A lo largo de la historia de la civilización occidental, de vez en cuando, aparecen mentes de extraordinaria percepción, de sensible compasión y de forzada voluntad, que denuncian la distorsión de percepciones y tratos sociales, religiosos, raciales, culturales, y los males que ocurren en el mundo, o en un sector de la sociedad en que vivimos en la isla de Quisqueya.

Es pues, imperativo, recomendar la siguiente cita bíblica para ser tomada en consideración por los dirigentes eclesiales. “¡El que tiene oídos, oiga lo que el espíritu dice a las Iglesias!”: Auspiciar un “diálogo de reflexión” sobre la creciente crisis migratoria y el problema de odio que, con vergüenza y pena, tenemos actualmente en el país.

El agravamiento del problema migratorio y, especialmente, la situación que afecta a los “apátridas”, distorsiona la visión positiva que tiene la comunidad internacional respecto a este país; erosiona al sector turístico, hace sospechar que los cristianos somos desafectos a los principios de la ética moral y a los mandamientos de la fe cristiana; y al mismo tiempo, socava el tren gubernamental. El problema ha escalado a tales niveles que está, a un tris, de producirse un desbordamiento de los actos violentos.

Entre las innumerables personas que se han pronunciado o han escrito sobre las nefastas consecuencias del desorden social, injusticia y discriminación que impera en el mundo, se citan dos inminentes actores contemporáneos: Primero, Frantz Fanón con su trabajo “Piel negra, máscaras blancas”, un libro de 1952 originalmente en francés (Peau noire, masques blancs).

En este estudio, Fanón utiliza la teoría psicoanalítica para explicar los sentimientos de dependencia y penuria que las personas de raza negra experimentan en el mundo occidental, debido al complejo de superioridad y la arbitrariedad que caracterizan al pensamiento de la clase social burguesa y las mentes conformistas, fundamentalistas y patrioteros, expresado en contra de los negros o individuos de otras etnias, religión o cultura. Fanón presenta tanto una interpretación histórica como una acusación social subyacente. Esta condición está presente en la República Dominicana en este momento histórico.

El segundo trabajo es una película producida en el país titulada “Azúcar amarga” (Bitter Sugar) dirigida por León Ichaso y protagonizada por René Lavan, Mayte Vilán, Miguel Gutiérrez, año 1996. El conocido eslogan: “El amor les une, pero también les hace tambalearse”, es bastante parecido a lo que está ocurriendo actualmente en República Dominicana con los migrantes extranjeros, especialmente los haitianos. Es una relación dulce y al mismo tiempo amarga; una relación que conviene tanto a los haitianos como a la economía local, pero hay temor, desconfianza, lamentables abusos sociales, violación de los derechos humanos, rechazo a los haitianos por parte de un sector del pueblo dominicano; aun reconociendo que existe la necesidad de esa mano de obra en los renglones más importantes de la economía dominicana.

La tensión es sumamente sensible, y el desamor está acompañado de traición, resentimiento, prejuicios, trampas, engaños, abuso de poder, extorsión…y mucho más.

Es necesario llevar a cabo reflexiones, diálogos e intercambios binacionales para descifrar los conflictos, traer armonía, paz, colaboración, solidaridad en todos los niveles de las dos naciones. Los dirigentes religiosos deben tomar acciones para tales propósitos.