás.
La principal maquinaria productiva de la UASD en la formación profesional es el docente, y todo empleador debe preocuparse porque sus máquinas trabajen a la perfección, entonces el eje estratégico Núm. 10 del programa es vital en lo referente a la calidad de vida de los servidores universitarios. De ahí que no sea un privilegio promover facilidades para planes de viviendas y mejorar sus salarios en función de los indicadores económicos del país. Lo peor que puede ocurrir es un profesor con múltiples problemas económicos, aunque usted no lo quiera se refleja en la disminución de su capacidad para impartir una docencia efectiva, quienes tenemos un buen tiempo en esos menesteres sabemos que es un gran inconveniente, que no está ausente de las labores docentes cotidianas.
Nos quedamos con estos comentarios para no pecar de prolijo, porque la temática es extensa, en otra oportunidad pretendemos continuar con los demás aspectos. En definitiva, solo perseguimos suscitar el debate programático e incitar al abandono de los huracanados vientos problemáticos.