Para el filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940), el discurso de la tragedia y la “tragicidad” ocurren en la historia, en la fábula heroica y en el sujeto transgresor que es un sujeto trágico por fundamento propio y escatológico. A propósito de esta línea definitoria de lo trágico, Benjamin acentúa el valor-función del lenguaje. Citamos:
“En la tragedia clásica, lo trágico y la palabra fluyen al mismo tiempo, simultáneamente, y siempre hacia el mismo lugar. En la tragedia, el lenguaje es trágicamente decisivo. Lo inmediatamente trágico es la palabra. Ahora bien, cómo el lenguaje como tal puede colmarse de luto y ser expresión de aflicción, constituye la cuestión fundamental junto con la que hemos formulado en primer lugar: ¿Cómo encuentra su lugar en el orden lingüístico del arte el sentimiento de la tristeza? Según su significado puramente inminente, la palabra se convierte en algo trágico: la palabra como soporte de su propia representación es la palabra pura. Pero junto a ella hay otra que desde su lugar de nacimiento cambia y se dirige a otro lugar, a su desembocadura (Ver, Metafísica de la juventud, p. 186).
Así pues, en la filosofía y la estética de Benjamin, “la palabra en proceso de transformación es precisamente el principio lingüístico del drama. Hay una vida sentimental de la palabra en la que ésta sale del sonido natural y se sublima en el puro sonido de los sentimientos. El lenguaje no es más que un paso intermedio en el ciclo de transformación de esta palabra y en ella se expresa el drama, la palabra describe el camino que la lleva de un sonido natural, pasando por la lamentación, hasta llegar a la música. En el drama, los sonidos mantienen entre sí relaciones sinfónicas, y éste es precisamente el principio musical de su lenguaje, así como el principio dramático de las tensiones y fragmentaciones que se dan entre los personajes. Es la naturaleza la que se alza en el purgatorio del lenguaje sólo a causa de la pureza de sus sentimientos, y ya en la antigua sabiduría bíblica se sabía que la esencia del drama residía en el hecho de que la naturaleza prorrumpiría en lamentaciones en el momento en que el lenguaje le fuera concebido. El drama no es el tránsito circular del sentimiento que pasa por el puro reino del lenguaje para, desembocado en la música, regresar de nuevo a la aliviada tristeza de un sentimiento de beatitud, pues en medio de este proceso, la naturaleza se encuentra traicionada por el lenguaje, y aquella inconcebible tribulación del sentimiento se convierte en luto... Por eso, con la ambigüedad de la palabra, con su significado, la naturaleza vuelve a quedar estancada, por así decir, y mientras la obra aspira a desembocar en la pureza, el hombre porta la corona. Este es el significado del rey en el drama, y éste es el sentido del “drama principal y estatal” y del “drama de la pompa” (ibídem.)
Según Benjamin, las acciones humanas transcurren en las determinaciones de la historia y la naturaleza:
“Estas acciones representan la tribulación de la naturaleza, como si dijéramos, el inaudito asombro del sentimiento del que surge en palabras, repentinamente, un mundo nuevo, el mundo del significado, del tiempo histórico carente de sentimientos, y de nuevo el rey se hace hombre (un fin de la naturaleza) sin dejar de ser rey (portador y símbolo del significado). La historia adquiere sentido en el lenguaje. Este queda congelado en el significado, se cierne el desenlace y el hombre, la corona de la obra, se mantendrá con sentimientos mientras siga siendo rey: símbolo en tanto que portador de la corona. Y la naturaleza del drama se mantiene fragmentada, como un torso, en medio de esta elevada simbología: la tristeza invade el mundo sensible y ambos se encuentran en la naturaleza y el lenguaje.” (Ibíd. loc. cit.)
Pero es en este registro donde el coro de la historia trágica y dramática del sujeto coral y teatral replanteas el mundo. Benjamin alude a dos principios metafísicos relativos a la naturaleza y al lenguaje:
“Ambos principios metafísicos de la repetición se interpretan en el drama y representan su orden metafísico: ciclo y repetición, círculo y dualidad. En efecto, existe el círculo del sentimiento que se cierra en la música, y existe la duplicidad de la palabra entre ella misma y su significado: ambos destruyen la paz del anhelo y extienden el luto por toda la naturaleza. Este contrajuego entre sonido y significado permanece en el drama como algo espectral, horrible, y su naturaleza, poseída por el lenguaje, será presa de un sentimiento infinito, como Polonio, que durante sus reflexiones se volvió loco. Pero la representación ha de hallar una nueva salvación (Erlösung), y para el drama el misterio que todo lo redime es la música. Allí renace el sentimiento en un mundo suprasensible.” (p. 188, cit.)
Mundo del drama, acústica del sonido trágico en la representación teatral y mundo como lenguaje, resonancia y ritmo, legitiman la palabra, la historia y el gesto en el cuerpo del lenguaje. Veamos:
“La necesidad de redención constituye lo propiamente representable de esta forma estética, pues, comparada con la inapelabilidad de la tragedia como última realidad del lenguaje, aquella forma cuya alma vivificante es el sentimiento (de tristeza) ha de considerarse una representación. El drama no se fundamenta en un lenguaje real, sino más bien en la conciencia de unidad del lenguaje –mediante sentimientos- desplegada a base de palabras. En medio de este despliegue el sentimiento extraviado lanza su lamento luctuoso. Pero éste debe ser anulado. Aun en el fundamento de aquella unidad preliminar, la tristeza viene a convertirse en el lenguaje de los puros sentimientos, es decir en música. La tristeza se aferra al drama y en él encuentra su redención.” (Ibíd.)
“…Esta tensión y salvación del sentimiento en su propio terreno es precisamente la representación. En ésta el luto no es más que un tono en la escala de sentimientos, por lo que no hay ningún drama puro: la diversidad sentimental, lo cómico, lo terrible, lo espeluznante y otros tantos, también circulan por aquí. El estilo en el sentido de unidad sobre los sentimientos, pertenece de pleno derecho a la tragedia. El mundo del drama es un mundo especial que, frente a la tragedia afirma su enorme e igualmente legítimo valor. Este mundo es la morada en que la palabra y el lenguaje son fecundados en el arte y mecen en una misma escala la capacidad de lenguaje y la acústica, hasta reducirlo todo a un escuchar un lamento (Klage), ya que la música es el sonido más profundo. Allí donde, en la tragedia se alza en la eterna rigidez de la palabra hablada, el drama recoge la infinita resonancia de su sonido.” (W. Benjamin, op. cit.)
Es desde esta filosofía de la historia del drama cuyo soporte es la historia universal judaica, griega, cristiana, marxista y simbólica, desde donde se constituye la coralidad trágica y la textualidad ritual del teatro, interpretada por personajes-actores en un contenido funcional registrado en la masa-personaje, el sujeto-masa, y el canto-eje del teatro primitivo y su influencia en el teatro actual.
Desde una perspectiva antropológica de la función coral o coralidad, la movilidad de los símbolos y los signos culturales proyecta la situación histórica en el teatro. Se construyen los mundos posibles del teatro y la teatralidad. Este proceso se fundamenta en las conjunciones del texto espectacular, según Marco De Marinis (1991, 2017), y en la superficie-profundidad del mensaje teatral. Mover la escena significa en los casos citados “mover el movimiento”, la palabra, la historia, el pensamiento y el gesto; significa entonces mover o movilizar la historia, la coralidad teatral y cultural.