Si al dominicano se le pregunta cual moneda prefiere entre el dólar y el peso se puede dar por descontado que la gran mayoría favorecerá al dólar. Su mayor valor frente al peso podría explicar ese interesado favoritismo, el cual está teñido de cierta inconstitucionalidad. Conviene entonces que se conozca lo que implica la “desdolarización” y la “dolarización”, dos términos que están hoy en boga. Es casi seguro que la población seguirá favoreciendo al dólar y rechace la desdolarización, pero un cambio de nuestra moneda sería objetado por los poderes fácticos.
El peso dominicano surgió por primera vez con la gesta de independencia en 1844, sustituyendo al gourde haitiano como moneda nacional. “Entre 1891 y 1897 se emitió una segunda moneda, el franco, aunque no sustituyó al peso dominicano. En cambio, en 1905 el dólar estadounidense, con una equivalencia de 5 pesos por dólar, sí que reemplazó al peso dominicano.” En 1937 se promulgó una ley que creó la moneda nacional, pero fue en el 1947 cuando se crea el Banco Central y este comenzó a emitir billetes en pesos y a recoger todos los dólares. Porque del 1905 al 1947 el dólar circuló como moneda nacional se puede afirmar que fue Trujillo quien “desdolarizó” la nación.
Fue después de la II Guerra Mundial que el dólar estadounidense comenzó a erigirse como la principal moneda de intercambio internacional. La economía estadounidense era entonces la más grande y de mayor fortaleza, razón por la cual pudo montar el Plan Marshall para recuperar la economía europea. En 1944 los acuerdos de Bretton Woods adoptaron el dólar como moneda oficial y la decisión de Arabia Saudita de exigir el pago de sus exportaciones petroleras en dólares, a partir de los años 50, entronizó la tendencia y hoy día el dólar sigue siendo la principal moneda mundial. De ahí que los principales acreedores de los EEUU sean China y Japón: “juntos poseen 2 trillones (americanos) de dólares, más de una cuarta parte, de los 7.6 trillones de dólares en valores del Tesoro de Estados Unidos en poder de países extranjeros”.
Por “desdolarización” se entiende, sencillamente, la sustitución del dólar de EEUU por otra moneda de intercambio. A nivel local eso puede significar que ahorros o acreencias individuales que estaban denominadas en dólares –en bancos, en empresas u otras entidades o entre individuos– se cambien a pesos (u otra moneda). Cuando se aboga por eso se aboga por el uso de otra moneda. La dolarización, en cambio, es lo opuesto: se sustituye el peso u otra moneda por el dólar. Este último término se refiere a todo tipo de transacciones, pero se aplica más frecuentemente a la eliminación de la moneda de un país y su sustitución por el dólar.
El término “desdolarización” está de moda porque, a nivel mundial, se está dando una tendencia hacia la sustitución del dólar por otras monedas en las transacciones del comercio internacional y en las reservas internacionales de los bancos centrales. Pero según el FMI, “el menor papel del dólar de EE.UU. no ha venido acompañado de aumentos en las proporciones de las otras monedas de reserva tradicionales: el euro, el yen y la libra esterlina. Además, si bien se ha observado cierto aumento de la proporción de reservas mantenidas en renmimbis, esto representa solo una cuarta parte de la disminución de las reservas mantenidas en dólares en los últimos años, en parte debido a la cuenta de capital relativamente cerrada de China”. De manera que la tendencia a desdolarizar no ha sido galopante ni siquiera en la segunda economía más grande del mundo.
La hegemonía del dólar ofrece grandes ventajas al pais emisor. La principal es que puede emitir su moneda sin límites según sus conveniencias. Su predominio es también señal del poderío de la economía estadounidense. En lo que se ha percibido como una estrategia geopolítica, los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y Arabia Saudita han declarado su intención de abandonar al dólar en sus intercambios comerciales y de reserva y de crear su propia moneda común. Pero los analistas autorizados piensan que la desdolarización será un proceso lento, aunque la tendencia mundial la favorezca. Según el FMI, “los tenedores de reservas prefieren las monedas de los países conocidos por su buen gobierno, estabilidad económica y finanzas sólidas. En otras palabras, la estabilidad de la economía y las decisiones de política son importantes para la aceptación internacional”. Y ningún país se compara a EEUU en esos aspectos.
El FMI concluye: “Algunos esperan que el porcentaje del dólar de EEUU en las reservas mundiales siga cayendo, a medida que los bancos centrales de las economías de mercados emergentes y en desarrollo intentan diversificar la composición de sus reservas de divisas. Unos pocos países, como Rusia, ya han anunciado su intención de hacerlo. Pese a los grandes cambios estructurales en el sistema monetario internacional de las últimas seis décadas, el dólar de EEUU sigue siendo la moneda de reserva internacional dominante. Como muestra nuestro gráfico de la semana, los cambios en el estatus del dólar de EEUU se manifestarían a largo plazo”.
Mientras, con el advenimiento de las criptomonedas se ha iniciado una transición hacia las monedas digitales. Varios bancos centrales ya han creado las suyas y otros están en la etapa de investigación y desarrollo. (Al 2021 ya había seis países en el mundo que operaban con monedas digitales, incluyendo Bahamas y otros cuatro países caribeños).
Según el FMI: “Aparte de promover la inclusión financiera, destacados expertos sostienen que las MDBC pueden mejorar la resiliencia de los sistemas de pago nacionales y fomentar la competencia, lo cual puede ampliar el acceso al dinero, hacer más eficientes los pagos y reducir los costos de transacción.” “FMI ya ha elaborado un extenso manual para ayudar a los bancos centrales y gobiernos de todo el mundo en sus implementaciones de estas”.
Por otro lado, no es cierto que FMI ha creado una “moneda global” llamada Unicoin, pero admite que la tecnología de cadena de bloque “está provocando cambios de amplio alcance en el dinero y las finanzas que tendrán profundas repercusiones en hogares, empresas, inversionistas, bancos centrales y gobiernos. Al permitir la propiedad segura de objetos exclusivamente digitales, esta tecnología también está propiciando el surgimiento de nuevos activos digitales, tales como tókenes no fungibles.” “Pero las principales monedas de reserva, en especial el dólar, posiblemente conserven su predominio como reservas de valor dado que ello no depende exclusivamente del tamaño de la economía y la profundidad del sistema financiero del país emisor, sino también de sólidas bases institucionales que son fundamentales para mantener la confianza de los inversionistas. La tecnología no puede sustituir a un banco central independiente ni al Estado de derecho”.
Frente a las tendencias mundiales de desdolarización y de adopción de monedas digitales (MDBC) cabe preguntarse si a la RD le conviene dolarizar ahora. Es decir, si le conviene renunciar a su soberanía monetaria defenestrando el peso y adoptando al dólar como moneda nacional. En América Latina lo han hecho tres países: Ecuador, El Salvador y Panamá. “Para el año 2022, los países en cuestión se configuran entre los cinco con menor inflación en la región, acompañados de Brasil y Bolivia. Una de las principales razones es el hecho de que el dólar corriente atrae más inversiones externas, ya que posibilita mayor liquidez internacional y menores tasas de interés para operaciones de mercado.” ¿Debe la RD unirse a esos tres países?
Siendo los EEUU nuestro principal socio comercial (54% de las exportaciones), la fuente principal de remesas (72%) y el país receptor principal para la migración dominicana –con 2.4 millones de dominicanos residentes—parece obvio que dolarizar es una opción deseable. En nuestro país ya muchos precios están dolarizados y el turismo, las remesas y las importaciones son las principales fuentes de dólares (y en algunos casos de euros). Con el dólar como moneda nuestro país lograría alinear sus niveles de inflación y sus tasas de interés con las de EEUU, al tiempo que disminuye el riesgo país para la inversión extranjera. Además, eliminaríamos la enorme burocracia del Banco Central –de 2,500 empleados—y la manipulación política de la moneda para favorecer a los gobernantes de turno. La “Breve Historia Monetaria de la República Dominicana 1844-1948” (2020) de Frank Moya Pons confirma que en muchas ocasiones nuestra “soberanía monetaria” ha erosionado la institucionalidad.
Por supuesto, la creación de una moneda digital no es una opción deseable para nuestra vida económica porque ella no podría recibir, en el mediano plazo, el grado de confianza que requieren los pagos internacionales. Somos una economía pequeña con riesgos apreciables para la institucionalidad. Tampoco parece deseable la desdolarización por nuestro ayuntamiento con los EEUU. Dolarizar es la opción más deseable y se requerirá convencer a la banca de que esto le conviene para lograr una aceptación de esa decisión. La banca tendría unos márgenes de intermediación más estrechos, pero su operación y solvencia serían mejor valoradas.