Participé, recientemente, en la VIII reunión de la Red de Planes de Lectura de Iberoamérica, REDPLANES, celebrada en Bogotá. Esta red de planes de lectura fue articulada por el Centro Regional para el Fomento del libro y la Lectura, CERLALC, hace veinte años, y periódicamente se reúne en un país Iberoamericano para discutir los avances y desafíos de las políticas en torno al tema. CERLALC es un organismo perteneciente a la UNESCO.
A raíz del lanzamiento en el año 2021 de Dominicana lee en el Ministerio de Educación, República Dominicana ha empezado su andar en el mundo de las políticas públicas en el campo del libro, la lectura y la oralidad.
Durante la participación en el encuentro, pudimos entender que las políticas públicas de esta naturaleza dependen de la voluntad política de quienes gobiernan. Asimismo, que los cambios de autoridades afectan su desarrollo porque usualmente no se les da continuidad.
Dominicana lee empezó su recorrido en la campaña política de 2020. Faltando un mes para las elecciones, le envié al entonces candidato Luis Abinader un esbozo del plan. Se lo envié con la señora Raquel Arbaje y ella me dijo, Luis, yo cumplo con entregárselo, pero no estoy segura de que pueda leerlo por el cúmulo de cosas que le llegan y por todas sus ocupaciones. Hablamos de un candidato favorito para ganar las elecciones presidenciales a un mes de distancia.
Pero antes de eso, Amaurys Sánchez, Menoscal Reynoso y yo habíamos visitado a varios candidatos a alcaldes para venderles el programa. Uno de los mayores esfuerzos lo hicimos con Manuel Jiménez por su perfil de hombre del arte y porque había impulsado en el Congreso la Ley de Mecenazgo cultural. Incluso después de haber asumido el cargo nos reunimos con él en varias oportunidades. Los esfuerzos fueron en vano.
En septiembre de 2020, un día recibo una llamada de un funcionario que pertenecía a la Presidencia de la República y me convoca a su despacho. Mi sorpresa fue mayúscula, y mi alegría también, cuando me dice que el presidente Abinader le había ordenado que pusiera en marcha Dominicana lee; y la sorpresa nace de las duras circunstancias en que estaba el país: plena pandemia del Covid, finanzas públicas quebradas, el empleo por el suelo y la población demandando y requiriendo más ayuda social que nunca. Y en medio de esa dura realidad el presidente Abinader se recuerda de un plan de fomento del libro y la lectura que alguien le había enviado en la campaña electoral. Este hecho denota el interés del presidente por el tema.
Al pasar de los días llegué al Ministerio de Educación, y el funcionario al que le habían ordenado poner en marcha Dominicana lee empezó a buscar excusas y subterfugios para aplazar el lanzamiento y ejecución del programa. Y cuando se enteró de que había sido designado director de cultura en el Minerd, me dijo: En Educación hay mucho dinero. Pon en marcha el programa allá.
Y lo hicimos; y a partir de entonces se han dado pasos importantes, pero todavía los retos son enormes. En el Ministerio de Educación hace falta un plan para rehabilitar las bibliotecas escolares; formar mediadores de lectura; renovar la bibliografía en el ámbito de la lectura, entre otros retos.
Dominicana lee ya aparece en un decreto presidencial. En junio del presente año fui designado asesor cultural del Poder Ejecutivo a cargo del programa Dominicana lee. Esto ya es un avance. En los próximos días esperamos otro decreto que señale los alcances del programa; si no, entonces, tendríamos que abocarnos a modificar la Ley 502-08, sobre el libro y las bibliotecas, porque fue un gran bulto lo que se hizo en aquel entonces con un plan quinquenal del libro y la lectura que nació muerto, porque ningún plan o programa o proyecto prospera sin recursos económicos.
Dominicana lee es un programa pensado para ser un articulador de acciones en torno al libro, la lectura y la oralidad. Pero también un ejecutor. Las instituciones que deben involucrarse son la Presidencia de la República, como gestora y rectora, Ministerio de Educación, Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, Ministerio de Turismo, Biblioteca Nacional, Interior y Policía, Procuraduría General de la República y sobre todo las alcaldías.
Como he dicho que los planes nacionales de lectura son fruto de una acción política, confiamos plenamente en que el presidente Abinader seguirá apoyando este programa; la lectura es un mecanismo de cambio, de transformación social y además incide favorablemente en la mejora de la calidad educativa. Solo hay que saber articular, asumir este tema con pasión y entrega; porque la promoción de la lectura en nuestros países, con muchas carencias materiales, es un acto de fe, una apuesta por la utopía de que una sociedad mejor es posible.