La fuerza, el valor, la entereza de luchar aun cuando la vida se torne "seria"… ¿Cuándo la vida ha dejado de ser seria? Posiblemente no lo fue en nuestros primeros años de infancia, aunque tuvimos que aprender a identificar los peligros, a veces a base de latigazos.
Los instintos se van manifestando y poco a poco vamos aprendiendo a "evitar" lo dañino o doloroso.
Nuestros padres andaban detrás de nosotros para evitar los daños, pero aun así, no dejamos de tener "el coraje" de seguir adelante, intentando quitarnos "esa molestia" que, sin entender, nos seguía…
Cuando llegamos a los 16, ya queríamos tomar al mundo y comenzamos a "sacudirnos" ese lazo maternal que tanto nos ha "fastidiado"; ¡ya somos hombres y mujeres! Dispuestos a "asumir" los riesgos y todos los desmadres que se nos presenten…
Y así, nos tiramos del precipicio y en la caída vamos recibiendo rasguños y heridas que, independientemente de nuestros padres, ricos o pobres, recibiremos.
Por ahí anda el amor, las relaciones, los estudios, los trabajos y todos los dramas que estos traerán sin la ayuda de papá o mamá.
Nuestra personalidad se va definiendo y terminamos siendo "buenos o malos". Indiferentes o solidarios. Pendejos o guapos…
Siempre habrá alguien superior e inferior a nosotros. Siempre existirá uno o varios más exitosos o desgraciados. Siempre habrá quien crezca espiritualmente más elevado y de ese es de quien más deberíamos aprender.
Con todas las situaciones nombradas que nos llegaran, se harán más llevaderas y aprenderemos a vivir "mejor" todos los infiernos que nos toquen. Ya sean económicos, insólitos, sentimentales y demás chochadas que brinda este oficio "de existir".
El coraje ya no se medirá por quién salta del árbol más alto al río. O de quien se tiró más mujeres o arriesgó más para hacer dinero. El coraje será de quien se tomó las cosas duras con temple y serenidad.
El coraje será de quien aprendió a vencer la incertidumbre y vive de acuerdo a sus deseos y no a "las razones" que la sociedad exige.
El coraje es de quien está haciendo lo que quiere y no lo que "los otros" quieran. El que ha asumido sus pesares y convive de sus virtudes, así no le dé para el pan de cada día.
El que ve la vida como los otros no la ven. Y alcanza a ver el final del camino, sabiendo que es el mismo de todos. Sin llegar, ya se ha hecho y contestado todas las preguntas que suelen hacerse los que llegan, cuando llegan…
De todo aquello que llamamos coraje, el único válido y real es aquel al que siempre temimos, la miseria; por eso dejamos de vivir intentando no encontrarla cuando en verdad el coraje es sinónimo de ella.
Perderle el miedo a la vida es vivir. Pocos entenderán esto y muchos se opondrán, como siempre se opusieron a conocer "el fondo" del precipicio, sin saber que el coraje, mientras más bajo llega, más alto sube. ¡Salud! Mínimo Corajero.