Desde los inicios de la década del 60’ del siglo pasado, la izquierda ha tenido oportunidades de cómo emerger en una de las principales fuerzas políticas del país. La incomprensión de la realidad, equivocar el rumbo del camino, ha desperdiciado, en varias ocasiones, la oportunidad. En unos casos con pérdidas irreparables y en otras dejar pasar el momento indicado para posicionarse en el corazón de la población y en el tablero político.
La mayor dificultad, entre otras, fuel desconocer el “tránsito democrático” que trae consigo el capitalismo. Y, por consiguiente, su sistema político que está íntimamente ligada a la dinámica de la estructura de la sociedad. Hasta ahora las entidades políticas que se alternan el gobierno son fieles al bloque oligárquico burgués y al poder extranjero.
La mayoría de los países de América Latina y el Caribe atraviesan por ese inevitable tránsito histórico del capitalismo. Son etapas y faces económicas y políticas que impulsan la producción de bienes y servicios en cantidades suficientes y calidad comprobada para satisfacer la demanda de sus sociedades y competir en el mercado mundial. La preservación de los derechos civiles y políticos son condiciones imprescindibles en el proceso que se recorre.
Nuestras realidades son parecidas, guardando características muy singulares que alteran el orden a la hora de elaborar planes políticos, tácticos y estratégicos. La democracia representativa sigue siendo el sistema de gobierno, ideológico y político del capitalismo. La celebración de elecciones en forma periódica es la manera de elegir a los gobernantes; ignorado por décadas por la izquierda de la región y en particular por la nuestra.
Participar en los procesos electorales significa crear vocación de poder, acumular fuerza y producir contacto con la población que permite avanzar en los planes tácticos y estratégicos del movimiento revolucionario. De lo contrario, sería caminar una vía empedrada directo a cruzar a la acera del frente o abandonar, por cualquier razón, las filas revolucionarias.
Con el devenir de los nuevos tiempos, acompañados por los avances científicos y tecnológicos del capitalismo, los revolucionarios han comprendido la necesidad de participar, por la incapacidad, corrupción y servilismo de los que se alternan el poder, en los procesos electorales de la democracia representativa. Una manera de admitir su incursión en el tránsito democrático del capital y escogiendo un nuevo escenario para enfrentar al enemigo de clase.
Después de maldecir, descalificar y satanizar los procesos electorales, desconociendo las lecciones de los clásicos de la teoría revolucionaria, se pone atención, enhorabuena, a un evento congénito del sistema capitalista que puede servir a la causa de la revolución. Lo que significa al debutar en este nuevo escenario: hay que tratar de no arrastrar consigo la estrechez al observar los fenómenos, limitar su radio de acción, y no vivir atado a una retórica emocional, anticientífica.
En América Latina y el Caribe, en particular la nuestra, han existido posiciones políticas y expresiones de nuestros líderes, dirigentes y organizaciones que los obligaron, por honor a la palabra comprometida, a tener un accionar alejado a los cambios que experimenta una realidad que se mueve. Dolorosas han sido las bajas en el movimiento revolucionario.
Endurecer posiciones políticas y expresiones emocionales adelantándose a posibles acontecimientos, es una torpeza que no ayuda a limpiar el filtro del conocimiento científico. Lo obstaculiza al desconocer que todo se transforma fruto de sus contradicciones internas y externas. Quedar fuera del juego, antes de empezar, es una barbaridad. ¡Un frecuente error, muy lamentable!
La política es una ciencia viva que se alimenta de una realidad que no está estática; por el contrario, se mantiene en movimiento constante. En estos precisos momentos es un error limitar el accionar por vivir atado a posiciones políticas inmóviles y manifestaciones sentimentales. El revolucionario debe aprender a lidiar en un mundo donde es necesario emprender la lucha en cualquier escenario, comprendiendo que en un santiamén todo puede cambiar, todo cambia.