En el contexto de la sociedad actual, donde cada paso y palabra parecen estar bajo un escrutinio constante, ser maestro o maestra se ha convertido en un desafío monumental. No solo enfrentan la responsabilidad de transmitir conocimientos y valores a las nuevas generaciones, sino que también deben lidiar con una sociedad que, en muchos casos, minimiza y desvaloriza su labor.

En países como el nuestro, esta realidad es aún más palpable. Los maestros y maestras no solo enfrentan las dificultades inherentes a su profesión, como la falta de recursos en las escuelas o la presión de formar a estudiantes en condiciones adversas, sino también el juicio constante de una sociedad que con frecuencia los critica más de lo que los apoya. En lugar de ser reconocidos como pilares fundamentales del desarrollo de un país, los maestros y maestras suelen ser objeto de críticas dañinas y desinformadas.

Lo más preocupante es que esta desvalorización de la labor docente ocurre en un entorno donde la educación debería ser una prioridad. Muchas veces, los estudiantes provienen de hogares donde no se inculcan valores fundamentales como el respeto, la responsabilidad y la disciplina. En estos casos, los maestros y maestras no solo deben enseñar las asignaturas básicas, sino que también intenta suplir las carencias emocionales y formativas que deberían ser responsabilidad del hogar.

Es fundamental recordar que la educación comienza en casa. Ningún maestro o maestra puede sustituir el papel que las familias desempeñan en la formación de sus hijos. Los valores, el respeto hacia los demás, la disciplina y el interés por aprender son actitudes que se cultivan primero en el seno familiar. Los maestros y maestras, por su parte, complementan y potencian ese aprendizaje, pero no pueden ni deben ser los únicos responsables de un proceso tan complejo.

Gerson Adrián Cordero.

Es hora de cambiar la narrativa. En lugar de criticar constantemente, la sociedad debería reconocer el sacrificio que implica ser maestro o maestra en estas circunstancias. Enseñar no es solo un trabajo; es una vocación que requiere paciencia, dedicación y, sobre todo, amor por el futuro de las generaciones venideras. No podemos seguir exigiendo calidad educativa sin valorar a quienes dedican su vida a hacerla posible.

Ser maestro o maestra es, sin duda, uno de los retos más grandes de nuestro tiempo. Como sociedad, debemos aplaudir su entrega y reconocer que su labor es esencial para construir un futuro mejor. La educación es un esfuerzo colectivo, y valorar a quienes la hacen posible es el primer paso para avanzar.