Que nadie venga con cuentos de camino. El mundo ha cambiado. América Latina y el Caribe han demostrado que se pueden utilizar los procesos electorales, en combinación con la lucha social y popular, para avanzar y llegar al gobierno. Al sector burgués-oligárquico y el poder norteamericano, se le puede vencer, en la democracia representativa, con votos. No se dejen confundir con sandeces.
Ha llegado el momento de separar los granos de la paja; de los hombres, de los muchachos. Ya está bueno de seguir dispersos, aislados y dando vergüenza en la población y en la región. Expresamos felicidad y contentura cuando la izquierda y el progresismo, en otros pueblos hermanos, obtienen triunfos electorales; sin embargo, aquí mantienen una posición política de espalda a la realidad, divisionista y elucubrando fórmulas irrealizables que ni ellos mismos se la creen.
A la izquierda dominicana le ha dado trabajo comprender la nueva realidad que ha transformado al mundo. Los Estados Unidos de Norteamérica ya no es la gran potencia, sin menospreciarla, que puede hacer y deshacer sin tener un contrapeso que pueda cuestionar en cualquier terreno su política Imperial. Han perdido elecciones en la región como resultado del repudio de los pueblos ante sus representantes incapaces, corruptos y promotores de las desigualdades y las exclusiones económicas y sociales.
El escenario en nuestro país ha experimentado cambios significativos que desnudan la podredumbre y lo desaprensivo, en la administración pública, de la partidocracia. Los partidos que se alternan el poder se ha desacreditado ética y moralmente. No tiene calidad de ningún tipo, sinvergüenzas, para presentarse ante la población como los salvadores de la profunda crisis económica, política y social por la que atravesamos. Todos han gobernado; la incapacidad, la corrupción, el enriquecimiento ilegal y la impunidad, los retratan de cuerpo entero.
Sí, la maniobra de sacar al PLD corrupto fue correcta. Se detuvo una corrupción galopante que atentaba contra la estabilidad democrática de la sociedad. No nos hicimos muchas ilusiones, como aquellos que ni votaron por él. La debilidad estructural de la izquierda no ha podido llenar el vacío dejado por el descrédito de los corruptos, y, mucho menos, enfrentar con éxitos la embestida de clase de un gobierno que se desenmascara en el transcurrir del tiempo; de ricos y para los ricos.
El presente gobierno de Abinader y el PRM, que con tanto entusiasmo impulsamos para sacar al PLD corrupto, ha resultado un fracaso vergonzoso. Entregado en cuerpo y alma al sector oligarca burgués, rapaz e insaciable de bienes y servicios estatales. El empresariado criollo es de vital importancia para impulsar la economía nacional, pero no “regalándole en forma arbitraria y privilegiada” parte de la estructura productiva del estado.
Se ha agotado la confianza en estos partidos conservadores corruptos que en sus oportunidades traicionaron la esperanza depositada por la población. Pero no crean que todo caerá del cielo. Si no interpretamos la realidad con objetividad, venciendo la dispersión y el galloquismo, volverán de nuevo al poder. Tienen recursos y la capacidad de reciclarse como siempre lo han hecho, bajo la bendición de los amos del Norte.
Hay tiempo todavía para recomponer, organizar y presentar una alternativa política y electoral, de cara al 2024, de organizaciones progresistas, democráticas y de izquierda. Levantando un programa mínimo de gobernanza, progresista y democrático, que permita colocar nuestra ficha en el tablero, en camino ininterrumpido de avanzar hacia el poder.
Los desafíos que hay por delante y las tareas pendientes son muy serias y delicadas. Los que asuman el proyecto electoral unitario deben comprender que se unen los que coinciden en la observación del momento y sus perspectivas y los que las diferencias los separan; irán acompañados con un alto grado de entendimiento y flexibilidad para permitir la convivencia en la diversidad. Donde el respeto, la decencia y la solidaridad, sepulten las malas artes que han hecho pila de daños al movimiento revolucionario.