El gobierno del presidente Luis Abinader luce como toda una orquesta sinfónica, pero, lamentablemente, muy desafinada, en la que cada uno de sus músicos está cada uno por su lado, haciendo con su instrumento lo que le parece, pues no atienden ni obedecen las órdenes y las instrucciones de su director, pero tampoco este hace nada para llamarles la atención y corregir sus inconductas y faltas de disciplina, en medio del concierto.

Hace unos días asistimos a un hermoso concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Gran Teatro del Cibao, dirigida por el maestro José Antonio Molina, patrocinado por el Banco Popular, con motivo de sus 60 aniversarios. En la medida que su director dirigía con sus espectaculares gestos musicales con su cabeza y sus brazos, cada uno de los músicos, con su respectivo instrumento muy bien afinado, atendía y obedecía muy cuidadosamente cada una de las instrucciones impartidas por este, logrando una perfecta armonía, los acordes musicales y la consonancia requerida en cada uno de los movimientos sinfónicos.

Durante toda la sinfonía me mantuve reflexionando sobre la forma en que se está conduciendo, salvo algunas excepciones la mayoría de los funcionarios de este gobierno, cada quien haciendo por su lado lo que le parece, totalmente desarticulados, desorientados, sin atender a unas directrices, en contraste con la realidad imperante; un total desorden, por lo que hay que corregir constantemente los errores cometidos por estos, echando hacia atrás cada uno de sus desaciertos.

No hay una cosa que se parezca más a una orquesta sinfónica que un equipo gubernamental, cuyos funcionarios actúan en torno a la figura del Presidente de la República como su director, al que hay que obedecer y atender sus ordenanzas, por lo que este tiene que estar al tanto de todo lo que esté sucediendo a su alrededor, tomar las decisiones más atinadas y hacer las debidas correcciones de inmediato, cuando observe, al igual que en toda orquesta, que la mayoría de sus músicos van por rumbos equivocados, con sus instrumentos totalmente desafinados, por no atender ni obedecer a tiempo las señales impartidas.

El director de una orquesta debe permanecer en constante vigilancia, observando y escuchando a cada uno de sus instrumentistas para evitar una posible desafinación y desarticulación musical. El que no se ajuste ni obedezca a las instrucciones impartidas, debe ser separado de inmediato de la orquesta (del gobierno), pues está creando un caos y está contribuyendo a echar a perder el concierto (la gestión de gobierno).

Es lo que ha estado sucediendo con una serie de funcionarios que actúan bajo su propio criterio, haciendo lo que a ellos les viene en ganas, tomando decisiones desacertadas, tirando los recursos públicos por la borda, promoviendo sus precandidaturas presidenciales desde las posiciones que ostentan, en un momento en que el país atraviesa por una de sus peores crisis económicas, por una gran deuda social acumulada y por un gran déficit fiscal y que la mayoría de los servicios públicos básicos del país han colapsado.

Algunos ministros gastan millones de pesos en campañas publicitarias promoviendo su gestión, se auto designan o gestionan reconocimientos por una supuesta buena gestión y calidad en el ministerio que dirigen y mantienen un enorme gasto publicitario en la televisión por años, porque tienen aspiraciones presidenciables con los recursos de la institución, lo que constituye un acto deshonesto, deshonroso, una falta de pudor, poco ético y una violación a la ética gubernamental. Desgraciadamente estas acciones son aplaudidas por muchos sectores de la sociedad.