Valentina Peguero ha sido recordada por su libro «Colonización y Política» como una obra clásica de la migración dominicana, con la reedición del Instituto Nacional de Migración, dirigido por el Dr. Wilfredo Lozano, y el Banco de Reservas de la República Dominicana, gerenciado por el Lic. Samuel Pereyra Rojas. La puesta en circulación fue celebrada el 9 de febrero en el Centro Cultural Banreservas.
Invitado por el Dr. Lozano a producir un prólogo para la nueva edición, acepté el reto de buscar datos nuevos sobre una investigación que ha superado la prueba del tiempo. Por lo tanto, inicié mi pequeña pesquisa. Los “nikkei” de otros países cuya inmigración japonesa fue más numerosas y con mayor antigüedad que la dominicana, como Brasil, Bolivia, Perú, y Paraguay han presentado muchas investigaciones. Asistí a media docena de entrevistas con los veteranos inmigrantes que vivieron los hechos de su llegada a la República Dominicana.
Así comprendí que en la migración japonesa a nuestro país, los gobiernos concernidos no habían acordado los términos de la migración previa a la llegada de los “nikkei”, por lo que se produjo una tensión y la re-emigración de una parte hacia Brasil. Fue mi aporte recoger estos incidentes y establecer que fue resuelto por el Presidente Luis Abinader en 2021. Narró los detalles en el «Prólogo» incluido. De ahí el título de estas «Divagaciones». Sobrepasando una visión estática de la historia, agrego… por ahora, ya que la vida sigue y las generaciones se suceden. Para su divulgación, incluyo mi prólogo a la obra de mi compañera en la entonces Universidad Católica Madre y Maestra.
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A seguidas, paso a reproducir el prólogo dedicado a la nueva edición del texto de la Dra. Valentina Peguero por el Instituto Nacional de Migración de República Dominicana.
PRÓLOGO
Recibir el encargo de «prologar» un texto resulta expectante, ya sea por ser un erudito en el tema o haber conocido a la autora y merecer la confianza para entregar el destino del hijo intelectual que significa un libro. Más cuando la invitación proviene de un investigador reconocido, como el Dr. Wilfredo Lozano, en su condición de director del Instituto Nacional de Migración de la República Dominicana, y la obra es de una contemporánea de mis tiempos de estudios en la entonces naciente Universidad Católica Madre y Maestra, hoy Pontificia.
Nobleza obliga. La Dra. Valentina Peguero estudiaba la carrera de Educación en los años setenta del pasado siglo XX, mientras yo hacía Economía, por lo que convivimos en una comunidad universitaria recién «alumbrada», centrada en los afanes de la Acción Católica Universitaria y en el ideal de cristianizar el mundo de los intelectuales. Por el recuerdo de una dama, ida a destiempo, acepto el encargo del Dr. Lozano de escribir un tercer prólogo, ya que la primera edición está prologada por Danilo de los Santos (Danicel) (RIP) –de los contemporáneos y compañero de Valentina– y la segunda por Yoshiaki Kawara, en representación de la Fundación Dominicana Nikkei (FUNDONI).
Este tercer prólogo es un esfuerzo de introducirnos a un tema amplio; «Colonización y política» es un título atractivo, por lo que quiero destacar algunos aspectos y profundizar en esta diada en el caso de la inmigración nipona hacia la República Dominicana. En el caso dominicano, para estas fechas, se aplicó –siguiendo el ejemplo de América del Sur– la colonización de tierras marginales con los campesinos de otras latitudes. Fue una política contextualizada en un ambiente económico y social de la posguerra, que la autora hace gala de la bibliografía disponible en las fechas de su redacción.
El tema me retrotrae a mis tiempos de estudiante de posgrado en Lima, Perú, donde hice contacto con la profusa literatura sobre la migración asiática. En el caso peruano, la china fue traída como mano de obra no calificada, los llamados «culíes», en contraste con la migración nipona luego de firmado un Convenio de Amistad y Comercio que propició una migración de comerciantes pudientes al Perú. La migración nipona ya tenía un siglo radicada en país de los incas y consistió en comerciantes y mercaderes.
Creo necesario establecer el marco de la política migratoria de Japón luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial tras ser la primera y única «víctima» de la bomba atómica. Acudo a Emi Kasamatsu, una investigadora paraguaya, y a la publicación virtual «Descubra a los Nikkei»¹ para recrear el entorno de la migración nipona a República Dominicana.
Kasamatsu señala:
El Japón de entonces, urgía la necesidad de una inminente emigración de sus ciudadanos por la pobreza, la vuelta de los japoneses de las tierras como la de Manchuria, Micronesia, Filipinas y otras islas que han sido confiscados por los ganadores y junto con los ex combatientes se sumaban alrededor de 6,2 millones de japoneses, era urgente la necesidad de una reubicación y concederles un lugar apropiado para estos.
Además, indica por qué la emigración hacia América Latina en la siguiente cita:
«La emigración de los japoneses se hacía muy necesaria. Al término de la Segunda Guerra Mundial, algunos países de la América Latina decidieron apoyar al Japón como ocurrió con Perú, Paraguay y otros países para que Japón fuera admitido como Estado miembro de la Organización de las Naciones Unidas. No obstante, a pesar de esta solidaridad, fueron pocos los países que permitieron la inmigración japonesa de la post guerra. Los países que asintieron su admisión fueron Bolivia, Paraguay y un poco más tarde República Dominicana. Con el tiempo, otros países accedieron la inmigración de los japoneses. De esta manera; según datos proporcionados por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, JICA, en el Brasil registra un número de 71,373 personas, Paraguay con 9,657, Bolivia con 6,357, Perú 2,615, República Dominicana 1,390, Argentina 1,206, México 671 y Chile 14.»
En el siguiente párrafo la investigadora señala un caso que afectó a la colonia y a los que finalmente sobrevivieron los inconvenientes sufridos a su llegada. Dice:
«Varios de ellos fueron catalogados como «kimin», los que fueron prácticamente deportados del Japón y considerados gentes a quienes el gobierno del Japón no podía prestar su apoyo y que emigraron a la América Latina. La denominación «kimin» tiene varias connotaciones, según averiguaciones hechas en distintos ámbitos; por un lado se trata de emigrantes abandonados a su suerte como el caso de República Dominicana que motivó muchos problemas posteriores […].»
Asimismo, se refiere propiamente a nuestro país:
«Tomando el caso de la República Dominicana que había levantado tanta polémica, sucedió durante el gobierno del General Trujillo que ofreció condiciones favorables a la inmigración japonesa (1956-1959) con la distribución de las tierras, sustento gratuito durante seis meses y la política del desarrollo agrícola. Sin embargo, esto no sucedió debido a que la Organización de los Estados Americanos no apoyó sus planes de gobierno sustentado por la política dictatorial y, luego la posterior caída de Trujillo, lo cual terminó en un desastre, además, Japón había permitido su salida, sin la debida protección y apoyo de una entidad local japonesa y había liberado a su suerte. Aun cuando, al enterarse de la situación, el gobierno del Japón, intervino para resolver la suerte de estos inmigrantes, a los cuales se les dio tres opciones según los relatos de Seiki Uehara (JICA) que era regresar al país, trasladar a otros países o, permanecer en la República Dominicana. El gobierno del Japón ha decidido abonar a cada ciudadano o sus descendientes (1 por familia) la debida indemnización por esta causa, que tiene vigencia hasta el 31 de enero del 2008.»
Una colonia entrampada entre una salida «precipitada» de una patria devastada porque los despacharon sin haber firmado los Gobiernos dominicano y japonés el acuerdo de rigor que obligaría legalmente a las partes, por lo que posteriormente presentaron su caso al Colegio Japonés de Abogados que lo consideró un caso violatorio de los derechos humanos de los migrantes japoneses y fue rechazada por «haber perimido el plazo» para su presentación. La demanda al Gobierno japonés creó un vacío con los migrantes «no resarcidos», pero que le ha dado finiquito la emisión del Decreto 642-21 del presidente Luis Abinader Corona. Así se completaría la obra de Valentina Peguero. Además, se restauró el honor de los «nikkei» asentados en tierras dominicanas.
Se cierra otro ciclo de la vida según el pensamiento oriental. Ya que éste considera que, llegando al cumplimiento de tu ciclo vital, debes procurar ir cerrando aquellos «procesos vitales abiertos» que tenemos abiertos –que abrimos en varias ocasiones e interrumpimos por los azares– y que debemos darles un «cierre», como un deber de conciencia, antes de ir al encuentro de nuestros antepasados en otro plano de la vida.
Ante la ausencia de la historiadora de la migración nipona a República Dominicana, la Dra. Valentina Peguero, hago la convocatoria para que surja un nikkei dominicano que relate el cierre del círculo de la migración a esta otra tierra del Sol. Y ahora no sé si el poeta Pedro Mir hablaba del sol caribeño, porque unos ciudadanos del país isleño del «sol naciente» salieron para asentarse en esta otra isla y echar raíces entre nosotros, los dominicanos.
Dr. Miguel Sang Ben. Santo Domingo, D. N. 15 de agosto de 2023
Nota:
[1] Disponible en el enlace https://discovernikkei.org/es/journal/2007/2/20/ventaja-ser-nikkei/ (Consultado 12.8.23).