Aunque hablaremos de un tema filosófico lo haremos de forma simple y práctica, de manera que podamos ver su relación con nuestras vidas.
El número uno representa el comienzo, el dos muestra una continuidad y nos permite trazar una línea, nos marca un camino, pero el tres puede formar al triángulo, el cual representa la posibilidad de delimitar un espacio cerrado, permitiendo volver al punto de origen. En la antigüedad el tres se relacionaba con la perfección, al igual que el triángulo.
El número tres se presenta en el concepto de las trinidades divinas en las diferentes religiones. La iglesia católica lo establece como dogma de fe hacia el cuarto siglo de nuestra era, siendo presentado en el Concilio de Nicea, de tal manera que Padre, Hijo y Espíritu Santo, se consideran una misma persona y el cristiano prefiere no analizar sus implicaciones. Vemos el concepto de la Trinidad en otras religiones que lo plantearon incluso con siglos de anticipación, por ejemplo: hinduismo, zoroastrismo, celta, sintoísmo y las mitologías griegas, egipcias y nórdicas. Las religiones suelen tener más puntos en común de los que normalmente reconocen.
La dialéctica desarrolla racionalmente la esencia del número tres. Así, tenemos una realidad, idea o teoría, que sería la Tesis, luego se nos presenta algo diferente, que representaría una posición contraria, que llamamos Antítesis; del “diálogo” o confrontamiento de estas dos posiciones o realidades, surge una tercera que llamamos Síntesis o resultado. Este principio transformador se ha estudiado en cualquier nivel de nuestra existencia: filosófico, biológico, fisicoquímico, psicológico, social o político. Desarrollar lo anterior sería muy extenso, pero sólo diremos que cualquier realidad conocida, sometida o interactuando con otra contraria, producirá una tercera que será el producto de esa interacción.
El principio de la dialéctica fue utilizado en el plano de las teorías políticas, siendo famosas las teorías de Engels y Marx en el materialismo dialéctico, quienes hicieron una aplicación política de la dialéctica de Hegel. En estos conceptos, la tesis y la antítesis estarían representadas por grupos sociales diferentes, que al interactuar (la lucha de clases), darían origen a las revoluciones o cambios sociales.
La misma ciencia se desarrolla mediante ese mecanismo, surge una tesis, la cual deberá ser falsable, es decir, existir la posibilidad de demostrarla o negarla. Por ejemplo, en el famoso principio de Descartes: “pienso, luego existo”. ¿Cómo puedo estar seguro de que existo? La tesis sería: existo, la antítesis sería: no existo y la síntesis: si pienso es evidente que existo, porque soy alguna realidad que está pensando, así que porque pienso es razonable aceptar que existo.
Para todos aquellos que no aprecian la filosofía o la ciencia, estos razonamientos podrían parecerles una pérdida de tiempo, pero a continuación vamos a analizar su valor en nuestras vidas.
Lo que nos obliga a esforzarnos, lo contrario, lo incómodo, deficiente, en fin, lo que no nos gusta, es lo que al enfrentarnos nos mueve al cambio. Es decir, la única posibilidad de superarnos es el padecer experiencias negativas o desagradables, ya que cuando nos sentimos muy bien, no nos interesa hacer ningún esfuerzo.
Aunque no nos guste, es evidente que para desarrollarnos se requiere que nos esforcemos y realmente los caminos difíciles son los que nos llevan a la perfección. La Biblia nos invita a entrar por la puerta estrecha y nos agrega que no es la que usa la mayoría, pero es la que nos conviene. Así como las pesas nos fortalecen, un libro de ciencia o filosofía desarrolla más nuestro cerebro que una revista sobre vida privada de artistas.
La tecnología a través del mercado nos brinda opciones de estar cada vez más cómodos, eliminando esfuerzos y aunque nos agrada, también puede afectarnos. Todos esos equipos que evitan que nos esforcemos nos parecen maravillosos y no notamos que en la medida en que evitamos movernos o esforzarnos, se incrementa nuestro grado de atrofia. La comodidad excesiva es dañina.
Vivimos experimentando múltiples ciclos y los cambios de ciclos se originan desde experiencias negativas o carencias. El niño solo espera pasarla bien, pero los adultos aprendemos que en ocasiones hacemos lo que no queremos por ser lo que debemos y la dificultad para entender eso, podría estar en la base de muchos trastornos mentales. No siempre reconocemos lo que nos conviene, a veces ni siquiera lo que queremos.
Solemos ver las crisis como una maldición, sin embargo, pese a que nos puedan parecer desagradables, normalmente son nuestras oportunidades de crecer.
Para saber hacia dónde encaminar tu vida, debes estar consciente de lo que te desagrada y crees que debiera cambiarse. Las personas que han contribuido al crecimiento de la humanidad son los que no se detuvieron con la antítesis, sino que siguieron adelante hasta producir resultados frente a la contrariedad. Tus quejas aportan poco, pero tus acciones para transformar lo que no te parece bien, son las que te convierten en alguien especial.