Esta misma semana, en la mañana muy temprano, al caminar en el Malecón, me encontré con el hecho de que todas las calles perpendiculares estaban cerradas y el tránsito vehicular en esa gran avenida estaba suspendido. Sin darme cuenta, me encontré en medio, sin proponérmelo, de una cantidad de tres mil atletas que se desplazaban en un maratón.
Aunque inquieto, y provocado por el acontecimiento, quise informarme del evento para conocer detalles que no conocía de la actividad y que, por respeto y prudencia, no debía preguntarles a aquellos hombres y mujeres que estaban compitiendo. Me alegró saber que estas últimas (las mujeres) constituyeran cerca de un 40 % de los participantes.
Tuve razón de no preguntarles a los participantes sobre el evento e irme hasta el punto donde terminaba la competencia que era, a la vez, el mismo punto de retorno de donde partieron. Y lo digo por lo que -varias horas después de haber pasado el hecho- me dijo el maratonista de alto nivel, Dr. Adrián Gutiérrez:
Cito:
"… Profesor, cuando uno está en una competencia en un maratón, es como en la vida misma; de repente te llegan juntas todas las ideas: "debo seguir y mantener la fe; abandono; me paro. No. Sí. Sigo. Debo seguir y nunca debo rendirme…" Competir es un desafío y una batalla que te somete a prueba.
Cuando llegué al obelisco, lugar de donde partieron, de este a oeste, para recorrer diez kilómetros, entre ida y vuelta, me enteré de los pormenores de ese importante evento de atletismo.
Todavía de vuelta a casa por el mismo Malecón, que es el más bello de los malecones del mundo, observé que uno de los participantes tenía una sola pierna; y que decenas de los competidores venían detrás de él para alcanzarlo, gente con sus dos piernas y juventud.
Este extraordinario hombre con una sola pierna había salvado su dignidad en la competencia; y allí estaba… había llegado al mismo obelisco, desde donde había partido hasta los alrededores de la Av. Winston Churchill, para retornar de nuevo, después de diez kilómetros de tenso y desafiante recorrido.
¡Qué ejemplo más maravilloso y lleno de heroísmo para que nuestros hijos y nietos se vean en este espejo y jamás se rindan! ¡Qué ejemplo para nosotros mismos, para no quejarnos por los años y creernos viejos!
Hace más de 2,500 años que se inició la práctica de la meditación dirigida por los sabios para descubrir el poder de la mente humana. ¡Qué pena que las escuelas y las familias no enseñen meditación a sus miembros y desconozcan su valor para nuestras vidas! Y más en estos tiempos.