De la máxima que encabeza este ensayo se desprende el posicionamiento del mismo. El mandato gubernamental se reconoce en el programa que acoge los pedimentos, soluciones, creaciones de proyectos, funciones ministeriales, instituciones, disposiciones y otras movilidades del cuerpo gubernamental, extendidas como marcos de valores, responsabilidades y otros aspectos, que con el tiempo, la gobernanza va olvidando o se van descuidando y acumulándose, para darle paso muchas veces a “otros” por decisión que el gobierno entiende como más importante y pertinentes.
Los diversos reconocimientos a partir de la narración que maneja los cerebros sociales provienen de los mundos que le sirven de base a las acciones y relatos de memorias regionales del presente. De ahí la ironía de la gobernabilidad y el sello que marca el descontento y a su vez el fracaso político de una clase media partida en muchas formas de vida. En la historia social dominicana los hoy nuevos caudillos y millonarios eran los pobres de ayer. Hoy serían los nuevos millonarios que explotan y desplazan a los llamados ricos y políticos pobres.
Una voz autoritaria es la que surge de la tradición patriarcal y política del caudillismo político dominicano. Los ecos de un maquiavelismo conocido por la tradición autoritaria y política dominicana construyen el discurso político amañado como obra y poder político del presente que sigue siendo el pasado como repetición.
Esa misma tradición política que impone sus fuerzas a partir de la intencionalidad política grita y pone a prueba su discurso. El gobierno es quien crea esa narración como manifestación y principio de una acción de poder, ventaja, ganancia, sumisión e incertidumbre. La clase media otrora pobre se ha convertido en clase poderosa que decide el mando, bajo la sábana del discurso político moderno y tardomoderno. Como lo hemos señalado ya, el dictum que narra y plantea esta frase discursiva procede como tal de la visión torcida de la “gubernamentalidad” actual.
La alienación de cuerpos políticos y sus funciones, así como la alienación que genera el discurso, el lenguaje político y toda la crítica de lo cotidiano, revela necesariamente su propia vertiente desde una inscripción desestructurante y deconstructora de su propia práctica. Dicho tema ideológico nace del relato que así lo presenta y lo sugiere mediante el discurso que lo pone en escena y también lo reproduce. El proceso de manipulación nos separa y nos acerca a la visión de mundos y singularidades de propuestas engañosas por lo repetitivas en sus prácticas. Esta fragmentación del sujeto político pronuncia sus alteridades afectivas en un espacio de niveles y acciones de la macroestructura política.
Ellas movilizan las particularidades de los actos narrativos de lo cotidiano, en un contexto viciado por las modas políticas y prácticas construidas y utilizadas por el Estado-gobierno, el clientelismo, el agentismo, el populismo y el falso gerentismo que lo caracterizan.
La cardinal de un discurso político no está separada de sus formas de explotación, subalternidad, opresión y alienación. De ahí las alteridades incidentes en el presente proceso: la del sujeto activo y la del sujeto subalterno, oprimido, pasivo y otras. Dicho proceso reproduce expresiones en una misma pasión política generada por la ganancia y a la vez de la pobreza de medios precarios (y mixtos), que promueve el discurso de la propaganda en contexto y movilidad de uso.
En efecto, si el mundo de las imágenes electorales proyecta hoy su fuerza, las diversas pantallas del reconocimiento político dominicano se afirma cada vez más porque ha creado políticamente su camino. Dicho mundo es un recipiente complejo de imágenes, formas y figuras selladas por fuerzas contaminadas de voces y presencias que nacen de la improvisación asumida como práctica y estrategia de la política nacional.
En esta situación, el sujeto se prolonga y se pronuncia a través de sus contextos de enajenación. Tal pronunciamiento de enajenación se particulariza y se proyecta mediante secuencias y acontecimientos de los diversos mundos sociales y sus fuerzas denunciadas públicamente. Las representaciones políticas serán utilizadas como un modo incierto de figuración política. Los sujetos crean desde sus núcleos posibilidades de ganancia, manejo de lo “real” y el imaginario sociopolítico del, o, los sujetos culturales.
El proceso formal de la actuación/comunicación se presenta en el modo o vínculo de mandos, habida cuenta de las múltiples puestas en escena estatales y fórmulas de arribismo de poder y como se puede también observar, en los resultados exhibidos por la propia narrativa política practicada por el gobierno. La misma actividad llevada a cabo por promesas y falsos cumplimientos confunde su propia misión como propuesta. Pero el operante anterior específica, además, el fundamento cohesivo de la práctica total o parcial.
Cabe destacar que en los pronunciamientos discursivos del gobierno se presentan los síntomas y signos de una crisis moral, social y cultural. Sus posibilidades varían como ritmo en un proceso decididamente electoral.
El posicionamiento discursivo del Estado-gobierno va dirigido a una puesta en valor del programa político de gestión, un enmarque político y un derecho utilizado como pronunciamiento de gobernanza pretendidamente estratégica.
Esta construcción establece el sentido de un conjunto de segmentos oficiales, oficiosos, e institucionales propios de su defectuosa política de gobierno. La visión interpretativa y analítica nos sugiere el proceso de variadas correcciones situacionales y que se justifican en la propaganda típica de la gestión instalada y sostenida en el actual periodo gubernamental.
En definitiva, el escenario de la actuación política y estatal es progresivo, y sigue los rumbos del deterioro moral, cultural e institucional. Toda la política impuesta y trazada por sus discursos requiere de un correctivo desde el punto de vista pragmático. Esto permite que el nivel de reconocimiento puede ser reinterpretado por los mundos de la actuación social y cultural que producen el campo abierto de la propuesta, la protesta y de las ideologías que se cruzan como libertarias o totalitarias. Dicha problemática es gesticulada a partir de los encuentros con base en el proceso actual y la dinámica del mandato de gobierno.
Por último, se hace necesario observar que lo político es una totalidad que produce sus ramificaciones y vertientes en el marco (o los marcos) de la socialidad y la historicidad, de tal manera que todo segmento dirigido desde su tejido institucional admite réplicas y contraréplicas, argumentos y contraargumentos, conexiones y ultraconexiones, pues dicho proceso, aunque axiológico y vincular, remite a fondos culturales, interaccionales, colectivos, individuales y económicos perfilados en el espacio de la gobernabilidad.
De ahí la máxima autoritaria y totalitaria: “El Estado-gobierno es quien manda y decide la gobernabilidad de su pueblo”.