La pérdida del hijo de un amigo me hizo retomar el tema del título de un valioso libro que escribió el Hno. Emilio Mazariegos, para los padres que quieren acercarse al mundo interior de sus hijos y poder acercarse a ellos.
No creo que, desde la psicología del duelo, haya pérdida alguna que sea más difícil de asimilar que la muerte de un hijo a temprana edad, a una edad cuando la vida aún no ha irrumpido con fuerzas en las experiencias de la juventud temprana, la juventud, que es una etapa para vivir con la esperanza de que las cosas que no están bien en el mundo, se pueden mejorar o cambiar, si por duras o difíciles que parezcan, etapa de la vida para desafiar a cualquier sistema de injusticia y opresión social, etapa esencial para ponerse metas y desafíos en las diferentes facetas de la vida, tanto en la vida académica y profesional, pero también tiempo para empezar a encausar la afectividad y la forma en que se le quiere vivir, etapa para descubrir en uno mismo, su mejor versión.
En definitiva, ser joven, es una etapa que pasa muy rápido y es una oportunidad para “el encuentro de cada quien consigo mismo”, con su yo interior, quien no la aproveche, quedará con la nostalgia de “no haber descubierto su leyenda personal” como decía Paolo Coelho en El Alquimista, cuando hacía alusión a que todos nacemos con un proyecto de vida a realizar y está en cada uno descubrirlo y seguirlo poniendo plena atención a las señales del camino para responder según el momento presente.
Los amigos con que te relaciones en esta etapa, sobre todo en la adolescencia, son muy determinantes en los pasos que posteriormente se darán en la adultez, y es que los jóvenes mayormente, no suelen dejarse influir tanto por sus padres u otros adultos significativos, cuando van a tomar decisiones y opciones que repercutirán en su vida, sino que están más influenciados por sus iguales. Es por eso que se entiende que la amistad más auténtica podría bien ser, la cultivada en la etapa infanto-juvenil, es en esa etapa que cada quien se muestra como es, si, antes del comienzo de la adultez, o sea finalizando la adolescencia. Una gran enseñanza hay detrás de la afirmación que platea Antoine de Saint-Exupéry en su libro El Principito cuando dice que el mundo de los adultos es complicado.
Creo que el mundo que hemos ido creando para las futuras generaciones está complicado ya que es un mundo en donde los antivalores bien disfrazados pueden atraerles a la infelicidad, cuando están buscando todo lo contrario.
Antivalores como: el individualismo, la falta de cuidado de los recursos naturales y el medio ambiente, la falta de humildad, la búsqueda del confort y el placer por encima de valores como la templanza, del esfuerzo y la paciencia, la caricaturización de la identidad nacional y la identidad sexual, el irrespeto a las religiones y la pérdida del valor y el rol de la familia, sin dudas han tenido un efecto muy negativo en los ciudadanos del mundo de hoy.
A los adultos de hoy nos toca nuestra parte, propongo que empecemos por recurrir a nuestra esencia y a encontrarnos a nosotros mismos en ese niño interior que todos tenemos, en donde se valora lo más importante y donde se puede ver bien, no confundiendo sombreros, con serpientes que se tragan elefantes.