La manifestación más grande de cercanía es el abrazo. El abrazo lo cura todo. Cura el rencor, el dolor, el odio, el resentimiento, los malos entendidos, la tristeza y el cansancio. Cuando abrazamos nos damos cuenta que muchas veces hemos perdido momentos inmensos que no nos han dejado ser felices.
Al abrazar sentimos paz. Los abrazos acercan los corazones. Podemos sentir el latir del otro.
Los abrazos hablan, dicen estoy aquí, te amo, te he extrañado, perdóname, qué bueno verte, cuánto te quiero.
Los abrazos acompañan en la alegría, en el dolor, en la soledad. Los abrazos tienen la fuerza de reparar el alma, los abrazos confortan.
Abrazar a mis hijos, a mis nietos, me llena de ternura, me acerca a ellos.
Cuando voy a visitar a mi sobrino me salen a recibir todos, él, su esposa, sus hijos que son mis sobrinos nietos. Es un momento sublime para mí. Siento su cercanía, su amor y su cariño en cada abrazo que me dan y que para cada uno dedico un tiempo especial. Sentir el abrazo de mi sobrino Elo me conforta, me hace feliz, pero el abrazo de cada uno de ellos susurrándome al oído “Elsita, te amo” hacen que me sienta la mujer más feliz del mundo.