Las crueldades y los desmanes de la guerra son, desafortunadamente, inevitables, especialmente cuando prevalece un odio arraigado entre las partes enfrentadas. También es cierto que cuando uno de los bandos en conflicto cuenta con el respaldo de las grandes potencias y sus medios de comunicación responden de manera vergonzosa, tergiversando los hechos o presentando historias no comprobadas de asesinatos de civiles inocentes, tiene una clara ventaja no militar.
Resulta evidente que, en esta inútil guerra entre Israel y Palestina, que podría haberse evitado muchas veces si se hubieran aplicado estrictamente las decisiones de la disfuncional Naciones Unidas, los palestinos, a los ojos de la opinión pública occidental, tienen todas las de perder.
El recurso de difundir mentiras a nivel global es común en todos los conflictos en los que las potencias occidentales tienen intereses hegemónicos en juego. Israel es un formidable centinela de esos intereses en el Medio Oriente. Al silenciar o minimizar los asesinatos masivos cometidos por la aviación y la artillería israelí en la Franja de Gaza, los medios occidentales y el propio presidente de los Estados Unidos, enfrentando el creciente deterioro de sus capacidades cognitivas que una vez fueron sobresalientes, están contando ahora la historia de las decapitaciones de niños a manos de los milicianos de Hamás en territorio israelí.
No se presentan pruebas documentales, pero parece que un simple susurro al presidente Biden fue suficiente para que afirmara ante los medios de comunicación, bajo absoluto control de Occidente, lo siguiente: "Nunca pensé realmente que vería y tendría imágenes confirmadas de terroristas decapitando a niños".
Columnas de humo tras un bombardeo israelí en la ciudad de Gaza, el 11 de octubre de 2023. AFP.
Hasta muy avanzado el día 12 de octubre, no se han mostrado estas imágenes. Si aparecieran y no resultaran ser falsas, como los tan publicitados actos de genocidio rusos en Ucrania, estaríamos de acuerdo con el presidente Biden en que el asesinato de los cuarenta niños judíos fue una campaña de pura crueldad, no solo de odio, sino de pura crueldad contra el pueblo judío. Lamentablemente, siendo el canal israelí i24News la fuente primigenia de esta información, consideramos que estos hasta ahora imaginarios hechos grotescos y despreciables pretenden ser una justificación sin sentido del infierno en el que arde la Franja de Gaza.
Sin lugar a duda, al igual que se callan o maquillan los constantes bombardeos contra la población civil de las ciudades rusas fronterizas con Ucrania, también silencian los asesinatos de civiles inocentes, mujeres, niños y ancianos en la Franja de Gaza.
Un alto dignatario militar israelí se ha referido a los palestinos como "animales" y tal calificación puede explicar y hasta justificar cualquier atrocidad contra los palestinos. Parece que el mundo no merece conocer la verdad sobre lo que actualmente sucede con aproximadamente 2 millones de personas hacinadas en 360 km², que fue finalmente el rincón de precariedades cedido a los palestinos.
Que nadie se engañe. Este conflicto no surgió el 7 de octubre. Transcurrieron más de siete décadas de reclamos, persecución, agresiones y asesinatos. Nadie quiere mirar atrás y conocer cómo surge la ideología sionista en el contexto de la exacerbación de los sentimientos nacionalistas en el siglo XIX que, efectivamente, motivaron la persecución y el maltrato de los judíos en Europa y otras partes del mundo.
El sionismo terminó exigiendo la formación de un Estado para el pueblo judío, aunque muchos de ellos ya estaban asimilados en diferentes culturas, incluyendo la rusa entre muchas otras. Demandaba un Estado sin territorio: una contradicción primaria que debía resolverse encontrando un espacio ajeno que pudiera albergar al pueblo judío, o al menos a la fracción de ese pueblo que no se había asimilado en las identidades nacionales existentes.
Las potencias coloniales ofrecieron porciones de territorios soberanos, como fueron los casos de Uganda y Argentina, pero finalmente Theodor Herzl, fundador del sionismo moderno, optó por un territorio entonces controlado por el decadente imperio otomano: Palestina. La voluntad del esclarecido Herzl comenzó a concretarse con la Declaración Balfour en 1917, que buscaba "un hogar" para el pueblo judío en territorio palestino. Sin duda, esta declaración reflejaba el interés de Inglaterra de literalmente repartir los despojos del imperio turco.
Sin tener en cuenta las vicisitudes históricas del pueblo palestino, se puede afirmar que con esta declaración comienza una nueva era de sufrimiento, humillación y vejación del pueblo palestino. Y para prolongar su historia de despojos y aniquilación física y moral, siempre aparecerán argumentos falsos o de difícil comprobación, como este de las decapitaciones de niños hebreos. La idea es generalizar y presentar a los palestinos como gente desalmada, asesina, inhumana y consagrada al terrorismo más feroz. “Son animales”, proclamaba el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant.
Desde esta columna condenamos enérgicamente el terrorismo, sin importar quién lo ejerza ya sea como medio de defensa o con fines de destrucción masiva. No obstante, parece repudiable que solo los que se atreven a oponerse a la política de dominio, vasallaje, subordinación y explotación de las potencias occidentales puedan ser calificados como terroristas.