La gravedad de un desastre se mide por el nivel de impacto en pérdidas humanas, afectación a la economía, así como cuando sobrepasa la capacidad de respuesta, teniendo un impacto significativo en la vida humana. Los efectos del mismo no se limitan al área donde ocurre o inicia. Lo vimos con la covid-19, con huracanes que atraviesan una región, tsunamis regionales y hoy, el apagón cibernético, a lo que llamamos desastres tecnológicos. Cualquiera de estos fenómenos genera efectos en cascada.
Los efectos en cascada son las consecuencias de un desastre que se extienden más allá del área inicial de impacto, ocurriendo cuando el daño causado conduce a efectos secundarios que pueden afectar otras áreas y sectores. Estos efectos secundarios pueden ser sociales, económicos y ambientales.
El estudio de los efectos en cascada es crucial para comprender el impacto total del daño, con el fin de dar respuesta y mitigar los daños. El impacto de los efectos en cascada se puede sentir en diferentes sectores de la economía. Por ejemplo, los desastres naturales o tecnológicos pueden interrumpir las instalaciones críticas. Cualquiera que sea el evento generador de este Apagón produjo un impacto a nivel global.
A diario se utiliza la electricidad, se bebe agua, se utiliza el transporte masivo (aéreo, terrestre y naval), se realizan operaciones bancarias y todo tipo de aspectos administrativos en programas computacionales. Nos conectamos a redes informáticas para la transmisión de datos por Internet. Todas esas actividades, vitales y esenciales, dependen de las infraestructuras críticas: centrales eléctricas o nucleares, sistemas de aguas, transporte, sistema bancario, tecnología satelital, sistemas de telecomunicaciones, sistemas de salud, sistemas de emergencias como el 911, bomberos, policía, ambulancias, etc. Lo que significa para un país el colapso de estos servicios.
Cualquiera que haya sido el riesgo o la amenaza que generó el apagón cibernético, este impacto en infraestructuras críticas a nivel mundial fue fruto de alguna vulnerabilidad, generando la activación de diferentes centros de operaciones de emergencias, comités de manejo de crisis, inteligencias de seguridad y poniendo niveles de alertas, e implementando planes de contingencia de gobiernos y del sector privado como respuesta al evento como a los efectos generados por el mismo, simultáneamente la ejecución de planes de continuidad de operaciones en los diferentes sectores impactados, con el fin de garantizar la operatividad de los servicios.
Cuando leemos y vemos por diferentes medios de varias ciudades en el mundo donde todavía sienten los impactos de diversas maneras, por ejemplo, en el sistema de salud donde los diferentes registros médicos se manejan electrónicamente y pueden ser requeridos para cirugías programadas, así como pruebas de laboratorio o diagnósticos que requieren del uso de sistemas informáticos. El gran número de cancelaciones en la aviación, desde el transporte de pasajeros hasta envíos de paquetes y valores, etc. Y si vemos solo en esa área, la del transporte, el efecto en cadena: el turista que se dirigía a un destino turístico, el que iba a un funeral, el que retorna a su país de origen, etc. En fin, la suma de todos los efectos causados significa un gran impacto en el plano económico, de salud, etc. Sin lugar a dudas, no tuvo que llegar ni una pandemia, ni un huracán, ni un tsunami para ver un evento extremo generador de un desastre tecnológico.
La evolución de la tecnología y la dependencia tecnológica avanza cada día más. Lo ocurrido hoy al concluir las operaciones de rehabilitación y que los efectos sean mínimos o no estén presentes, vendrán los análisis, la revisión de los planes, procedimientos, protocolos que generarán lecciones aprendidas que seguramente cambiarán la respuesta a este tipo de fenómeno cibernético. Siempre digo que no creo que nadie pudiera decir antes del 2020 que el mundo se cerraría por una pandemia. Hoy la pregunta sería: ¿alguien se imaginó un impacto tan grande como este por un apagón cibernético?