Construir el cuadro-cultura mediante una búsqueda material de sentido de la pintura, el dibujo, el grabado, la fotografía, resulta de una experiencia de trabajo artístico-cultural apoyado en la técnica. En la evolución histórica del arte, el cuadro-cultura aparece como una categoría funcional expresiva que focaliza lo cultural mediante una técnica mental instituida por el artista. El cuadro recorta la “realidad” y crea un fragmento de forma-sustancia, esto es, una relación significativa, un punto de significación y un sentido de la mirada. Lo que inscribe y resignifica el cuadro-cultura es su propia artisticidad definida temática y formalmente en la tela, la tabla, el papel o cualquier superficie lisa o rugosa que le sirva de soporte.

El cuadro-cultura es, además, un focalizador visual, el enmarque de una selección plástica que tiende históricamente a combinar elementos y a producir significación. Lo pictórico se pronuncia y explica en el cuadro como visión cultural determinado por la expresión unificada de lo dibujístico, lo espacial y lo cromático. Estos aspectos han tenido su determinación composicional en la práctica misma del pintor, el pintar y lo pintado en su concepto-eje creador.

De ahí que el cuadro-cultura cree las posibilidades de una reflexión plástica mimética y poiética integrada a un principio de figuración o metafiguración orientados al sentido visual. La intencionalidad revela en su espacio-tiempo los diversos lenguajes de representación, donde las formas inductivas y deductivas de la imagen plasmada desde la mano y el ojo. En este caso, la artisticidad cualifica la temática y la materia pictórica. Lo que se visualiza mediante el cuadro, es su materia figural y la particularidad significante desde su fuerza imaginaria.

Entre los siglos XVII-XX. Se puede verificar una evolución del cuadro-cultura que se inicia con la tradición moderna, a partir de prácticas visuales explícitas. Desde lo primitivo a lo abstracto y de lo inductivo de la forma-superficie y profundidad, podemos observar un desarrollo formal que unifica funciones y estructuras estéticas observables en artistas como Giotto, Botticelli, Rafael,  Pontormo y más tarde Leonardo, Durero, Tiziano y otros, para adquirir valores más complejos con el origen mismo de la tradición moderna. (Magritte, Chagal, Kandinsky, Duchamp, Dalí, Picasso, y otros). Estos artistas figuralizan y conforman el cuadro-cultura donde lo cultural como forma significativa es formalizado, contextualizado, individualizado y determinado por el signo-espacio y el signo-forma.

Lo que se inscribe en un marco, un centro, un borde y un reborde es lo que hace posible y visible la especificidad del cuadro entendido como estructura y significación. (Ver, Víctor I. Stoichiţa: Cómo saborear un cuadro (2009), La invención del cuadro (2001), Ver y no ver: la tematización de la mirada en la pintura impresionista (2005)).

En efecto, el cuadro-cultura funciona entonces como una estructura reveladora de la cultura, la naturaleza y el sujeto en sus variadas relaciones. El cuadro, en sus detalles técnicos y formales siempre revelará una cultura específica (Cultura oriental, cultiva occidental, transoceánica, altomoderna y sus ejes simbólicos, entre otros). El factor sociosemiótico se motiva y revela en la expresión del cuadro-cultura como índice de valor, señal estética, forma elegida y símbolo plástico-visual. (Para una historia de problemas sobre las fuentes literarias y visuales en la historia del arte, ver, Julius von Schlosser: La literatura artística: manual de fuentes de la historia moderna del arte, Eds. Cátedra, Madrid, 1976).

Se podría decir entonces que la iconografía, la iconología, la heráldica, la emblemática, el grabado y el dibujo, propician históricamente el cuadro-cultura en diversas fases o instancias de creación; el renacimiento constituye una muestra de la especificidad del cuadro-cultura, en tanto que desde el mismo, la idea de una estructura plástica implica el desarrollo de estructuras visuales con anclajes sociales y humanísticos específicos, a partir de los orígenes mismos de la modernidad trascendente.

Anterior  prerrenacimiento, la función del cuadro presenta estructuras diversas en base a encuadres culturales diversos; lo que permite entender los diversos modos de comunicación pictórica desde la cultura representada. El cuadro-cultura será entonces un objeto de civilización y una función estético-artística orientada a ciertos ejes integradores de visión.

El tratamiento formal y la situación del cuadro-eje evoluciona como cuerpo- huella, trayecto cromático angular estructurado, pero sobre todo dinamismo e integridad de significados, tal y como podemos “leer” en artistas visuales como Paul Klee, Lucian Freud, Gustav Klimt, A. Modigliani, Egon Schiele, Jean Michel Basquiat, Andy Warhol, y otros que han narrativizado y poetizado la materia visual a través del cuadro-cultura.