Con Gaza y Beirut en el corazón

Ese pensamiento recurrente que mortifica y doblega es una realidad interna para muchas personas que sufren de manera intensa e intransferible, con un dolor psíquico capaz de aislarlas y doblegarlas, llevándolas, en los casos más trágicos, a desear la autodestrucción. Este sufrimiento no debe ser banalizado, ya que se trata de una experiencia tan incomprensible y devastadora que puede llegar a robarle al paciente el deseo de vivir.

No existen soluciones mágicas ni fórmulas universales; cada caso es único y requiere un abordaje profesional. La primera y más difícil etapa es tomar conciencia de la enfermedad y, a partir de un diagnóstico adecuado, trabajar para recuperar el control de la vida. Sin embargo, existen muchos estigmas y distracciones en torno a la salud mental, que tienden a visibilizar y prolongar este dolor, dejando que la situación se cronifique.

Es fundamental entender que la enfermedad mental es una condición médica. Igual que la hipertensión o la diabetes, requiere valoración y tratamiento por parte de médicos especializados, no juicios o etiquetas. La enfermedad mental no es una muestra de debilidad, ni de falta de voluntad; es algo que el paciente no puede controlar y que causa un sufrimiento incomprendido y difícil de medir.

El dolor psíquico también afecta a quienes rodean al enfermo (padres, hijos, parejas), quienes muchas veces también experimentan su propio sufrimiento al ver a un ser querido atrapado en una introspección paralizante. La persona afectada suele estar tan dominada por el dolor y el aislamiento que es incapaz de comprender lo que le sucede; simplemente sufre. La mente crea un diálogo interno que mortifica y atrapa y que a menudo se percibe o se presenta como debilidad o falta de voluntad o una particularidad negativa casi “toxica” según algunos vendedores de humo…

Aliviar el sufrimiento psíquico es devolver la identidad y la libertad a una persona gravemente enferma. Es el dolor invisible e intangible y por ello más difícil de identificar y tratar. Sin embargo, es uno de los sufrimientos más devastadores, pues afecta al centro de la identidad y la percepción. El cerebro, el órgano rector, que es capaz de coordinar los movimientos del cuerpo y dentro de sus múltiples capacidades también de imaginar y transformar el entorno, igualmente puede generar un sufrimiento interno tan insoportable como es el dolor psíquico.