La capacidad de hablar y la escritura nos permiten expresar nuestros sentimientos y nuestro aprendizaje y esto nos transforma, a la vez que transforma nuestro entorno.
La escuela psicoanalítica señala que la expresión de los sentimientos a través del lenguaje es una catarsis. Desde luego, la capacidad de manifestarlos es esencial para ser una persona consciente y exteriorizar las emociones. Más aun, el eminente psiquiatra español Luis Rojas Marcos nos explica que el simple ejercicio de hablar, en cualquiera de sus formas, aporta vitalidad y, aunque parezca sorprendente, es un factor que contribuye a prolongar la calidad de vida.
La Organización Mundial de la Salud define la salud como el completo bienestar físico, mental, social… no solo como la ausencia de enfermedad. Por esa razón, la medicina actual ha ampliado su misión tradicional (prevenir y curar) a la educación y la divulgación, a hacernos conscientes de qué acciones y actitudes benefician o perjudican nuestra salud.
Las relaciones sociales son fundamentales para tener un completo bienestar psíquico y físico. Hablar es la actividad humana natural más eficaz a la hora de proteger la autoestima y la percepción de uno mismo y de los demás. Por ello, es tan importante, gratificante y saludable compartir nuestros sentimientos y experiencias con otras personas. Por el contrario, el mutismo, la inhibición y la incapacidad de expresar nuestros sentimientos pueden ser síntomas de enfermedad.
Por esa razón, del mismo modo que debiéramos hacer ejercicio físico a diario, tendríamos que incorporar rutinas psíquicas en nuestro día a día como propósito de protección de nuestra salud mental. La estimulación continuada de cualquier órgano lo fortifica poco a poco y le proporciona una fuerza a la duración de dicho estimulo. La falta de estimulación, en cambio, lo atrofia, lo empobrece, incluso lo hace desaparecer.
Los efectos protectores de las actividades mentales y sociales fortalecen nuestra salud y satisfacción con la vida y originan un sentimiento de pleno bienestar. Por tanto, la conversación y todas las actividades de socialización son la mejor medicina para nuestra salud mental.