El fundamento del Movimiento Revolucionario 14 de Junio fue luchar hasta alcanzar la revolución necesaria que transformara en democracia la desigualdades y las injusticias que imperaban entonces en el país. El siguiente texto de Raúl Pérez Peña (Bacho) rinde cuenta de este papel de vigilancia y acción que ejerció el 1J4 durante el gobierno de Juan Bosch: en defensa de la soberanía popular ante los enemigos ancestrales del pueblo dominicano, y en alerta constante por materializar y no transigir con los ideales de liberación. A 61 años del golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Juan Bosch, reproducimos el siguiente texto publicado por Bacho en el 2001.
El golpe a Bosch, y la imborrable historia del 1J4 y Manolo Tavárez*
(Publicado originalmente el 25 de septiembre de 2001, en la columna “Pancarta” del Listín Diario)- Raúl Pérez Peña (Bacho)
Exactamente hoy, 25 de septiembre, se cumple el 38 aniversario del derrocamiento del gobierno constitucional de Juan Bosch, ejecutado mediante un golpe de Estado militar.
Desde que Bosch asumió el poder, fruto de las elecciones de diciembre de 1962, los grupos más recalcitrantes del espectro social, político y económico del país, bajo asesoría norteamericana, integraron una coalición diabólica que utilizó el cristianismo como bandera “contra el comunismo ateo y disociador” para materializar su conjura.
Hay mucho que recordar de aquellos siete meses dramáticos en que los conspiradores sacudieron todo hasta malograr la Constitución y tomar el poder para saciar sus múltiples apetencias y corromperlo todo.
El pueblo dominicano había sido víctima de una trama orquestada para impedir el afianzamiento de importantes conquistas democráticas, y dar paso así al retroceso, al crimen de Estado y a la persecución política.
Como blanco de esos propósitos aviesos, estaba el Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4), con Manolo Tavárez a la cabeza, que había levantado la bandera de defender la constitucionalidad. De ahí la propuesta del 1J4 para la formación de un amplio frente contra el golpismo. Simultáneamente, el 14 de Junio había mantenido una diáfana política ante el gobierno de Bosch, del que demandaba emprender un plan de ejecuciones sociales conforme al programa mínimo de liberación enarbolado por los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
En esa línea, Manolo Tavárez proclamó ante decenas de miles de ciudadanos que “el pueblo no alcanza su liberación si no tiene su conciencia clara de que aún persisten todos los males que han hecho posible las condiciones de miseria, de hambre, de desnudez y de ignorancia en que se encuentra la mayoría de los dominicanos”.
Conforme a ese panorama, el 14 de Junio mantuvo el reclamo de las acciones sociales mínimas. Pero la cúpula del poder prestó oídos sordos a la voz del 14 de Junio, reiterativa en las advertencias de que la conspiración golpista marchaba aceleradamente. Comenzó así la cuenta regresiva que culminó con el golpe de Estado del 25 de septiembre.
En voz de Manolo, se había escuchado otro capítulo imborrable de la misma historia: el 14 de Junio sabía el camino de las “escarpadas montañas de Quisqueya” y a ellas iría en defensa y lucha por la Constitución, sin importar los riesgos.
Es decir, el 14 de Junio mantuvo en dos direcciones su política durante los siete meses del gobierno de Bosch: reclamó echar adelante un programa que cimentara la esperanza de transformaciones sociales, conjuntamente con la iniciativa del Frente contra el golpismo, que se formulaba recordando que en correspondencia con la lucha de los héroes de Junio, el deber del Movimiento “era continuar esa lucha por los medios y formas que el desarrollo de los acontecimientos del país así lo determinen”.
Es una historia con decenas de nombres, como los de Pipe Faxas, Roberto Hernández, Luis Ibarra, Francisco Bueno Zapata, Guancho Escaño, Daniel Fernández, Tony Barreiro, Rubén Díaz Moreno, Alfonso Marte, y otros, que integran una copiosa relación de caídos en las montañas, y en jornadas urbanas, como la huelga general de mayo de 1964, que presagió el fin del Triunvirato golpista, típica expresión de la maquinaria de corrupción que ha ordeñado este país en las últimas 4 décadas.