Si algo necesitan urgente los viejos y nuevos medios nacionales, en general, es una redefinición de su mirada sobre el Periodismo Provincial.
La mayoría se limita a reproducir el viejo patrón a partir del cual sólo son noticiosos los hechos sangrientos, extravagantes y escandalosos, siniestros de tránsito con saldos trágicos, el raterismo, los productos del declaracionismo político y empresarial y las opiniones de fuentes oficiales, sin un ápice de contextualización.
Es la eterna agenda, misma para la metrópoli. Sólo allí hay relevancia. Fuera de ahí es como si los pueblos no existieran. Si no hay muertos, heridos, fenómenos raros y políticos para recibir una llamada, no hay noticia. El día está muerto. Y muertos se presentan los medios ante sus públicos. La monotonía resulta insoportable.
He ahí una razón poderosa sobre la pérdida de lectoría, aunque tales empresas se justifiquen en la expresión facilona: “la gente de ahora no lee”. Queja no del todo válida.
Si no lee, ¿dónde están las estrategias para revertir esa inercia?
Una de las razones de la huida es que las comunidades no se ven representadas en las páginas y en las pantallas.
A lo más que llegan es a caricaturizarlas, y ellas no son eso. Ellas son mucho más que el vicioso, el violador en serie, el hombre que mató a su esposa y se suicidó, el pedófilo, ladronzuelo del barrio, el chivo que nació con dos cabezas, el hombre sin cabeza, el chismecito de políticos de poca monta, el hombre que se alocó y mordió al perro, le hiperbolización de simples acciones de funcionarios, pese a que son parte de sus deberes y las realizan con dinero público, nunca de sus bolsillos.
El Periodismo Provincial debe de trascender esas rutinas. Ampliar el lente para mirar a los pueblos de manera integral. Como son. Hay que mirar a sus hombres y mujeres que los han construido a pulso, con base en el trabajo y los valores, sin claudicar. Resaltar referentes de buenas prácticas, a los maestros de ciudadanía a partir de sus ejemplos de vida. Acompañar a las comunidades en su cotidianeidad y su cultura.
Los medios constituyen la más grande escuela de estos tiempos.
¿Qué mejor lección a sus seguidores que mostrarles al padre y a la madre humildes, que han criado a su prole a golpe de esfuerzo, sin robar? ¿Qué mejor lección que presentar a la mujer y al hombre que sólo han servido a los demás desde sus respectivas áreas? ¿Qué mejor lección que censurar las apologías a los ladrones y, en cambio, llevar a primer plano al ciudadano de a pie, incluso al loco, que ha preferido morir honrado?
Los pueblos necesitan que muestren la partitura completa. Sus reales protagonistas han sido llevados al anonimato.
En cada provincia hay un mundo de informaciones que podrían ser insumos atractivos para medios de difusión masiva. Para descubrirlo se requiere un cambio de enfoque. La conceptualización de noticia no se agota en lo extraordinario. Ni en el saco y la corbata de los salones perfumados.
Urge trascender a los famosos “fam press”. La coyuntura manda a ponerse un jean, un suéter y tenis para bajar a la base y verla de cerca para captar su riqueza, aun en medio del empobrecimiento.
Y eso no se logra sólo con el formato “noticia” que representa al género informativo de primer nivel. Deberían trabajarse en profundidad, como reportajes, análisis, perfiles, relatos interpretativos. Y ser opinados ya como editoriales por la parte ejecutiva y por los articulistas.
El aporte que Acento hace a Pedernales por nuestra vía es impagable.
Bastó una petición a la Dirección para que permitiera contar a esa provincia de la frontera sudoeste de la República Dominicana desde el hondón de su gente, la de antes y la de ahora. Sin condicionamientos. Sin halagos inmerecidos. Sin obviar sus creencias, sus mitos, sus cuentos, su arquitectura, sus sonidos, colores e imperfecciones. Porque son parte de ella.
Resulta inusual el abrir espacio y tiempo sin límite a comunidades empobrecidas para presentarlas desde sus adentros, sin caricaturizarlas.
Para ello, se requiere una conciencia diferente sobre el rol del periodismo en una sociedad carente de información veraz, donde la moda es la banalidad. Sin desprendimiento resulta imposible, porque no reditúa dinero. Ni siquiera aplausos. Más bien, a ratos, llegan burlas, porque vivimos la sociedad de las poses.
El ejemplo de Acento debería multiplicarse en otros medios de información. Se benefician ellos porque tendrían más lectores fieles. Y se benefician las comunidades en tanto serían visibilizadas desde sus entrañas.
Su gesto sería un gran aporte a la construcción de una nueva sociedad basada en valores.