La historia de quienes migran está llena de desafíos que desafían el cuerpo y el alma. Muchas veces, al cruzar fronteras y enfrentarnos a un mundo nuevo, sin conexiones ni raíces, la soledad, el desarraigo y la incertidumbre se convierten en compañeros de vida. Sin embargo, en medio de esta realidad compleja, hay quienes encontramos en el arte una forma de refugio, una manera de redescubrir la esperanza y la conexión perdida. Este es mi caso particular, pues desde bien pequeña mi mamá me compraba cientos de libros para colorear, y dedicaba de su tiempo para enseñarme a dibujar y sin salirme de los bordes. A ella le debo toda la pasión por el dibujo, así como el talento y creatividad, pues no tengo dudas que lo heredé de ella, lo cierto es que dibujar se ha convertido en el salvavidas que me ayuda a enfrentar las tantas tormentas que acontecen en la vida de un migrante.

El dibujo no solo ofrece una distracción, sino una forma de entender y procesar el mundo que nos rodea. En Cuba, ese mismo acto creativo llenaba de gozo y orgullo mi corazón, pero ahora, como migrante, ha tomado un sentido mucho más profundo y esencial. En esos trazos de lápiz y colores, no solo expreso un talento, sino la resistencia y el deseo de seguir adelante a pesar de las dificultades. Cuando dibujo el dolor de saberme lejos de mis padres y hermana desaparece, aunque sea solo un poco. Así también disfruto mucho visitar el museo de Arte Moderno de Santo Domingo, y cada mañana cuando voy rumbo a mi trabajo en el metro, me deleito con las diferentes exposiciones de pinturas que se observan en la estación Casandra Damirón. Y disfruto hacerles foto y colgar publicaciones en mis estados de WhatsApp, porque siento que los colores que albergan esos cuadros pueden darle vida aquellos que miran mis estados. Y hace poco conversaba con una amiga cubana arquitecta que al igual que yo migró, y hoy desde Madrid dibuja los caballos más reales y asombrosos a lápiz. Ella también encontró en el arte su tabla de salvación.

Dibujar permite reinventarse, y cada trazo es un paso hacia adelante, una prueba de que, aunque te encuentre lejos de tu hogar, sigues siendo dueña de tu historia. Como espectadores, ver obras de arte proporciona un testimonio silencioso de vida, de lucha y de esperanza. Quizás no todos entiendan los desafíos de la migración, pero todos pueden reconocer el poder de alguien que, en medio de la adversidad, encuentra en la pasión de un trazo colorido la fuerza para seguir adelante.