Una novela de ideas que participa de enfoques simbólicos, míticos, gnósticos y místicos no prohíbe el campo de interpretación contrario a sus tesis y principios autorales. Desde que Umberto Eco publicó El nombre de la rosa en 1980, el mismo mercado de la lectura y la disputa pseudo-religiosa y pseudomística se impuso como crisis de un valor espiritual atribuido a la autoridad eclesiástica y principalmente a todo principio que involucra el sistema de creencias establecido bíblicamente.
La visión que acepta la búsqueda y encuentro del Santo Grial como enigma y núcleo narrativo de la Edad Media (como sucede en la narrativa de Chrétien des Troyes), implica una característica de la prosa de ficción, así como el marco de una novelística, en cuyos ejes se va afirmando el Enigma del Grial como cáliz, sangre de Cristo, progenie, generación, proveniencia y sujeto que extiende su poder oculto, donde unidad y finalidad se unifican en el todo que, a pesar de la palabra sagrada, asiste a la visión del misterio entendido como secreto y función sagrada.
De ahí la controversia llevada a cabo por especialistas en gnosis, historia de las religiones, estudios clásicos, teología bíblica, ciencias humanas , textos gnósticos, origenismo, hermetismo, cristología, ocultismo e historia de la iglesia primitiva, entre otros temas. Las opiniones sobre estos asuntos, a propósitos de El código da Vinci, (novela escrita por Dan Brown) están expresadas por Gabriela Cargnel, José Luis D’Amico, Esther de Boher, Francisco García Bazán, Jerónimo Granados, Esteban López del Pino, Luis H. Rivas y Diana Rocco Tedesco (Véase AAVV: ¿Verdad o Ficción? Los especialistas responden acerca del código Da Vinci, Ed. Grupo Editorial, Lumen, Buenos Aires, México, 2004), conforman un espacio de reflexión y sobre todo de incitación o invitación a la lectura crítica sobre aspectos de fundamento literario y religioso de la tradición y la creencia.
Así las cosas, Francisco García Bazán desarrolla algunos aspectos que aclaran la interpretación en torno a la figura de Jesús, la familia y el estatuto de las mujeres en los textos gnósticos (Véase Jesús, las mujeres y los vínculos familiares en los textos gnósticos, op. cit. pp. 81-109). Diana Rocco Tedesco en un ensayo titulado El código Da Vinci visto desde la historia de la iglesia (Vid. op. cit. pp.143-163), intenta aclarar algunos tópicos y predicamentos accionales en la historia antigua de la iglesia y la formación del cristianismo primitivo, que nació como acto transgresor, con propuestas que cambiarían modos de pensar profundamente arraigados en hombres y mujeres del entorno del Mediterráneo, lamentablemente… de un modo relativamente rápido se adaptó a las normas de funcionamiento de la sociedad en que se desarrolla… Los evangelios y las cartas paulinas, sobre todo, guardaron registros de esas primeras propuestas, en la que, como en todo nuevo movimiento, se subrayaba la horizontalidad del grupo. Allí no cabían las diferencias, ni las intolerancias. No había “(…) judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre, ni mujer, ya que vosotros sois uno en Cristo Jesús “como diría en tono pragmático, Pablo en su Epístola a los Gálatas 3:28, su primer epístola, por otro lado”. (Op. cit pp.148-149).
Antes de Constantino, el cristianismo se planteó como una travesía de caminos hacia los principios de la fe, la Praeparatio Evangelica preparación evangelizadora y la lectura comunitaria de la palabra dada. La visión de algunos desarrollos teologales, religiosos y místicos surgía como una instrucción y una práctica de la primitiva iglesia cristiana, donde la predicación y la devoción se instituyeron como estructura referencial y junto a cardinales de una creencia basada en la fe testimonial y los lazos devocionales unificantes de la tradición.
Cuando el Imperio se disgrega, ya en el siglo V, algunos grupos se afirmarán como Iglesias regionales. Esto sería el germen de las futuras Iglesias Copta, Masonita, Sirio- ortodoxa, jacobita, Sirio-católica, nestoriana, caldea y armenia que perviven hasta el presente. Su carácter étnico y regional quedará demostrado incluso por el nombramiento de su propia jerarquía, sus ritos, la utilización de su propia lengua, sus tribunales eclesiásticos, etc…,” (Ensayo citado p.150).
En efecto, el relato novelesco debe tomar en cuenta, a propósito de su puesta en página estos y otros datos sobre las formaciones de la iglesia y el cristianismo, habida cuenta de los signos, símbolos, hechos y lecturas que importantizan las claves de comprensión de los hechos y formas contextualizadas en el orden de las ideas y creencias religiosas. De ahí que en muchos casos el autor de El código da Vinci… equivoque y falsifique la travesía de la Eclessia antigua, a favor de una creencia o una persuasión personales a propósito de algunos aspectos edificantes de la fe y el pensamiento cristiano.
La investigadora y profesora argentina Diana Rocco Tedesco (ver, ensayo citado, en la nota 1), muestra mediante citas textuales (cap. 28 y cap. 58), dos inadvertencias e invenciones sin respaldo de fuentes ni documentos, donde el novelista, a la par de suponer, deforma y transforma el factum literario y textual en los casos citados:
“…la tradición del Priorato… de perpetuar el culto a la diosa se basa en la creencia de que, en los primeros tiempos del cristianismo, es decir durante los albores de la iglesia, sus representantes más poderosos “engañaron” al mundo, no le dijeron la verdad, y propagaron mentiras que devaluaron lo femenino y descartaron la balanza a favor de lo masculino” (Ibíd.)
“… Jesús intuye que pronto lo capturarán y lo crucificarán, y le da a María Magdalena instrucciones para que ponga en marcha la Iglesia cuando él ya no esté. En consecuencia Pedro expresa su descontento por tener que ser servidor de una mujer” (Ensayo citado, p.144).
Ambas presunciones y posiciones no argumentan a favor de una idea fundamentada de las formas históricas y religiosas antiguas, pero además desconocen un proceso aglutinante y participativo sobre la conformación de teologías teístas en el contexto de una visión originaria basada en la oralidad y la escritura como soportes de la tradición.
La doxa espiritual en la novela moderna y contemporánea se particulariza por hacer visible la contradictio y el iudicium o praeiudicium dentro de la fábula y la ficción como niveles pragmáticos y efectuales de la novela en este caso histórica. El relato novelesco organizado por Dan Brown deprocesa las funciones verosímiles, siendo así que la sustancia que le ha servido de base temática mueve a sospecha y por lo mismo se sitúa en un campo de comprensión movedizo e incierto en cuanto al orden teologal, institucional, ecuménico y espiritual del cristianismo.
Existe además una valoración narrativa de fuentes históricas y testimoniales que el novelista debe advertir y procesar desde el momento en que se estime un tópico de principio y se afirme un marco fluido de interpretación, todo lo cual solicita un tratamiento formal y material de fuentes que, en el caso de El código Da Vinci no cuenta con un respaldo textual e interpretativo avalado por un documento específico y real como sucede con El nombre de las Rosa, El péndulo de Foucault o Baudolino de Umberto Eco.
La ficción y el tema tratados en novelas como Moisés, El faraón Rebelde de Bernard Simonay (2004,en trad. española), El sueño de Escipión, de Iain Pears (2003, en trad. española), Calígula, el dios Cruel (1995, en trad. española), de Siegfried Obermeier, o, El hombre de las cruzadas (2002, en trad. española) de Michael Eisner, constituyen un ejemplo de recualificación de la novela histórica, donde el autor produce un nuevo nivel de ficción histórico-fontal a partir de emblemas, personajes, signos y acciones, pertenecientes a una época determinada, partiendo de una concepción de la historicidad que asegura el movimiento interno y ascensional de la materia histórica y testimonial.
La vuelta a los usos simbólicos, místicos y míticos en la prosa narrativa hace que se cree una cardinal donde el Best-seller conforma universos ficcionales que piden también la pantalla cinematográfica y un estallido editorial que se expresa en la visión comercial del autor, el editor y el productor editorial.
De ahí que en los últimos diez años la avalancha de novelas históricas basadas en manuscritos encontrados, hallazgos arqueológicos, sectas religiosas, personajes históricos y misteriosos, comunidades secretas, lenguajes secretos y temas afines, construyen un contexto de lectura que conlleva a búsquedas éticas, religiosas, personales, espirituales, políticas y transpersonales que prohíjan a su vez visiones cinematográficas sensacionalistas, docuficciones arqueológicas, biografías de héroes religiosos y milenaristas.