El macondiano acto escenificado este domingo 26 de abril de 2020 en la Playa de Camacho, en San Felipe, capital de la provincia turística Puerto Plata, por el “peregrino de Villa Altagracia”, Mildomio Adames y centenares de sus obedientes seguidores, obligaría al gobierno a una urgente redefinición de sus estrategias comunicacionales de contención la epidemia de COVID-19 que ya ha penetrado todo el territorio nacional con un saldo cercano a los 300 decesos y va de camino a los 7 mil casos positivos confirmados en laboratorios. Algo falla, y no poquito.
Todas las restricciones ordenadas por el presidente Danilo Medina fueron violadas de manera flagrante, con la connivencia directa o indirecta de las autoridades municipales y provinciales: toque de queda, cuarentena, sana distancia, prohibición de las reuniones masivas, uso de mascarillas, regulaciones de circulación.
Nada importó. Ni siquiera el alto riesgo de propagación del virus. El autodenominado mensajero de Dios había llegado para, desde las aguas del mar Atlántico, con su cruz al hombro, rezar y anunciar la detención ya de la epidemia.
Y en él creyeron ciegamente, sin reparar en riesgos ni castigos por incumplimiento de las disposiciones. Pero tampoco en el boletín 38 de Salud Pública, cortado al viernes a las seis de la tarde, que registra una tasa de incidencia de 58%, con 193 casos positivos confirmados y 13 fallecidos en esta provincia de 320 mil habitantes. Las escenas fueron tétricas.
El peregrino avanzó, como rey de reyes, abriéndose paso entre el jolgorio de fieles, con el franqueo de la policía, unidades del 9-1-1, ambulancias, seguridad privada, vehículos con la propaganda del recién instalado alcalde y la animación con canciones religiosas de moda (Paz en la tormenta) amplificadas por grandes bocinas instaladas en un camión.
Nadie salió a frenar la sinrazón y el alto riesgo de contagio masivo por los contactos y la movilidad de los devotos presentes. La cooperación fue cero.
Al parecer, ni cosquilla han hecho las disposiciones oficiales y la campaña de prevención iniciada luego de la detección el 1 de marzo del primer caso importado de la COVID-19 (un turista italiano).
ENCOMIENDA DIVINA
El “profeta” comenzó su procesión a 192 kilómetros del sitio del ritual, en su pueblo natal, un municipio de 486 kilómetros cuadrados, perteneciente a la sureña San Cristóbal. El viernes 24 de abril había llegado al cuartel de bomberos del municipio puertoplateño Imbert, donde pasó la noche. El sábado 25 siguió su caminata hasta el distrito municipal Maimón. Albergó en la parroquia Nuestra Señora de la Milagrosa. Y este domingo en la mañana, recorrió 18 kilómetros hasta llegar a la capital de la provincia norteña, San Felipe, donde cumpliría con “la revelación divina para hacer que Dios acabe con la pandemia”.
“El lunes (27) ya pueden decir al mundo que República Dominicana y muchos países del mundo no tendrán la enfermedad porque Dios ya nos limpió», dijo Adames en un video publicado el sábado en su cuenta de Youtube. https://acento.com.do/2020/actualidad/8810510-multitud-sigue-a-supuesto-profeta-en-puerto-plata-que-anuncia-fin-del-coronavirus-iglesia-catolica-lo-desautoriza/.
Ha anunciado ya sus próximos destinos: San Francisco de Macorís y Cotuí.
MENSAJEROS DE PREVENCIÓN
La incomprensión de fenómenos sociales, como la enfermedad por coronavirus que ahora ha arrodillado al mundo, motiva a mucha gente a buscar las causas en divinidades.
De alguna manera el peregrino se ha dado cuenta de tal comportamiento y ha ofrecido una solución basada en la fe, compatible con los intereses de los públicos creyentes.
Comenzó por inducir a creer en él en tanto emisario de Dios. La cruz de madera que carga no es un accesorio fortuito, sino que opera como objeto evocador de sufrimiento por el bien del colectivo. Y refuerza su discurso con recetas bíblicas. La manipulación funciona. El arremolinamiento y las sinrazones de inicio de esta semana en PP son una muestra.
Mildomio es una realidad, aunque amargue como retama. Ha demostrado que es un líder religioso informal, como hay otros en las comunidades, en las áreas de deportes, a política, economía, historia, gremiales, sindicales. Y eso no debería soslayarlo el Gobierno. Para los fieles, él es más creíble que los funcionarios y los políticos tradicionales. Sus palabras campechanas calan más que los mensajes mediáticos autoritarios. Si algo tiene “El peregrino” es carisma y capacidad natural para capitalizar la excesiva ansiedad y vulnerabilidad de los devotos presas de la ignorancia. Y lo ha puesto a prueba con su nuevo “sacrificio”.
No hace sentido, entonces, hacer coro a la rabia creciente y hasta justificada de los pensantes, por lo ocurrido el domingo. Los desbordados de fe, en mayoría, no se sumarán a nada que atente contra quien les reverdezca sus esperanzas de sobrevivir en la tierra y ser salvados en el cielo.
No es momento para malgastar un tiempo que debería aprovecharse en cuestiones más útiles como reorientar las estrategias de comunicación para empoderar a esos líderes de opinión informales que abundan en los suburbios, y convertirlos en multiplicadores de las acciones preventivas entre sus seguidores.
Los públicos acogerían los mensajes con más facilidad porque los persuasores se parecen más a ellos, les sienten más cercanos, les ven a diario.