El desconocimiento de la dialéctica de los tiempos en la actividad educativa ha generado decisiones desacertadas, promotoras de ambientes inadecuado para la consecución de la calidad en la práctica docente, en franco deterioro de los aprendizajes en los alumnos como para la propia evaluación del maestro en su desempeño.

Todos los procesos de la vida se realizan en un espacio temporal dado. El proceso educativo formal no constituye una excepción en esta regla universal. El sistema educativo nacional, en sus fases componentes, se hace realidad en diversos períodos. Conjunto de actividades concatenadas que se van generando para dar paso a otras, y de esa manera hacer posible que los organismos funcionen en un espacio general establecido.

Ordinariamente se consideran muy bien los tiempos administrativos, de supervisión y técnicos, pero cuando llegamos a  la parte donde se concretiza o aterriza el proceso curricular, relativo a la labor de  los educadores  conjuntamente  con  sus  alumnos, entonces observamos que pesa mucho  la opinión de la tecno burocracia sobre el tema, porque  se acostumbra a pensar el trabajo del educador acorde los  criterios del trabajador en general que desempeña  un rol en un  tiempo dado, en una fase única de trabajo. Se ignora la naturaleza de la labor pedagógica, no importa el grado o nivel  en que se realice.

Existen unos tiempos en los centros educativos que envuelven diversas actividades como la planificación, procesos de deliberación, evaluación institucional, supervisión escolar, entre otros, asi como los correspondientes a la enseñanza propiamente. Precisamente sobre este último aspecto y otros relativos a los espacios necesarios para el trabajo magisterial en el centro tratará la reflexión realizada en este artículo. Valoro la importancia de esta variable, que en unión a muchas otras componen la materia educativa y de enseñanza.

Existen dos períodos necesarios para la enseñanza y otro relativos a la práctica educativa institucional del educador, en el interior del centro educativo. Estos son:

  1. Tiempo necesario de los procesos de relación directa con los estudiantes
  2. Tiempo que envuelve los procesos de relación indirecta con los estudiantes.
  3. El tiempo destinado para el trabajo de fortalecimiento institucional, que envuelve la investigación.

El tiempo de relación directa de la enseñanza, es aquel donde se encuentran el maestro con sus estudiantes en un espacio territorial o virtual determinado.  En el mismo se realizan un conjunto de actividades requeridas para el aprendizaje, tales como: el diálogo reflexivo, acciones grupales, exposiciones, debates, atención individual con el alumno, visitas fuera del aula y centro escolar, entre otras.

El tiempo destinado a la relación directa generalmente está bien determinado en el calendario escolar, pero se sufre de redimensionarlo provocando una ruptura en el equilibrio requerido entre este y los demás. La burocracia educativa desconoce la dinámica de estos espacios temporales, haciendo absoluto el primer lapso con relación al segundo. Un periodo que debe ser relativo lo convierte en dominante. Existe una tendencia a menospreciar el referente a la relación indirecta y de las actividades en beneficio de la institución e indagación.

Un ejemplo de este desconocimiento lo es la Orden Departamental número 09/2009, emitida durante el ministerio del señor Melanio Paredes. La misma establece “los procedimientos para el cumplimiento del Calendario y del Horario Escolar para el logro de la Misión 1000 x 1000 (Mil horas de docencia en cantidad y Mil horas de docencia en calidad).” En este mandato se observa como el lapso para el trabajo en aula se coloca de manera casi absoluta por encima de aquel a destinar para el desempeño fuera de aula, como espacios necesarios de la enseñanza.

Debe entenderse que, a mayor tiempo dedicado en la relación directa con los alumnos, conversando, discutiendo, orientando, y asignando trabajos, mayor debe ser el que requiere el conductor para las actividades fuera del salón de clases, pero en el interior del centro escolar. En este ciclo de trabajo magisterial frente al alumnado, el guía debe conocer y saber asignar el grado de magnitud adecuada a cada una de las variables que intervienen en el trabajo de enseñar. Podemos atestiguar que la riqueza de la reunión docente-educandos depende de este manejo educativo.  En consecuencia, las variables a las que nos referimos, son las siguientes:

  • El tiempo disponible
  • La cantidad de alumnos en el salón
  • El espacio del aula
  • El conjunto de actividades a realizar
  • Los recursos disponibles
  • El grueso de contenidos de la asignatura
  • Los saberes previos de los alumnos
  • La metodología de enseñanza

La enseñanza de una unidad dada de contenidos, correspondiente a una asignatura, se encuentra condicionada por un conjunto de actividades que es solicitada para tales fines. De igual manera podrán ser desplegadas a plenitud tales acciones dependiendo de un periodo establecido, siempre que la cantidad de alumnos componentes del curso sea adecuada. Así las acciones que deba desarrollar el conductor en el aula, para la enseñanza de una unidad temática, se encontrarán condicionadas por la cantidad de alumnos, considerando que el tiemo se mantenga inalterable.

El ciclo del encuentro directo cuenta con periodos para el trabajo con todo el grupo, con grupos diversos y de episodios de conexiones entre el maestro y cada estudiante. De tal manera que, a mayor cantidad de estudiantes en el aula, en ese mismo grado se aleja la posibilidad de la conexión dialógica individual necesaria, en el lapso de las actividades en el salón de clases. En esa dirección la ausencia sostenida de una dinámica docente-alumno aleja las posibilidades de asegurar el logro de los aprendizajes esperados.

De igual manera con el aumento de la cantidad de alumnos en el salón de clases, considerando que el tiempo se encuentra igual, la conversación con el educando en concreto se afecta, provocando vacíos en el desarrollo cognoscitivo que suplicaría espacios temporales adicionales. Variables como la población estudiantil, espacio territorial, contenidos y actividades en magnitudes inadecuadas generan consecuencias dañinas. En este caso el trato excesivo del grupo, o estudiante en general, provocado por una distorsión en la magnitud de la variable poblacional, reduce el tiempo relativo a disponer para las atenciones de cada uno.

Se harían acumulativos los vacíos conceptuales y metodológicos en el trayecto, si se desconocieran los llamados que pudiera realizar una buena evaluación. Los efectos serían muy contraproducentes para las fases posteriores de enseñanza. Aquí los alumnos, en persona y como colectivo, al presentarse en un nuevo escenario propio de un grado superior, manifestarían debilidades en el conocimiento del curso ya agotado con anterioridad. Con una precaria calidad en los saberes previos el nuevo curso inicia con problemas. Los estudiantes nuevos no cuentan con las estructuras conceptuales que les permitan hacer los enganches de ideas con las nuevas informaciones arribadas, tal y como lo exigen las condiciones del nivel a donde han sido promovidos.

Se contempla una fase de exploración por parte del educador para determinar los saberes con que llegan los alumnos, sobre todo aquellos que debieron construir en el grado anterior y que servirían de base para el presente. Ante el conocimiento de las condiciones iniciales, el pedagogo esbozará un plan de actividades para tratar de crear las condiciones mínimas que le faciliten darle inicio a su programa.

El maestro debe enseñar una estructura lógica de temas correspondientes a una asignatura, ya establecida previamente por el Sistema. Cada parte se debe agotar en un período dado, pero lo que la supervisión y la posterior evaluación que cotidianamente se realiza no llegan a entender, es que este elemento va a depender de ese grupo de variables ya mencionadas.  Cuando la enseñanza procura el logro de los aprendizajes, teniendo una población sobrepasada, la cantidad de contenidos a enseñar será menor, considerando la magnitud del tiempo constante, con las dificultades de los conocimientos previos resuelta y manteniendo la dimensión recursos necesarios.

Toda esta dinámica se realiza en un espacio del aula, que debe tener las condiciones para acomodar una cantidad dada de alumnos. Un salón confortable, apto para que los estudiantes se sientan cómodos, prestos al trabajo académico. Deben darse unas condiciones previas antes del proceso de enseñar que no dependen del maestro, sino de áreas administrativas ligadas con la gestión escolar. Estos elementos son: la iluminación, pintura, higiene, accesibilidad a los recursos, la cantidad de alumnos por aula, entre otros.

La labor de la enseñanza de conceptos y el trayecto de lograr los aprendizajes de los mismos, trae como exigencia la investigación estudiantil, acorde la fase del proceso de conceptualización en el marco de la educación constructivista. Luego de la fase diagnóstica y de exploración de los saberes previos. Los educandos deben hacer sus aportes individuales en los diálogos o conversatorios reflexivos, como manera de coadyuvar a la construcción colectiva de un pensamiento sobre la materia en estudio. Las elaboraciones individuales como producto de las indagaciones, deben ser enviadas o entregadas al maestro.

¿En cuál espacio debe el educador revisar esas producciones individuales o colectivas asignadas a los estudiantes? Pues en un tiempo fuera de aula o tiempo de relación indirecta docente-educando.

El tiempo de relación indirecta con los alumnos, que en el caso de la educación virtual es denominado asincrónico, es necesario para la buena práctica docente. Tiene dos pates principales que son: la planificación y evaluación. En este momento el educador debe realizar los pasos de reflexión y elaboración de los planes de clase, selección y conocimiento de los recursos (materiales, audiovisual y digitales), incluyendo la corrección de tareas, en interacción o no con el alumno. También se observan pruebas de ensayo, se revisan notas, acompañado de la retroalimentación imprescindible, organización de datos, sumatorias, entre otras actividades.

El espacio requerido por la relación indirecta, en la faena de enseñar, no se encuentra distante de aquel correspondiente al encuentro frente al alumnado, ya sea este presencial o virtual. Podría afirmar, por la experiencia vivida como maestro de décadas en todos los niveles de la enseñanza, y por las observaciones realizadas de manera continua sobre estos asuntos, que el tiempo extra aula, debe ser similar al vínculo cara a cara entre el colectivo y el maestro.

Pero el conocimiento de esta realidad educativa trae consigo un dilema de justicia y una valoración adecuada de la naturaleza del trabajo del educador, ya sea a nivel inicial, básico, medio o universitario, cada uno, claro, con sus especificaciones. La falta de conciencia sobre la relevancia de esta fase ha generado una cadena de irregularidades históricas relativas al ejercicio   docente.  Recordamos los tiempos en que los maestros se llevaban los exámenes y tareas para corregirlos en sus casas, cosa que todavía se hace y se observa como algo normal en el desempeño del mismo.  Tiene este guía de la enseñanza hoy todavía   que trabajar en la escuela o liceo y también los fines de semana seguir haciéndolo en la casa. Expresión de la falta de una concepción certera de la naturaleza de la enseñanza. Deficiencia conceptual que ha eternizado la situación mencionada en perjuicio de la imagen del pedagogo y de la calidad de la enseñanza.

A mayor tiempo en el encuentro directo, considerando las actividades realizadas y los temas tratados, la magnitud del lapso reservado al trabajo fuera del salón de clases será mayor. Esto sin analizar el caso de los educadores de grados superiores de la educación básica, secundaria y universitaria que cuentan con varios grupos bajo su responsabilidad.

En esa dirección afirmamos que cada zona temporal, en la marcha educativa, debe contar con su correspondiente espacio territorial, en el marco de la estructura de la escuela. Asi el periodo de labor fuera del aula al servicio de la instrucción, debe contar con los departamentos o áreas destinadas para las tareas en cuestión. Todo esto va mostrando el desarrollo orgánico del centro y la eficiencia de los gestores escolares en su desempeño.

En gran medida la eficiencia de la dinámica Inter aula, se encuentra supeditada a la riqueza de los trabajos docentes fuera del salón de clases, pero en el marco de la jornada de trabajo en el seno del centro escolar. En el trabajo extra aula es donde el maestro encuentra el sosiego, en camino a la reflexión que se hace indispensable para continuar el desarrollo del curso.

La enseñanza reclama un equilibrio de los tiempos de trabajo, que son oportunos para su propia consumación. Pero esta estabilidad de los mismos no se ha logrado. Los docentes hoy no cuentan con la holgura temporal adecuada para la práctica de la corrección, calificación, planificación, entre otras actividades educativas, lo que afecta las fases siguientes de la instrucción.

El tiempo de trabajo institucional, es aquel espacio necesario para reuniones de grado, niveles o ciclos, así como de áreas, para tratar temas problemas, puntualizar aspectos o evaluar la labor en los mismos. Pueden hacerse cada 15 días o antes si se necesita. Deben estar establecidas en el calendario escolar. También es parte de este tiempo las asambleas de profesores y del centro, que constituyen mecanismos fundamentales para el desarrollo democrático y avance de la conciencia orgánica de los miembros de la comunidad educativa.

El ciclo correspondiente a las actividades de investigación y sistematización de las experiencias educativas, también necesita horas de trabajo semanales o mensuales, establecidas formalmente en el calendario del centro educativo. Esta práctica es vital en la elevación de la calidad de la labor que realiza el conductor de la enseñanza, lográndose la consolidación seguida de sus dimensiones de formación profesional y un manejo cada vez mayor de las competencias para enseñar. De esta manera, la escuela se convierte en una organización que avanza de manera firme hacia la consecución de sus aspiraciones educativas.

Todo maestro debe ser un investigador de la materia educativa en general y de aquella que enseña. Condición indispensable para todo centro escolar que funcione sobre la base de proyectos. Los educadores deben ser miembros de una comunidad, superior a la idea de ser simples empleados de la mismaEl concepto de comunidad educativa pone en claro la siguiente idea: el pedagogo es parte importante para el avance de la institución escolar. Sujeto que medita sobre su propia práctica y el rumbo de la institución a la que pertenece. Sujeto educativo con facultad para hacer aportes que coadyuven al avance escolar y al suyo propio. Su obra no es individual, sino colectiva. La escuela que está para recibir directrices de un ministerio; que permanece conformista e indiferente, muere en la rutina.

Una comunidad educativa debe funcionar con proyectos pedagógicos. Planes que son iniciativa de los integrantes del centro, y que todos comprometidos con el mismo trabajan en su ejecución, supervisión y evaluación sistemática. Así en el grado en que la institución educativa crece en la calidad de sus realizaciones, en esa misma proporción se fortalece la acción docente en la labor académica, de investigación, así como corporativas.

En el grado en que las instituciones educativas se vayan convirtiendo en unidades autónomas, en el sentido de poner a funcionar sus componentes en las áreas de supervisión, evaluación y administración, la descentralización con responsabilidad, como recurso de la democracia, será una realidad. Las escuelas como productoras de conocimientos y nuevas experiencias, deben ser el mayor fin de la educación, ya que no sólo aseguran los puntos más altos en la formación continua de quienes enseñan y en el logro de los aprendizajes de los alumnos, sino que se convierten en un poderoso medio de transformación y enriquecimiento constante del currículo educativo.

El lapso dedicado a la investigación y sistematización de experiencias, afirma la robustez de la acción magisterial en el salón de clases y fuera del mismo, convirtiendo a la escuela en una fuente inagotable de creaciones curriculares. De suerte que el ambiente educativo a respirar será de búsqueda de respuestas a las interrogantes educativas; de debates, diálogos reflexivos y propuestas innovadoras. Nunca habrá observado ministerio alguno escenario más satisfactorio para el bienestar del sistema de enseñanza. Al maestro hay que visualizarlo en el contexto del trabajo asociativo, corporativo, ideando proyectos institucionales y fortaleciendo su comunidad. Esto superará los ideales burocráticos de formación de educadores al margen de sus contextos escolares, de los cuales ellos son parte integral.