Los conflictos fronterizos son humanos, comprensibles por eventos históricos que lamentablemente cada parte interpreta a su manera, echando toda la culpa al vecino.
Eso explica la situación entre Hamas e Israel, pero también entre dominicanos y haitianos, hijos de una misma historia, pero enfrentados como Jacob y Esaú en la narrativa bíblica.
Asistimos a un momento crítico de la historia cuando hay más de 100 países en guerra con el vecino, y en todas partes prevalece el mismo prejuicio: ¡los malos están del otro lado! Ese prejuicio tan humano se encuentra en la raíz de todas las guerras, cada cual con la excusa de estar matando a los malos.
En la consejería de parejas conocemos el valor de la autocrítica, como elemento de madurez indispensable para evitar el divorcio. El consenso de los terapeutas de familia es que, en toda crisis conyugal, las fallas se producen de parte y parte, y ninguna crisis tiene una explicación tan simple como una parte culpable, y otra inocente. Echarle toda la culpa al vecino haitiano es el error que solemos cometer de este lado, igual que el prejuicio del otro lado, que en todo culpan a sus vecinos dominicanos. Ese prejuicio es universal, y es la regla entre países vecinos, con muy pocas excepciones.
De este lado, esta es mi autocritica. Primero, debemos eliminar la ‘camiona’ violadora de derechos, porque solo recogen negros, y porque no hay reclamación que valga, salvo pagar el peaje de RD$5000.
En el momento actual, con un mundo en guerra por todas partes, y un planeta llorando con las lágrimas del cambio climático, se exige que cada parte se detenga, y haga su autocrítica como contribución a la paz.
De este lado, esta es mi autocritica. Primero, debemos eliminar la ‘camiona’ violadora de derechos, porque solo recogen negros, y porque no hay reclamación que valga, salvo pagar el peaje de RD$5000. Segundo, hay resolver el problema de los-hijos-de-los-hijos-de-los-cañeros, que pasados gobiernos trajeron con “fichas”, y los gobiernos siguientes los declararon indocumentados, y hoy están en el aire, en el único país que aman y conocen. Tercero, hay que devolver sus documentos a los que sacaron sus cédulas antes de la constitución del 2010, tal como esa misma constitución prescribe. Cuarto, hay que reconocer la nacionalidad a los hijos de matrimonios mixtos, de Haitian@s y Dominican@s, por simple obediencia a la constitución. Quinto, tenemos que normalizar el mercado en la frontera, de modo que nuestros productos paguen a Haití los impuestos que se pagan en todas las fronteras.
Como cristiano practicante he aprendido a hacer autocrítica, y así lo hago ahora. Ojala el vecino de al lado haga lo mismo, y reconozca que ellos mismos son responsables de su situación, y no el vecino, y que el fracaso en respetar los acuerdos políticos, y la negativa a someterse a resultados electorales ha parido el Estado fallido que tienen hoy.
La salida al prejuicio es la mediación, por una instancia neutral como sería la OEA, o la ONU, proceso que ya se ha iniciado. Hagamos votos por una salida que tome en cuenta los argumentos de ambas partes, y respetemos a rajatabla sus resultados, pues podría ser el inicio de una era de paz entre los dos pueblos que ocupan la isla de Quisqueya, Haití o Babeque.