Recientemente, el pasado 24 de abril, el sector municipal, una vez más, fortalece la democracia y la institucionalidad, al constituirse los 158 ayuntamientos y 235 juntas distritales, como resultado de las últimas elecciones municipales, gestiones que administrarán por el próximo cuatrienio el desarrollo de los territorios en sus dos escalas (municipal y distrito municipal). Esta es una ocasión idónea para que la municipalidad asuma las bondades que brinda la Planificación Estratégica para la elaboración o actualización del Plan Municipal de Desarrollo en los municipios y en los distritos municipales, así como el Plan Municipal Comunitario a fin de establecer las prospectivas estratégicas entre 2024 y 2028 para mejorar la calidad de vida de las personas que viven en sus demarcaciones, y por ende, en los años subsiguientes.
Existen grandes desafíos que los gobiernos subnacionales tienen que afrontar, uno de ellos es el relacionado con el Cambio Climático. Este es un tema que implica reformular la estructura del gasto municipal, establecer, claramente, en los instrumentos de la planificación operativa un marco financiador para crear programas estructurantes. Esto, con el propósito de financiar proyectos que mejoren las plantaciones de árboles urbanos y frutales en las zonas urbanas, en las riveras de los ríos, arroyos, así como en las zonas rurales, con árboles maderables, para que pueda aumentar la zona boscosa de nuestros territorios.
Esta política pública, a escala municipal, tiene que ser articulada con el Gobierno central, a través del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Desde los ayuntamientos y las juntas distritales, es preciso crear brigadas permanentes para la siembra de árboles, no por jornadas, sino mediante un esfuerzo cotidiano para alcanzar la siembra de 30 millones de árboles, en los 158 municipios y en los 235 distritos municipales. Esta cifra se lograría si cada una de las 393 entidades municipales siembran un promedio de 1,590 árboles por mes; lo que permitiría mitigar los efectos del cambio climático, las subcuencas y cuencas podrán exhibir frondosidades y los ríos aumentar su caudal; se obtendría una disminución en la emisión de dióxido de carbono y el descenso de las altas temperaturas en las ciudades. Todo ello se traduciría en una mejor calidad de vida.
Tomando en cuenta lo anterior, tiene que articularse un plan entre ambos niveles de gobierno. El Gobierno central proporcionando las plantas, los ayuntamiento o juntas distritales por medio de las unidades de gestión ambiental (UGAM) y con las creaciones de brigadas para ejecutar la siembra de las plántulas.
El objetivo es aprovechar las transferencias sociales y gestionarlas a través de empleos, para impulsar un desarrollo sostenible integral por medio de las políticas públicas locales, y convertir nuestras ciudades y nuestros campos en lugares resilientes.
Del mismo modo, para combatir el cambio climático por medio del tratamiento de los residuos sólidos que se generan en las diferentes escalas, hogares, industrias y el sector salud, se tiene que cambiar la cultura desde lo particular a lo general. A la familia, por ejemplo, hay que enseñarle a separar los residuos generados en ese núcleo, y que gracias a las gestiones locales se implemente su recolección debidamente programada, para lograr un reciclaje correcto bien aprovechado. De tal manera, solo se llevarán a los rellenos sanitarios aquellos residuos que no se puedan reusar de manera doméstica o industrial.
En este contexto, no se puede dejar de mencionar un tema crítico e impostergable, concientizar a la sociedad sobre el uso y abuso de los plásticos y evitar que vayan a parar a los diferentes ecosistemas, que se ven gravemente perjudicados, ocasionando destrucción de corales y muertes de peces, en el caso marino.