Ante un libro novedoso, cual sea el área de conocimiento que aborde, se torna en un reto. Esto sucede con el libro de Joseph Mendoza: Duda de la duda, con el subtítulo: entendimiento desentendido y la certeza de vivir desviviendo. La relación de la palabra, el conocimiento y la duda.
Algo que hay que destacar es que el mismo libro es todo una duda respeto a su impresión, así que le hace honor al libro, pero el autor es dominicano, filosofo y profesor de esa área.
Proponiéndoselo o no (pienso que sí), el libro da entre pecho y espalda al lector, porque el autor cuando viene a ver, hace rato que la perdió, ¿la duda? Ojalá. La encontró por exceso de buscarla hasta debajo de las piedras.
¿Qué pasaría por la cabeza del autor al escribir este libro? ¿Hubiese sido más fácil coger una yola para irse a la isla del conocimiento, por si existe, diciendo e investigando tanto de una manera tan condensada? Todo el libro es abordado en una prosa limpia y lógica, desprovista de toda metafísica. Este libro es una Isla del conocimiento porque el autor lo aborda todo, lo pondera todo excepto la duda teológica (en ese conocimiento que arrastra la fe como un corderito castrado, loco hubiese estado, pero se hubiese graduado si se metía en él). Este es de esos libros que se escriben aunado con una eficiente investigación medio totao, para no decir completo.
La duda de la duda y sus secuaces en diferentes temas, nos recuerda a la investigación que tuvieron los enciclopedistas franceses para su magna obra. Si el espíritu de una enciclopedia era tener o abarcar todos los temas del conocimiento, lo mismo se propuso el autor de este libro, Joseph Mendoza, pero desde la duda: El índice del mismo no nos deja mentir.
Es un libro que asusta, no por su tamaño sino por lo condensado de los temas que trata. Aborda autores y sus obras principales, generalmente como apotegma, buscando en qué dudaron para la creación o investigación, sin que importase cual sea el área.
¿Cuáles son los antecedentes de un libro que demandó una dedicación cuasi obsesiva por la investigación? Ni idea. Sin embargo, este libro sobre la duda hace que dudemos del autor. ¿De su locura o genialidad? Pero no de su capacidad para la investigación.
Cuando el lector tenga ante sí el libro lo leerá con apuro (Espero que sea como el autor lo concibió: tomándose todo el tiempo del mundo para leerlo como el autor se llevó para escribirlo).
Joseph Mendoza ha escrito un libro que tiende a pensarse como: “Aunque usted no lo crea”, de Ripley. Lo que Ripley hizo en el siglo veinte con todas las curiosidades fenomenológicas de cualquier lugar de la tierra, lo hace Mendoza con el conocimiento indagándole la Duda de la duda, como canon para ascender a cualquier conocimiento o que se precie como tal, para pensar, ¿seriamente?
¿Buscaba el autor equipararse… a lo que hizo Ludwig Wittgenstein con la filosofía en su Tractatus lógico-philosophicus (1921)? Mejor no opino. El libro se le convirtió en una obsesión al autor y qué bueno que así sucedió, porque pudo darle “feliz término” y a leerlo como una locura sana, en busca de la duda de la duda, entendimiento desentendido y la certeza de vivir desviviendo.